80) TOMÁS PEREZ NAVARRO, q. e. p. d. (arquero)
Para confeccionar esta biografía, he reunido datos por quíntuple senda: sus propias hijas Mª Teresa y Anita; el Betania de 1967; la colaboración del procurador y ex arquero Paco Serra y la frágil memoria del maestro del arco en Novelda, Ramón Moreno Alberola, “el Cañón”, del que ya publiqué su biografía (ver la nº 2, de Noviembre/2011). Entre todos ellos, a los que agradezco su colaboración y algo de ayuda en Internet, les presento estos datos.
Nuestro protagonista de hoy nació en el año 1925 en una casa cercana al actual colegio del Cluny. Fue el cuarto de los cinco hijos que trajeron al mundo sus padres, Francisco y Concepción; por tradición familiar, Tomás continuó siendo agricultor y en su huerta cultivaban uva y tomates, principalmente. Y con el paso de los años falleció, por lo que actualmente se le echa de menos en este noble y clásico deporte del arco.
A propósito, he nombrado que fue el penúltimo hijo en la familia. Precisamente, su hermano menor y buen amigo mío, Alfredo Pérez Navarro, como vicepresidente del Club Ciclista Noveldense, del que fui secretario, dirigidos por Isidro García Beltrá; inolvidables todos ellos para mí. Me cuenta su hija que Tomás también llegó a participar en alguna que otra carrera ciclista y en una ocasión, dijo a su entonces novia que el día de la Santa no iría a verla por tener que trabajar. Y cuando ella acudió como tantos, para ver pasar a los forzados de la ruta, le vio aparecer en la parte delantera del pelotón dando las primeras pedaladas por las calles de esta ciudad.
Volviendo a su infancia, la cruenta Guerra Civil le sorprendió ya trabajando; entonces era habitual que algunos niños y niñas comenzasen su vida laboral alrededor de los diez años De niño, aproximadamente a esa temprana edad, fue pastor de ovejas y el trabajo rudo le valió para desarrollar una buena musculatura; si bien no era muy alto.
En Novelda se estaba formando un grupo de arqueros, cuyo líder y punto de referencia era Ramón Moreno Alberola, “el Cañón”, al que muchos niños y jóvenes intentaban imitarle. De edad similar a Ramón, quien tiene 94 años, había otros veteranos ya fallecidos, como Paco Serra, padre; o Pedro Palomares, “el Lute” que ejercía de guardia urbano; o Francisco “el Patatero”. Por otra parte, Rafael Martínez, este último más joven, entonces un adolescente; también es actualmente billarista y gestionó durante años el bar del Mercado; y entrenaban, menos tiempo del necesario, en el Campo de Deportes. Otro arquero más joven, Paco Serra, también recuerda entre aquel grupo a Ángel Arteaga, José Antonio “el Orejitas”, o a Pepico “el Zurdo”.
El permiso para tener su turno de entrenamientos en el Campo de Deportes se lo concedió el desaparecido alcalde de la época, don Joaquín Payá, de quien “Cañón” guarda un entrañable recuerdo, pues a veces acudía junto a su esposa a verles e interesarse por su actividad. Pero el tiempo del que disponían allí era insuficiente, pues el baloncesto y futbol, coordinado por el cura “Panseta”, les presionaban junto con el “mister”, para que acabasen cuanto antes; por lo que cada cual debía complementarse por su cuenta. En el caso de Tomás, a veces practicaba en su parcela de campo, en el Montagut, colocando una diana entre las hileras de viñedos, pues allí no había peligro alguno hacia otras personas.
Pronto se convirtió en el alumno más apegado al maestro “Cañón” Y como éste, intervenía en confeccionar y reparar artesanalmente el material usado por el equipo. Arreglaba las plumas traseras de las flechas con un pegamento especial y para ello, las colocaba por todas las sillas de su casa para que se secaran y extendieran. Su madre, como es lógico, protestaba pero… él conseguía llevarlo a cabo. Incluso inicialmente se hacía sus propios arcos y flechas, así como para algún compañero menos “técnico” y para ello, compraban en las carpinterías, madera de fresno, especial debido a su elasticidad. Para las cuerdas de tensión, se las confeccionaban con una fibra que compraban, llamada dracón. Averiguo en Internet que la dragonera es una brida que normalmente, une los dedos índice y pulgar, o la muñeca con ella misma, formando una sujeción que evita la caída del arco al soltar la empuñadura.
También existe la dactilera, protector o lengüeta para los dedos índice, corazón y anular, que son los utilizados para el agarre de la cuerda. Asimismo, se usa un protector de brazo, o trozo de material duro que evita rozaduras con la cuerda. Otro complemento es el protector pectoral, o pechera, también conocido como “peto”, muy usado sobre todo por las mujeres y previene que el cuerpo del arquero o su ropa, obstaculicen la cuerda en el instante de la suelta, evitando rozamientos contra la ropa, así como para proteger al arquero. Por último, el carcaj es un conjunto de tubos de plástico (en su época, de cuero), unidos entre sí y que sirven para mantener las flechas al alcance del arquero.
Recibían catálogos de tiendas especializadas, pero… los precios eran prohibitivos y había que recurrir a la inventiva. Las plumas hacen de estabilizadoras durante el vuelo y una muesca, que sirve para que la flecha se fije en la cuerda del arco. Cuando se tensa ésta, el arco se comba; al alcanzar el punto de tensión, se suelta la cuerda y la flecha sale disparada.
Qué duda cabe que el aspecto y la figura del arquero han evolucionado con el paso del tiempo. Las fotografías adjuntas nos muestran el estilo clásico, tipo Guillermo Tell, con un arco largo de madera y flechas artesanales; nada que ver con los actuales, en que el arco se asemeja a una antena de televisión por sus muchos alargamientos y acoples metálicos, para mejorar el disparo. El arco recurvo, o clásico, es el que se utiliza en las Olimpiadas, con doble curva en forma de “S”, lo que incrementa la fuerza del arco y suaviza el disparo. Se permite añadir diversos aditamentos para incrementar su estabilidad y precisión, así como la colocación de visores (elementos para apuntar) y clickers (elementos para ajustar la abertura). En cuanto a las flechas, han evolucionado desde la madera inicial, a la de hoy en que se sustituye por la fibra de vidrio, más ligera y resistente, e incluso es mejor la actual por la mínima parábola que describe la saeta en su recorrido.
La diana oficlal es de 1,22 metros de diámetro y se coloca a 1,20 metros del suelo, a diversas distancias (de 30 a 90 m.), según la categoría federativa del arquero. Los frontales de la diana están hechos de papel y sujetados en una esfera de paja. Hay que combinar precisión, pulso y fuerza, aunque como en todo, “cada maestrillo, tiene su librillo” y así, tenemos campeones del tiro con arco que son diestros o siniestros en su colocación y apunte.
El propio “Cañón” hizo gestiones para federar al conjunto, denominado Grupo Arquero Betania, el decano a nivel nacional y a continuación, comenzaron a celebrarse Torneos de Tiro con Arco en las fiestas de La Magdalena. Además de los arqueros locales, acudían de otras ciudades, pues nunca hubo muchas competiciones de este milenario deporte. Téngase presente que el tiro con arco, así como el atletismo, la natación y la lucha, estaban en el programa de las primeras Olimpiadas en la Grecia clásica, allá por el siglo VIII a.C.; han pasado ya unos 2.800 años desde entonces y en lugar de medallas de oro, plata o bronce, se daba una corona de laurel al vencedor, quien se convertía en el héroe eterno para sus vecinos.
Venían aquí a competir equipos desde Cataluña y Cartagena, así como del vecino Centro Excursionista Eldense, que acudieron inicialmente para observar y aprender y asimismo, tener ellos esta sección deportiva e igualmente, se unían a la lista de arqueros en nuestras fiestas. El más conocido de los eldenses fue Salvador Esteve, joyero, quien con el paso de los años fue presidente de la Federación Española. Su hermano Armando, también joyero y relojero por tradición familiar, ejerció como tal frente al Casino.
En diversas ciudades de España se celebraban simultáneamente pruebas, el Torneo Nacional Postal y cada Club de Tiro con Arco hacía deporte de superación; o sea, superarse a uno mismo, disparando un máximo de 36 flechas y pudiendo conseguir hasta 10 puntos por flecha. Un árbitro enviaba las puntuaciones logradas a Madrid, sede de la Federación Española, donde coordinaban resultados para elegir a los mejores con vistas a una selección de arqueros y arqueras.
Nunca tuvo este equipo Betania de arqueros, muchas ayudas económicas y se lo tenían que costear casi todo; si bien esto es algo idéntico a la mayoría de deportes y grupos en sus comienzos; o cuando no son deportes masivos, como es este caso. También se unió al grupo alguna que otra fémina; por ejemplo, una vecina, Paulina, iba a veces a tirar, junto a su marido, José Antonio Belda “el Pelirrojo”. Otra mujer en el grupo fue Magdalena, hija de Pedro Abad, miembro del equipo local. Otro torneo disputado en nuestra provincia durante años fue en Cocentaina, al que se desplazaban y en el cual, triunfó “Cañón” un año, según me cuenta él. Una anécdota de Tomás que me relata Ramón “Cañón”, es que en una ocasión, le vistieron con un taparrabos para llevar a cabo una broma y parecerse mucho más a Guillermo Tell; pues era su doble casi perfecto, con la gorra verde y debido a su altura y complexión muscular.
Se desplazó con sus compañeros a diversas ciudades como Madrid, Cáceres, Santander, Alicante o Valencia para competir en Torneos de la especialidad, y conservan sus hijas unos cuantos trofeos, que por otra parte, alguno se ha perdido al no saber dónde se dejaron en su día y otros, continúan en su casa natal, hoy deshabitada.
Me relata su hija menor, Anita, una anécdota de un viaje a Cáceres en pleno verano; ella acudió con su papá, pues como toda niña, era su héroe y quería verlo y acompañarle en cuanto pudiese. Fueron hasta allí en tren y para el regreso, alquilaron un 600, en el que iban como sardinas en lata. El coche no estaba en su punto de mecánica y echaba algo de humo; conducía otro arquero de Alicante y le acompañaban “Cañón”, así como su padre, Tomás y los bultos de material: arcos y flechas y algún trofeo sobre las piernas de todos ellos. Ella iba sentada encima de aquel frágil material debido a su menor peso, así como de una maleta. Parecían por lo que transportaban y la humareda, una de Sitting Bull, en retirada de una película de indios modernos y motorizados.
Antes, en Cáceres y debido al calor, Tomás puso en el suelo como colchón, hojas de periódico que, al levantarse, debido al sudor pegajoso, se habían destintado las páginas, cuyas letras quedaron adheridas a su espalda, cual si estuviese tatuada; lo que produjo la risa de todo el grupo.
Para conseguir un buen disparo con el arco, era necesaria mucha fuerza al manejarlo y llevaban colocada una funda de cuero en el brazo izquierdo, para protegerse del hilo o cable que al soltarlo vibraba y podía cortar una vena. Mientras se apunta, el arquero no ha de respirar siquiera, pues un solo milímetro que se mueva la punta de la flecha, equivaldrá a muchos centímetros de separación en la diana.
Tras dejarlo “Cañón” cuando sus facultades comenzaron a declinar, Tomás, igual que el resto, fue desconectándose paulatinamente a pesar de su mucha afición al arco, si bien lo practicaba aún en su huerta y lo compaginaba con la bicicleta de carreras, acompañado de su hermano Alfredo, ciclista de toda la vida. Por otra parte, Paco Serra me cuenta que el equipo fue deshaciéndose al no disponer de local social; inicialmente entrenaban en el Campo de Deportes e incluso les dejaron un pequeño cuarto, como almacén para guardar los materiales, pero en ocasiones, algunos gamberros destrozaron la uralita y robaron o rompieron los arcos y flechas y había que repararlo todo. De allí, pasaron al Polideportivo Cucuch, donde se celebraron incluso alguna que otra prueba, pero era evidente que se iba a menos.
En su día se casó con Mª Teresa y tuvieron dos hijas, ya presentadas: Mª Teresa, esposa del constructor Paco Cid y Anita, la más joven, las cuales me han relatado gran parte de esta biografía y aportado fotografías, en una de las cuales Tomás recibe un trofeo de la Diputación (año 1959) y se ve a Paco Serra, hijo, el procurador, siendo un niño, con un flequillo triangular, quien también fue arquero con el paso de los años y cuya historia relataré en otra ocasión futura.
P.D.- La próxima biografía será la de Julián Fajardo Méndez (judoka y ciclista). Si conoces datos o la historia de algún/a deportista de Novelda, incluso de persona fallecida; o de un club local, actual o desaparecido, telefonéame al 633 252 500 (Vicente). Gracias
Cómo pasan los años al recordar a los que se nombran aquí y que ya no están. Gracias por este escrito y Tomás fue un buen deportista, así como su hermano Alfredo.
Los años que hacía en que no leía nada en la prensa sobre los dardos. Sigue así, Vicente, haciendo recordar deportes minoritarios y deportistas desaparecidos o arrinconados.
En cuanto a este hombre, Tomás, un saludo para su familia
A mí me vendría bien esta clase de deportes más quietos o tranquilos para relajarme, tras correr.
Debe ser interesante probar a ver cómo se relaja el cuerpo, al apuntar con el arco.
Me ha gustado la historia y no conocí a este señor.
Buenas fotos y mejor aún, el escrito. He podido recordar datos y personas de aquí, ya desaparecidas. Me ha gustado y que sigan estas historias.
Recuerdo de chaval en que me llevaban a ver este campeonato y quise también ser arquero. Admiré a aquellos hombres y debería repetirse actualmente en fiestas.
Interesante historia. Se lee cómo eran los deportistas hace muchos años, con su artesanía y remiendos para poder practicar lo que les atraía. Me ha gustado.
Gracias a los comentaristas por su aportación. Confío en que los próximos escritos también os agraden.
A continuación, aparecerán sobre un judoca (81); un triatleta (82); un equipo de dardos (83) y uno de artes marciales (84).