Betania 06, origen de Sueños de Sal
He querido reeditar este artículo en el que todo lo que se decía de la revista es aplicable a la película que generó. Espero que encontréis los paralelismos, en especial, cuando hago referencia al río. La película forma parte de ese abrazo que une los sueños, las esperanzas y las ilusiones de un pueblo.
Buscaba un hilo que me ayudara a exponer la presentación de un Betania complejo como el van a tener oportunidad de ver y leer. Eran tantas las anécdotas, las ideas, las ilusiones, los momentos mágicos, que temía perderme en un laberinto interminable. La intuición, que también me funciona con las fotografías, me condujo a “desempolvar” el Betania del año de mi nacimiento con la esperanza de encontrar una pista o algo que temía estaba obviando. Allí estaba este gran encuentro, ese gran abrazo del Betania que estira su mano en el tiempo: 45 años después, aquel niño al que alude el autor, que acababa de nacer el 26 de junio de 1961, encuentra la esencia, en forma de verbo escrito, de las ideas que han marcado la realización de este Betania. Lo raro es que lo haya descubierto ahora que ya estaba todo acabado y cerrado (faltan siete días para la presentación y 5 para que se imprima este artículo). Es como si hubiera encontrado un escrito del destino. Así es Betania: contiene destinos escritos, encuentros inesperados, emociones perdidas, hace amigos en el tiempo y probablemente fuera de él.
Este Betania del 61 rompió con la tónica de los anteriores, tuvo problemas que provocaron la dimisión de su director, no tuvo continuidad; pero nos dejó este magnífico artículo que ahora va a volver a su dueño con la respuesta de aquel niño al que aludía al final de su escrito.
La grandeza del Betania, como la de los grandes hombres, está en su humildad. Este que acabamos de terminar ha tenido mucha pompa, bombo y platillo: tapas duras, muchas páginas, artículos de gran calidad publicidad, etc. Pero por encima, o mejor, por dentro de él, corre un río humilde como el Vinalopó, criticable y sucio, pero nuestro. Por él corre el alma de un pueblo que son sus gentes, sus vidas, hechos y amores…. Y es este sencillo sentimiento, el que de verdad es importante y queremos que perdure. Todo el trabajo que conlleva esta tarea, no se ha podido conseguir con dinero, sino con una ilusión casi infantil y un poco terca; lo demás, sí.
Después, el verdadero Betania, se produce en cada lector. Se mete en cada uno de ustedes para poder vivir en sus vidas, recrearse en sus sentimientos; la mezcla que produce en sus lecturas solitarias es única y harán falta los Betanias del futuro para poder explicarlas.
Mis últimas palabras quiero que sean para Carmencita, que no llegó a verse en este Betania. Nunca la conocí. Una vez, cuando tenía 5 años fui de la mano de su hija, vestido de tuno de los Padres Reparadores y Albero nos sacó unas fotos inolvidables. Es una casualidad, o no, que en esa edad comenzara mi afición a la fotografía y cuarenta años después le tomara sus últimas fotos para este Betania. Posó un poco traviesa y simpática como la niña de la foto de las cajas de azafrán. Es probable que alguna de sus risas sigan en aquel artículo del 61 o el globo rojo, ese círculo rojo que ha dado que hablar últimamente.
José Fernando (Charly) 24-06-06