Un poco de respeto, hombre.
Creo que es una esperanza comprensible, o aún más, un derecho implícito, que el autor de una obra creativa espere verla respetada, y más si ese autor la hace y ofrece por amor al arte, sin recibir un estipendio por ello. Pienso que es natural que todos aceptemos que es obvio que un autor tenga el derecho de ver su obra libre de manipulaciones y modificaciones ajenas. Como mínimo, se lo merece por el tiempo que ha empleado en investigar, en documentarse, y sobre todo, en pensar la forma en que va a concretar el fruto de todo ese empeño.
Lo anterior viene a cuento de una sensación: la estupefacción. ESTUPEFACTO. Esa es la palabra que define el estado de ánimo que me invadió cuando vi las fotografías que me enviaron de las páginas de mi artículo (“Santa María Magdalena en el cine”) en el Betania de este año. Conforme iba leyendo y comprobaba que los tijeretazos eran tan abundantes que más parecía haber sido tratado por un aprendiz de sastre que por un maquetador, conforme leía, repito, notaba cómo se me caía el alma a los pies. Sentí rabia, impotencia, me sentí despreciado, pero sobre todo, engañado. ¿Por qué?, os preguntaréis. Pues porque desde el principio le dejé claro al director que no quería, bajo ningún concepto, cualquier modificación en mi texto, que me daba igual si cambiaba la maquetación que yo le daba de mi artículo, pero que no tocara ni una coma del texto. Que si le parecía demasiado largo, que lo rechazara o lo eliminara. Así de claro y fácil.
Eso fue lo que le dije cuando, tras las fiestas navideñas, posiblemente en marzo, nos vimos y le pasé mi artículo. Le comenté que ya estaba escarmentado de mi colaboración en el Betania de 2016, cuando desde la dirección, y sin mi permiso ni mi conocimiento, se “podó” en 206 palabras el trabajo que expresamente se me pidió. Pero lo verdaderamente increíble – y visto desde hoy y ahora, lo sarcástico-, fue la cara de sorpresa y condena que Juanjo Payá, el director de este año, me puso cuando se lo estaba contando, asegurándome que él jamás se atrevería a hacer tal cosa, ni conmigo ni con nadie, que el respeto a un autor era lo primero, pues al fin y al cabo éramos los que “hacíamos” Betania.
Aunque no dudé de su palabra, como soy algo desconfiado por cosas precedentes, durante el mes de junio me pasé en varias ocasiones por Aguado Impresores, para intentar cotejar mi artículo que el director maquetara con el mío original. No pude hacerlo porque nunca estaba hecho, y en la última visita que hice se me dijo que ya no estaba allí, que el Betania ya se había marchado a las máquinas de la imprenta. Así que la suerte ya estaba echada.
Y llegamos al día en que veo las fotos de mi artículo (el mismo día de la presentación). 907. Novecientas siete son las palabras que esta vez me han recortado. Han convertido un artículo de 6 páginas en uno de 5, solo para poner, a cambio de la página sacrificada, el título, la foto de una imagen pictórica de la Santa (siendo mi artículo sobre la Santa en el cine, ¿no sería mejor el poster de una película?), y un innecesario resumen de lo que voy a decir a continuación. Además de la masacre en frases y párrafos, he observado cambios en comas que cambian por completo el significado de una frase (por ejemplo, se lee en la página 73: “Rodada en España quizá por la presencia de Carmen Sevilla, ha sido la película más fijada en la imaginación de los noveldenses”, cuando en realidad mi texto decía: “Rodada en España, quizá por la presencia de Carmen Sevilla ha sido la película más fijada en la imaginación de los noveldenses”, que tiene un sentido muy distinto al que el “toqueteador” de mi artículo ha querido darle. Se ha llegado al absurdo de cambiarme la palabra “film” por “filme”, cuando ambas son de origen inglés y las dos reconocidas por la RAE. ¿Pero quiénes son, quiénes se creen que son, para alterar a su antojo la creación de otras personas, de cortar y podar muy a su sabor por donde les place, y luego publicarlo poniendo mi nombre como autor de “eso”? Desde aquí pido a cualquier investigador que en un futuro decida hacer un estudio sobre el Betania, que considere mis artículos del año pasado y de este como anónimos.
Lo que termina de sublevarme de este asunto, aparte de la tomadura de pelo ya referida cuando el director me daba la razón en la “salvajada” que se hizo con mi artículo del año pasado, es que, con las 6 páginas que tenía asignadas, hubiera cabido perfectamente si no se hubiesen dejado espacios en blanco innecesarios (véase por ejemplo la página 75, donde la segunda columna tiene un gran espacio en blanco), y si la página 72 no se hubiese dedicado al “postureo maquetador”.
Bien, de acuerdo, él es el director y puede diseñar a su placer. Pero es que en este caso lo tenía facilísimo: rehusar mi artículo. Total, ya estaba acostumbrado, y se lo dije en su momento, pues este mismo ya fue rechazado para el Betania de 2016, aunque a cambio me encargaron que hiciera otro. Además, con todo el fenómeno mediático de las Fotos Antiguas de Novelda, tenía sencillo rellenar las “bajas”.
Llegados a este punto, ¿qué horizonte, qué futuro me espera en el Betania? La verdad es que el desánimo me atosiga. ¿Qué seguridad tengo de que el venidero director respetará mi obra o el derecho que tengo sobre ella para que no sea mangoneada? En vista de los hechos, ninguna. Solo si desde la alcaldía, cuando se haga el nombramiento del futuro director, se le imponga la obligación de RESPETAR a los autores, se podrá confiar de nuevo en la institución del Betania.
Y esto es todo.
Completamente de acuerdo contigo, Miguel Ángel. Cualquier revisión de un texto por parte del editor ha de ser consensuada con el autor, el único que puede modificar su propio texto. Yo tengo que decir, que me han publicado tres veces en el Betania y ninguna de las tres veces me han rectificado ni una sola coma. Siento que te haya pasado.
Me extraña de Juanjo. ahora, también digo que a veces se recorta un texto para mejorarlo y dejarle un mensaje más nítido y entendible, no siempre los recortes son negativos.
Ahora comprendo el comentario que hiciste en Facebook cuando, refiriéndome a que las fotos que son cortadas son comparables a un texto mutilado, te partías de risa. ¿Cómo me iba a imaginar que te había pasado ya el año pasado y menos éste, siendo el director periodista?
Miguel Angel se expresa con tanta claridad y tiene tanta razón que poco puedo añadir como no sea mi solidaridad y el desprecio a la labor del director del Betania que queda descalificado como profesional.
La obligación de respetar a los autores y sus textos debe ser uno de los pilares fundamentales de cualquier director de revista. Si no se ha hecho así, poco importan ya a estas alturas los motivos o razonamientos posteriores a la mutilación de un artículo. Es el trabajo de alguien que no sólo se expresa, manifiesta, transmite y comparte cuanto menos sus opiniones o puntos de vista, si no que también y en muchas ocasiones refleja además sus sentimientos. Desde luego no tienen derecho por muy editores o directores que sean o se crean, a tocar como dice el autor ni una sola coma. Me consuelo al menos con saber que nunca llegarán a ser los directores del museo del Louvre, porque sin duda podían ser capaces de pintar una mascarilla a la Gioconda por no sonreír a su gusto.
Cre que con estas actitudes, se hace mucho daño a la revista Betania, revista por antonomasia de todos los novelderos, festeros o no.
Si es cierto lo ocurrido, viene a demostrar que el director de este año, no ha estado a la altura, y publicamente deberia de pedir disculpas, al afectado o afectados
Actuación deplorable que suplanta la identificación tipificada dentro de
la ley de propiedad intelectual. Situación para valorar la continuidad del
director de la revista…Hay que preservar los valores de los derechos de autor en cualquier obra que se precie.
Un poco de respeto, hombre… y ya que lo pide, quizá airear estas cosas en público no sea lo más correcto por su parte. Con ello no excuso al director del Betania en absoluto, sinceramente, creo que, mejor tratar estas cosas en privado.
Y puestos a dar nuestra opinión en público, su artículo me parece infumable y harto aburrido. Pero sólo es apreciación personal mía.