Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

LA CALLE PRINCIPAL

Ya no llueve sobre las baldosas de la Calle Principal. El sol bruñe las azoteas despistadamente colocadas y las últimas gotas escapan, a regañadientes, a su cielo de cobijo y reunión. Es una arteria empalagosa, retorcida, heredera de una barroquismo cansino, que sirve más para despistar que para ordenar. Hay ejecutivos, escritores, actores, putas y curas que se dan los buenos días para por la noche merodear las pertenencias de un vecino confiado. La calle principal carece de silbatos y ademanes policiales, porque son ellos, los viandantes y conductores quienes fabrican a su modo normas espontáneas que se renuevan a cada jornada.

Protegidos de la inclemencia que se despide, están bajo una marquesina de autobús dos imberbes embarcados en un proyecto que añada más caos a la vida en la calle, y alguna holgura económica a sus raídos bolsillos, esqueléticos y colgantes como el gaznate de un niño pobre. Uno le dice al otro que aquel comerciante apesta a euros; mientras el otro le dice al uno que la viejecita que se traba al subir a la acera no podrá seguirles muchos metros. Ambos sopesan las ventajas y mermas de una u otra opción. Finalmente, será la anciana la que pague el desequilibrio social: la recompensa será menor, pero la garantía de la operación está asegurada.

A medio día ya cubre la calle principal unos poderosos rayos que fingen ser unos guardianes que no existen. Los ladinos adoptan un semblante de inocencia y caminan distraídamente mientras se aproximan a la viejecita. El mayor le da el alto y le solicita la hora con modos de urgencia. La mujer le mira… y cree conocer su destino. Esboza una frágil sonrisa, como despidiéndose. La mano izquierda de la mujer, temblorosa, abandona su garrote y hace un estiramiento de brazo que muestra a los coléricos ojos del muchacho una mano envuelta en arrugas y tiempos consumidos. Tarda una eternidad en desvelar el mensaje oculto que dibuja su reloj. Por fin distingue manecillas de segundero: “Son las diez, hijo. Son las diez”, paladeando vocales como salidas de ultratumba. El otro, el amigo más joven que husmea como un gato la comida que por fin se le entrega, da un empujón sutil, casi invisible, a la vieja que rueda por el suelo como una peonza sin control. Su cavernoso cuerpecillo es pasto de la velocidad y del humo de los coches que todo lo devoran, sacudiendo el fardo pesado que queda diseminado sobre la calzada a modo de las finísimas lluvias del amanecer. Los niños recogen el bolso que ha quedado huérfano y tirado, sin dueño, como ellos. Extraen el monedero. Lo abren y lo ponen boca abajo. Una pequeña hoja de papel antigua asoma por la ranura hasta que cae meciéndose y describiendo un vaivén juguetón. No aciertan a sujetar el papel. El mayor por fin le da caza, con su mano homicida, y lee su contenido con voz de triunfo: “Los vicios que atenazan la Calle Principal son insoportables. De continuar, pronto todo será ceniza y destrucción. Sólo podrá leer este documento quien haya infringido la Divinas Leyes de Orden. Su cuerpo sufrirá un envejecimiento inmediato. Con su pronta desaparición se continuará en el afán de la conservación de la raza”.

La cara de los niños se contrajo como antenas de caracol amenazado, y su carne lisa y fresca se alteró con brusquedad como si un terremoto interior hubiera apergaminado todas sus inocentes tersuras en una ahora justiciero y catártico.

Se hacía dueña de la Calle Principal una enorme mancha oscura, la catástrofe de un petrolero en la mar que apaga las luces de una bahía en la nada. La noche caía y volvía a adueñarse de celosías y masas de hormigón, ya algo más rectas, más alineadas. Al día siguiente, dos nuevos viejecitos llevarían, apoyados en su bastón, el secreto redentor bien guardado en su monedero, a la espera…. mientras disfrutarían de su último paseo por la calle principal.

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12 COMENTARIOS

  1. esto es un relato y no una exaltación a ladronzuelos, la literatura es la literatura, la buena litaeratura

  2. Vamos a ver CLaudio Rizo. No están mal tus filigranas literarias, pero lo que esta muy mal -aunque sea fición- es que exaltes a dos jovenes ladronzuelos que roban a una mujer mayor (no vieja) la tiran al suelo, y encima se asustan ellos tan inocentes, solo por lo que leen en un papel que llevaba en el bolso la pobre mujer.
    Piensa mejor lo que escribes Claudio y no te dejes llevar y baja, de esa aureola de muy buen escritor que te dicen que eres y tu inocentemente te lo crees.

  3. Claudio Rizo: un relato sencillamente FANTÁSTICO. Le felicito muy sincera y efusivamente.
    En cuanto al comentario del señor Kino (¿señor?), solamente decir que se «huele la tostada» de su envidia desde muy lejos; o eso, o es que el pobre no ha entendido nada, y la verdad…. no sé cual de las dos cosas me produce más lástima.

  4. Para entender lo que se lee ha de haber personas medianamente inteligentes que entiendan los términos que utiliza el escritor para relatar una historia verídica o inventada. Como se dice en el lenguaje culto , y a mi modo de ver, lo entremezcla con el lenguaje coloquial lo que hace precisamente que te enganche y te predisponga a disfrutar der cada frase plasmada en su artículo.
    No tiene nada que invidiar a ningún escritor afamado. Lo digo yo. Y no es porque me crea la más capacitada para discernir quién es buen literato o no, para nada . Como no quiero fardar, lo dejo así …. Suelo leer algún libro que otro, que es uno de mis placeres favoritos …La lectura.
    Una vez más, me ha «encantao «tu narración.
    Saludos Claudio.

  5. de ladronzuelos en las calles a ladronazos en las instituciones. Felicidades Claudio

  6. Pues a mí me encanta. soy amante de la lectura, escribo como afición, aunque sólo para mí, y por supuesto nunca a tan alto nivel, y no creo que haya necesidad de criticar un texto como si se sintiera ofendido… Al fin y al cabo, bien podría formar parte de una novela….

    Enhorabuena, Claudio.

  7. Felicidades Claudio. Hace tiempo que pienso que lo que escribes y como lo escribes es de un altísimo nivel. Dominas magistralmente la prosa con frases cortas, subordinadas, resaltando lo que te interesa, a lo que añades un vocabulario muy amplio. Ya sabes, un placer.

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