El pasado 29 de mayo, la Casa natal de Jorge Juan, en El Fondonet, acogió una nueva cita del ciclo de conferencias «En tiempos de Jorge Juan: un viaje al siglo XVIII», organizado por la Fundación Jorge Juan y la Fundación Mediterráneo con la colaboración del Ayuntamiento de Novelda.
La sesión comenzó con la intervención de Graciela Luz, directora de la Fundación Jorge Juan, quien dio la bienvenida a los asistentes y agradeció su participación en este ciclo que busca acercar al público al contexto histórico y cultural en el que vivió Jorge Juan.
A continuación, la escritora, profesora y directora del próximo Betania 2025, Rosa Muñoz, se encargó de presentar al conferenciante, Francisco Doménech Belda.
Muñoz destacó tanto la trayectoria profesional de Doménech como su cercanía personal: inspector de la Policía Local de Novelda, diplomado en genealogía, heráldica y nobiliaria por el Instituto de Estudios Nobiliarios, y con múltiples diplomas de experto universitario en esta materia por la UNED. Además, ha sido un prolífico colaborador en revistas como Betania y en conferencias por toda la Comunidad Valenciana, muchas de ellas centradas en el linaje y la heráldica de Jorge Juan.
En esta ocasión, su conferencia llevó por título “El escudo de España en el siglo XVIII”. Doménech realizó un recorrido por la evolución del escudo nacional durante ese siglo, explicando cómo estos símbolos han servido a lo largo de la historia para representar a personas, linajes, instituciones y territorios, facilitando su identificación a través de signos visuales perdurables. El ponente agradeció especialmente la confianza depositada en él por la Fundación Jorge Juan, mencionando con afecto a Graciela Luz y Merche Navarro.
El evento finalizó con un caluroso aplauso por parte del público, que llenó el emblemático espacio de El Fondonet, y con el agradecimiento a César Cort, propietario de la casa natal de Jorge Juan, por su constante colaboración con las actividades culturales de la ciudad.
Este ciclo continúa consolidándose como un referente en la divulgación del patrimonio histórico y científico vinculado a la figura de Jorge Juan y su tiempo, y finalizará este jueves 5 de junio, con la conferencia de Ricardo María de Medrano Iglesias, Teniente Coronel de intendencia y director del archivo naval intermedio de Cartagena con una conferencia titulada “El archivo naval de Cartagena y sus fondos sobre Jorge Juan”, en El Fondonet.
Detalles de la conferencia
Francisco Doménech Belda ofreció una detallada exposición sobre la evolución del escudo de España en el siglo XVIII, subrayando su carácter como símbolo personal del monarca más que como representación territorial.
Doménech explicó que, a lo largo de más de nueve siglos, los escudos reales han reflejado la historia política y dinástica de los territorios hispánicos. Citando a Faustino Menéndez Pidal, destacó que la historia del escudo de España es reflejo directo de la historia del país.
Durante el siglo XVIII, España vivió el ocaso de la dinastía de los Austrias con Carlos II, y la llegada de los Borbones con Felipe V, tras la Guerra de Sucesión. El escudo real durante este periodo fue el de los Austrias, cargado de emblemas personales, honoríficos y dinásticos, no necesariamente vinculados a los territorios que componían la Monarquía Hispánica.
Doménech explicó que este escudo incluía, entre otros, los emblemas de Castilla, León, Aragón-Sicilia y Granada, junto con las armas heredadas de Felipe de Austria: Austria, Borgoña (moderna y antigua), Brabante, Flandes y Tirol. El escusón de Portugal se eliminó tras la independencia de este reino en 1668.
Con la llegada de Felipe V, el escudo se mantuvo inicialmente igual que el de los Austrias, pero se añadieron dos elementos: un escusón central con las armas de la Casa de Borbón-Anjou (lises de oro sobre fondo azul con bordura roja), y el collar de la Orden del Espíritu Santo junto al del Toisón de Oro.
Doménech destacó que estos escudos eran usados en monedas, edificios y documentos oficiales como representación del poder real, llegando incluso a sustituir la imagen del monarca en las acuñaciones.
Finalmente, también habló del breve reinado de Luis I, hijo de Felipe V, cuyo escudo fue idéntico al de su padre, aunque apenas estuvo siete meses en el trono.
Doménech ofreció una exposición rigurosa y accesible, destacando cómo los escudos del siglo XVIII fueron construcciones simbólicas complejas, reflejo de una monarquía compuesta y de un poder que se expresaba, ante todo, a través del emblema del rey.
Durante el siglo XVIII, los reyes de la dinastía Borbón transformaron profundamente los símbolos heráldicos del Reino de España, adaptándolos tanto a sus intereses personales como a los cambios políticos del momento. Desde el regreso de Felipe V al trono en 1724 hasta el reinado de Carlos IV a finales de siglo, el escudo de España fue escenario de reorganizaciones, añadidos dinásticos y simplificaciones con un claro objetivo: representar mejor el poder y la identidad de la nueva monarquía.
Tras la muerte de su hijo Luis I, Felipe V retomó el trono en 1724, pese a la oposición de varios nobles. Su esposa, Isabel de Farnesio, fue clave para su regreso. Durante este segundo periodo, aunque se mantuvo el escudo tradicional, comenzó a usarse en las monedas un escudo simplificado, compuesto por las armas del Reino de Castilla, un escusón con las flores de lis (símbolo de la Casa de Borbón) y la granada. Esta simplificación, visible en monedas acuñadas en México y Segovia, fue ganando protagonismo y se convertiría con el tiempo en un elemento central.
A su muerte en 1746, lo sucedió su hijo Fernando VI, quien mantuvo el escudo de su padre sin modificaciones. Casado con Bárbara de Braganza, Fernando fue enterrado junto a ella en el monasterio de las Salesas Reales, renunciando al Panteón de El Escorial. Su reinado, aunque estable, no introdujo novedades heráldicas destacadas.
El cambio más profundo llegó con Carlos III, considerado el gran rey ilustrado del siglo. Tercer hijo de Felipe V, pero primero del segundo matrimonio con Isabel de Farnesio, Carlos no estaba destinado a reinar en España, por lo que comenzó su carrera política como Duque de Parma y luego como Rey de Nápoles y Sicilia. En estos territorios italianos, desarrolló un escudo que combinaba las armas Farnesio y Medici, en honor a sus linajes maternos.
Cuando accedió al trono español en 1759, Carlos III reorganizó el escudo real, incorporando estas nuevas armas junto con una redistribución de los elementos históricos: las armas de Castilla pasaron al centro del escudo (sobre el todo), flanqueadas por las de Austria, Borgoña y Aragón, y coronadas por las flores de lis francesas. Este nuevo diseño rompía con la disposición tradicional, lo que generó críticas de varios heraldistas. Aun así, Carlos III consolidó un modelo que perduraría hasta mediados del siglo XIX.
Además de esta reforma heráldica, Carlos III también dejó un importante legado simbólico: fundó dos órdenes militares, la Insigne Orden de San Genaro en Nápoles y la Real Distinguida Orden de Carlos III en España. En 1761, proclamó oficialmente a la Inmaculada Concepción como Patrona de España y de las Indias. Un hito aún más perdurable fue la creación de la bandera roja y amarilla para los buques de guerra, adoptada en 1785 mediante un decreto y que con el tiempo se convirtió en la bandera nacional.
Su hijo, Carlos IV, subió al trono en 1788. Nacido en Nápoles, debió sortear una ley que exigía que los reyes nacieran en territorio español. Heredó el escudo de su padre sin cambios, salvo una única modificación en el ámbito administrativo: a partir de 1796, el papel sellado oficial comenzó a usar el escudo simplificado en lugar del escudo completo.
Así, la evolución del escudo español durante el siglo XVIII refleja no solo cambios estéticos, sino también una visión política y dinástica: unir tradición e innovación para representar la nueva monarquía borbónica. El modelo instaurado por Carlos III, con pequeñas variaciones, se mantendría hasta la revolución de 1868, cuando por primera vez España adoptó un escudo nacional separado del escudo del monarca.
