La Misa de la Cena del Señor abre el Triduo Pascual en San Pedro

La Parroquia de San Pedro se llenó de recogimiento, emoción y solemnidad en la celebración del Jueves Santo, día clave del calendario litúrgico, donde se conmemora la Última Cena del Señor.

El Jueves Santo se caracteriza por la celebración de la eucaristía, la tamborrada, la procesión del Silencio y el traslado de Jesús Yacente.

La iglesia acogió la Solemne Misa de la Cena del Señor, uno de los actos más significativos del calendario litúrgico, que marca el inicio del Triduo Pascual. Durante la celebración, el párroco Eduardo Lorenzo ofreció una homilía en la que reflexionó sobre el valor y el significado del Jueves Santo para los cristianos.

El sacerdote destacó que este día conmemora tres dones fundamentales que, según explicó, Cristo dejó a la humanidad en la Última Cena: la institución de la Eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento del amor fraterno.

“Hoy comienza el Triduo Pascual, los tres días más importantes de la pasión, muerte y resurrección del Señor”, señaló Lorenzo al inicio de su intervención. La Eucaristía vespertina, celebrada en la tarde del Jueves Santo, marcó el final del tiempo de Cuaresma y dio paso a las celebraciones que culminarán con el Domingo de Resurrección.

En su homilía, el párroco expresó su convicción de que, en aquella Última Cena, Jesús buscaba una forma de quedarse para siempre con su pueblo, y fue por ello que instituyó la Eucaristía. “Estoy convencido de que hace dos mil años, cuando el Señor tuvo la Última Cena con los apóstoles, tenía un problema: cómo quedarse con nosotros. Y por eso instituyó la Eucaristía”, afirmó.

El segundo gran regalo, según explicó Lorenzo, fue el sacerdocio. Subrayó el papel esencial de los sacerdotes como transmisores de la Eucaristía y servidores del pueblo de Dios. “Damos gracias al Señor por los sacerdotes, porque son los que nos permiten celebrar y transmitir la Eucaristía. No somos más que nadie, pero somos instrumentos de su amor”, afirmó, al tiempo que animó a rezar por nuevas vocaciones, especialmente entre los jóvenes de Novelda.

Finalmente, el párroco centró su mensaje en el tercer don conmemorado en este día: el amor fraterno. Recordó que Jesús, antes de ser entregado, se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos, gesto que simboliza el mandamiento de amar y servir a los demás. “Hoy celebramos el Día del Amor Fraterno. Un Dios que no se impone desde lo alto, sino que se arrodilla para lavar los pies de sus discípulos. Ese es el ejemplo: servir, amar incluso a nuestros enemigos”, concluyó.

Durante la liturgia, el gesto del lavatorio de pies cobró un simbolismo especial al reproducirse con doce personas, en esta ocasión todos ellos jóvenes cofrades, representando a los doce apóstoles, en una imagen que recordó de forma viva la humildad y entrega del Señor.

Concluida la Eucaristía, el Santísimo fue trasladado al Monumento, situado en la Capilla de la Aurora, donde permanecerá hasta el Sábado Santo, simbolizando el encarcelamiento y juicio de Jesús tras la Última Cena. En un acto cargado de simbolismo, la ceremonia finalizó sin bendición, anticipando la continuidad de la Pasión que culminará el Viernes Santo con la conmemoración de la muerte en la cruz.

El Jueves Santo en Novelda prosiguió con una vibrante Tamborrada. Las calles de Novelda volvieron a llenarse del estruendo inconfundible de los tambores con la tradicional Tamborrada de Semana Santa, una cita que va más allá del ruido para convertirse en un símbolo de fe, recogimiento y memoria colectiva. Decenas de tamborileros recorrieron el casco urbano tras la Misa de la Cena del Señor, marcando con su redoble el paso de Cristo hacia su Pasión.

Esta manifestación popular, representa el dolor por la muerte de Jesús, el luto que acompaña su apresamiento y condena. El retumbar de los tambores evoca el temblor de la tierra al morir Cristo, el desgarro del corazón de María y el estremecimiento del mundo ante la injusticia de la cruz.

Pero además del dolor, la Tamborrada simboliza también la unidad del pueblo y la participación intergeneracional, donde niños, jóvenes y adultos se unen en un mismo compás. Concentrados en la Glorieta, y recorriendo calles emblemáticas del centro histórico, los participantes ofrecieron un espectáculo sonoro.

Continuó la noche con la emotiva Procesión del Silencio. El párroco Lorenzo ofreció una oración cargada de sentido y consuelo antes de comenzar la procesión, en la que pidió por todos los que atraviesan su propia agonía personal, y encomendó a Cristo las oscuridades y sufrimientos de cada corazón.

En el mismo acto, la feligresa Maje Navarro Sala compartió un emotivo testimonio sobre el último año de su vida, cargado de reflexión, superación y gratitud. Sus palabras, pronunciadas con serenidad ante los asistentes, conmovieron por su cercanía y profundidad emocional. Navarro describió este periodo como un tiempo para replantearse la vida, las prioridades y los afectos, en el que las emociones, las preocupaciones y los desafíos personales estuvieron muy presentes.

Destacó la necesidad de encontrar fuerzas para seguir adelante y, sobre todo, la importancia de querer y valorar a quienes están cerca en los momentos más difíciles. “Había que sacar fuerzas para seguir adelante, pero sobre todo ha sido un año para querer”, expresó. También tuvo palabras de agradecimiento hacia todas aquellas personas que, con pequeños gestos, la acompañan en su camino: desde amigos hasta desconocidos que le ofrecen una sonrisa o una palabra de aliento.

Finalmente, Navarro señaló que, de todo lo vivido, se queda con las ganas de aprovechar el día a día y disfrutar más de los suyos, recordando a los presentes el valor de lo cotidiano y la importancia de detenerse a agradecer por cada jornada vivida.

Además fue Ana Durá, la encargada de dar comienzo con el toque de campana al trono del Cristo de la Agonía.

La Procesión del Silencio, una de las más sobrecogedoras de la Semana Santa noveldense, con la solemnidad de la oscuridad por las calles donde transita, partió desde San Pedro con las imágenes de la Cofradía Nuestra Señora de la Soledad y la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía.

El momento más esperado de esta procesión fue el encuentro entre el Cristo de la Agonía y la Virgen de la Soledad en la Plaza Vieja, con la melodía del Orfeón Noveldense Solidaridad, un instante cargado de emoción donde se escenificaron las siete palabras que pronunció Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, “He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre”, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, “Tengo Sed”, “Todo está consumado”, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, todo ello bajo un profundo silencio interrumpido solo por el redoble de los tambores.

La noche culminó con el traslado de la imagen de Jesús Yacente, llevado a hombros por los costaleros de la Hermandad del Santo Sepulcro por las calles del casco antiguo. El cortejo, acompañado por timbales, penitentes y las magníficas voces delcoro Cor amb Cor, creó un ambiente de recogimiento y solemnidad. Durante el recorrido, los sacerdotes Eduardo Lorenzo y Pablo Cremades enunciaron las últimas palabras de Cristo, ofreciendo a los asistentes una reflexión sobre el misterio de la muerte redentora.

La imagen de Jesús Yacente, representa el cuerpo sin vida de Cristo tras ser descendido de la cruz, en un instante marcado por el silencio. La figura simboliza el descanso en el sepulcro, la humanidad doliente de Jesús y el aparente triunfo de la muerte. La imagen recuerda que, tras el dolor y la oscuridad del Viernes Santo, llegará la luz del Domingo de Resurrección.

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