En la cuarta planta del edificio de L’Espai y en los soportales del Ayuntamiento late, estos días, una parte importante de la Navidad noveldense. Detrás del Belén Municipal y de la Asociación de Belenistas de Novelda hay nombres, recuerdos, anécdotas y muchas horas de trabajo silencioso. Su presidente, José Antonio Asensio Contreras, y la belenista Alicia Boyer Gómez nos abren las puertas de esa historia y del belén de este año.

La voz de José Antonio tiene algo de memoria colectiva. Se le nota el cariño cuando empieza por el principio; la fundación de la Asociación de Belenistas de Novelda, un 4 de octubre de 1997, día de San Francisco de Asís. “Ese día se juntó un grupo de amigos a los que les gustaba el belenismo y decidieron dar el paso”, explica. Hasta entonces, el Belén Municipal era cosa del Ayuntamiento, donde los trabajadores municipales desmontaban y montaban cada año, de forma totalmente artesanal, el belén de los soportales.
Con la asociación recién nacida, el primer gran acto llegó pronto, con el Pregón de Navidad, el 8 de diciembre de 1997, en el asilo, a cargo del párroco Francisco Martínez. A partir de ahí, la entidad fue cogiendo ritmo con exposiciones de dioramas y belenes hasta que, en el año 2002, el Ayuntamiento les confió por fin el Belén Municipal de los soportales. “Desde entonces —resume José Antonio— el belén del Ayuntamiento es cosa nuestra”.
El salto fuera de Novelda también llegó pronto. Desde el año 2000, la asociación forma parte de la Federación Española de Belenistas. “Estamos federados y en su día nos dieron el Premio Federación”, comenta con una mezcla de orgullo y modestia.
La actividad, hoy, va mucho más allá del montaje del belén. Este año concretamente, en junio, organizaron un cursillo con la belenista Lola Temprado, “muy reconocida a nivel nacional”; en noviembre llegaron los cursillos infantiles y de adultos, y en diciembre se encadenan los concursos de tarjetas navideñas, cartas a los Reyes Magos y belenes en los colegios.
A eso se suma la apertura, en Navidad, de la exposición belenista en la cuarta planta del edificio de L’Espai, por las tardes de 18:00 a 20:00 horas aproximadamente, para que cualquiera pueda asomarse al trabajo de la asociación.

El Pregón de Navidad también ha tenido su propia pequeña historia. Empezó realizándose en el asilo, pasó por la iglesia de San Roque, por los Padres Reparadores, por la parroquia de San Pedro durante muchos años… y este año ha dado un giro simbólico, “por primera vez organizamos el pregón desde el balcón del Ayuntamiento”, cuenta José Antonio.
Cuando habla del futuro, se le escapa un tono entre realista y esperanzado. Le preocupa el relevo, la falta de juventud en un mundo muy ligado a la tradición y a la iglesia, y también el encarecimiento de congresos y materiales. Pero, aun así, se agarra a lo esencial, “el objetivo de la Asociación es difundir el belenismo, que es un arte artesanal, y que no se pierda la tradición”.
E insiste en que no hace falta ser un artista para empezar en casa, “todo el mundo puede hacerse un belén artesanal con cuatro cosas; un cúter, poliestireno, masilla, pintura y un poco de gusto”.
Para finalizar, Asensio vuelve a la raíz de todo, desde que San Francisco de Asís, en 1223, montó el primer belén, apuntando que, “nosotros lo que queremos es que no se pierda la tradición de poner el belén en casa y llegar, como podamos, a las generaciones más jóvenes”.
Ahora pasamos a hablar con Alicia Boyer Gómez, cuando le toca hablar la mirada se le va directamente al belén de este año, que conoce palmo a palmo. Antes de entrar en detalles, lanza una frase que lo resume todo, “el belenismo no es solo un trabajo manual, es captar un instante del tiempo”.
Lo define como uno de los artes más completos, hay que saber de dibujo, arquitectura, pintura, jardinería, decoración…. Pero enseguida recalca la fuerza del grupo, “en una asociación no hace falta dominarlo todo, cada uno aporta lo que sabe y entre todos sale un trabajo espectacular”.
El Belén Municipal de este año es un buen ejemplo de ese trabajo coral. Está lleno de guiños a Novelda, aparecen La Santa, el Castillo, la tierra de los alrededores de La Mola sobre la que se levanta toda la escena y detalles que recuerdan a varias asociaciones del pueblo, como Capaz, la de Jorge Juan, asociaciones animalistas o la de Bolillos. “Siempre solemos poner cositas relacionadas con Novelda —explica—, y este año hay muchas”.

En primer plano, todas las figuras son nuevas y realizadas en 3D, modeladas y pintadas por los propios belenistas. La escena del Nacimiento rompe con la imagen más clásica,
“las ropas son más modernas, hay un galgo durmiendo al lado y aparecen dos ángeles. El de arriba es muy especial, porque detrás de él sale niebla, y la escena queda preciosa”, cuenta Alicia, con evidente cariño.
Muy cerca está una de las escenas que más llamará la atención de los niños, se trata de un camello que, asustado por un lobo que persigue una gallina, pierde toda la carga, mientras un grupo de pequeños lo señala y se ríe de la situación. En una calle, dos mujeres —una de ellas embarazada— están sentadas bajo un arbolito, una hace medias y la otra bolillos, quizá preparando el ajuar del bebé que está por llegar.
Hay una escena dedicada a San Francisco de Asís montando su primer belén, rodeado de utensilios actuales, un guiño deliberado al patrón de la asociación. Y no faltan estampas tiernas, como la niña con los gatos, rodeada de gatitos a los que abraza, o el niño en el palomar, que da de comer con la mano a una paloma.

Para que la visita sea todavía más participativa, este año han preparado un juego de búsqueda, “es para los niños, pero al final se engancha toda la familia”, sonríe. “Tienen que contar todos los gatos, buscar ranitas, un nido y otras pequeñas sorpresas escondidas por el belén. Estamos pensando en dar algún detalle entre los que acierten, porque no es nada fácil”.
Detrás de ese paisaje hay muchos meses de trabajo. Alicia, restauradora de profesión y con años de experiencia haciendo belenes, empezó el proyecto con un boceto. Tenía claro que debía haber río, porque a la gente le encanta, pero no quería un montaje solo de montaña, “me gustan las estructuras, las casas… así que planteé un pueblo, con montañas a los lados y el río integrándolo todo”. El boceto gustó y a partir de ahí se pusieron manos a la obra.
En la sede tienen una estructura con las medidas exactas del belén de los soportales del Ayuntamiento. Sobre esa base comenzaron a colocar placas de corcho blanco y corcho extruido, grandes volúmenes “en basto”, sin detalles, para decidir dónde iría cada cosa. Después llegaron la masilla, la pintura y las telas endurecidas con cola y un poco de color para ensuciarlas y darles vida. “Intentamos hacerlo todo lo máximo posible a mano —explica—. Si hace falta un botijo, intentamos hacer el botijo. Y si no se puede, entonces ya lo compramos”.
También el verde tiene su miga, “las hierbas buenas se cogen en primavera, ahora no hay casi nada. Así que salimos al campo, recogimos unas cuantes y las conservamos con glicerina para que aguantaran hasta ahora”.
El trabajo para ver lo que tenemos ahora ya terminado en los soportales del Ayuntamiento de Novelda empezó en marzo, solo pararon los dos meses de verano. “Parece que no, pero lleva muchísimo trabajo”, admite.

La parte técnica no se queda ahí, las figuras de delante son más grandes que las del fondo para dar profundidad, y las casas, puertas y ventanas se construyen siguiendo un punto de fuga, con inclinaciones medidas para que la perspectiva funcione, “por eso digo que el belén es arquitectura, artesanía y arte todo junto”.
Si tiene que elegir, Alicia lo tiene claro: “La escena del Nacimiento es mi favorita. Me resulta muy entrañable”. Y, por encima de la técnica, hay un deseo sencillo, “lo que quiero es que la gente venga, lo vea, que le guste y que lo cuente. Que salgan de allí diciendo: “tienes que ir a ver el Belén de Novelda, que está muy bonito’”.
Entre las palabras de José Antonio y las de Alicia se dibuja la misma idea, el belén como arte, como juego, como tradición y como espejo del pueblo. Y un mensaje compartido para quien todavía duda si montar o no el suyo en casa: todavía estamos a tiempo de seguir una costumbre que lleva viva, al menos, desde aquel primer belén de San Francisco de Asís.













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