MEJOR A TIEMPO Y SABIENDO CÓMO
Es curioso comprobar que hasta en las tareas más cotidianas uno puede encontrar, sin buscarlo, una especie de túnel inesperado que le transporte en un golpe de vista a veinte o veinticinco años atrás. La mente, que gusta viajar a empellones de olores, sabores o imágenes, lo tuvo fácil aquel día para tomar el puente aéreo a mi infancia en cuanto lo vi; al instante en que ese objeto se posó entre mis manos cual pajarillo agradecido y descorrió el cortinaje del presente dejándome entrever el paisaje antiguo de una vida, la mía, iniciático y atolondrado. Me pasó hace poco, un sábado cualquiera llamado en principio a no responder a demandas sociales ni lúdicas, que me levanté con el propósito innegociable de dotar de cierta pátina de dignidad a lo que tras un viernes jacarandoso en casa con amigos había dejado el salón prácticamente convertido en un campo de minas o en el escenario de una reyerta entre cónyuges despechados. A eso me di, a la mañana de ese sábado, en buena lid, con saludable humor y con todavía cierto resto legañoso no bien expurgado zahiriéndome el lagrimal.
No lo suponía de okupa en casa entre la hilera de mis libros legendarios situados en un estante; más bien lo hacía abandonado a los vaivenes de un destino huidizo y desheredado de mi memoria y de mi tacto, al pobre infeliz; despeñado a un abismo ignominioso por mi falta de prevención. Confieso. Es lo que normalmente pasa si uno ha mudado varias veces de piel, por joven que aún sea, que más difícilmente recuerda qué escamas se le han desprendido en la bifurcación de un camino y cuáles otras siguen cubriéndole en el tráfago confuso y vibrante que implica el inicio de algo nuevo. En la portada de ese libro “hallado”, armada de un cartón sobrio aunque magullados sus vértices como si la mala vida por él hubiera deambulado, se ve a Simon Legree golpeando al tío Tom. Vívido y luciendo realismo a toneladas, como queriendo lastimar los ojos del lector con ese látigo… Se trataba de una edición coloreada en la que H. Beecher Stowe erigió un monumento contra el racismo y que valdría en su día de albañal y depuración de las mentalidades pútridas e infectas que a la sazón moraban por aquellos predios. Los suyos. En “La cabaña del tío Tom”.
Al abrirlo, sus tapas emitieron un latido dolido de cancela oxidada o desvencijada que me sugirió el reparo de quien vuelve a penetrar en el sobrecogimiento de una habitación demasiados años cerrada. Adentro, en los intestinos de aquel tesoro redescubierto, escuchimizado y silencioso, se encontraba el hatillo de cuartillas que mi padre me “instó” a redactarle, y a entregarle, día a día, capítulo a capítulo, en febrero de 1986. Quién sabe si ante mi rácana predisposición a todo lo que fueran palabras hiladas sobre un papel o, más cabalmente, por cualquier otra desangelada desmotivación que apreciara el autor de mis día en cuanto lo mío hacia lo escolar.
Cosas de la vida, el párvulo que ya no era y que veía entonces el libro como la personificación del tedio y la desesperación más claustrofóbica, transitó, en un hipo, de la obligación a la comprensión… y de ahí a la devoción. En nada. Apenas semanas. Y hasta hoy, ya mayorcito, en que no hallo día válido ni rentable sin hoja de un libro de por medio que me cuente, que me hable, que me diga lo que en su santo carajo disponga…
Fue el primer libro que por mis ojos se coló, de rondón. O sea, sin permiso. Pero bendita la orden inteligente que me dio papá, buscando quizá un escarmiento merecido a mi pasotismo… cuando, sin imaginarlo, con aquel chute de aventuras y latigazos literarios que me inoculaba, estaba ya despertando entusiasmos que me acompañarían y formarían para siempre.
Que razón tienes, muchas veces un olor, un paisaje, encontrar un viejo libro, y en medio de esas hojas descoloridas color teja, una nota enviada a tu primer amor, ese que te hizo que tu corazón latiera fuera de control y que se instaló en tu ser, sin posibilidad de hueco para otros amores, y cuando abres la nota lees lo que le escribiste con toda tu pasión de joven impetuoso, por esa emoción sin par, “Tengo tu dulzura impregnada en mi alma” esas palabras ya no las has podido olvidar, las llevas incrustadas en tu vida.
Feliz año nuevo Claudio.
muy bonito Claudio con el tiempo serás un excelente escritor
Leyéndote, mis pensamientos vuelan y me llevan a tu entorno, a tu lado. Cuentas las cosas de un modo que,me veo en tu salón tratando de ayudarte a poner en orden todo el desaguisado. De ugual modo, me centro en la bendita suerte, que tuviste, de hallar ese libro que significó tanto y que fue digno guardian de esas cuartillas. Segura estoy, que ese fue el comienzo y la inquietud que te lleva a escribir esos relatos maravillosos.
Yo misma, me aficioné a la lectura porque tuve una buena maestra, mi madre. conservo aún uno de sus libros preferidos. «Los miserables»de Victor Hugo.Ese precioso libro que encontré un buen día en el trastero de casa, y que guardo como si fuera mi mayor tesoro, y que también hallé entre sus páginas la hojas de una flor marchita.
Muchas gracias. Tus padres deben estar muy orgullosos de ti.
Bien Claudio, quien no a desnpolvado un libro y se a encontrado algo que lo ponga a pensar un rato.
Muy bueno lo tuyo y muy bien lo de tu padre.
Me alegro por los dos; por el tesón del padre y por el fruto esperado del hijo.
Enhorabuena a los dos y feliz año nuevo.
No, perdón, és un excelente escritor.
cada semana nos ofrece una historia, (menos mal ) y que yo leo con gran deleite, y vuelvo a leer. Has hecho, que sin ningún esfuerzo me adentre en lo más recóndito de tus vivencias, haciéndome partícipe de tu relato. Quién no ha tenido en sus manos un libro desvencijado y azafranado por el paso del tiempo. Ese, en el que un día ya muy lejano , fue cómplice de tus citas,de tus penas, de tus risas y de tus llantos, con esa flor marchita, que perdura a través de los años.
Gracias, Claudio. Aprendo mucho de ti.
Llevas camino de convertirte en un Messi de la escritura.
Gracias por tus fabulosos articulos que a mí personalmente me hacen creer más en las personas-
Claudio ¿has pensado en dedicarte a la escrititura de forma profesional?. Gracias a ND por servir de medio para que los lectores poodamos disfrutar de este elenco de articulistas.
Magnifico Claudio historias de la vida misma
Gracias infinitas a todos los comentaristas. Me deja muy feliz este recuerdo hecho a mi querido padre. Y feliz también por los objeto, en este caso un libro, que me sugirió este artículo y que tan milagrosos en ocasiones resultan. Un abrazo a todos desde este rinconcito de mi alma llamado Calpe. Hasta otra!