HOY QUE ES EL DÍA DEL PADRE…
Se les ha visto siempre como los duros de la película, cuando lo hay, en el fondo, muchos, como caramelos derritiéndose vencidos a un sol de mantequilla. Es sólo que han tenido que asimilar, sobre todo quienes ya han caminado décadas, el encorsetamiento obligado por las circunstancias de una generación que a lo mejor exigió demasiado de ellos. La sensibilidad no era premio ni aprecio en aquellos tiempos, ni lo delicado, y no digamos las frases afectadas de un calor impropio de quien llevaba los pantalones en casa (espantosa frase). Se desliza de esos quehaceres “masculinos” de la época, inevitables, quizá parte de las dificultades que encuentran en este tramo de sus vidas, más propenso al oído que a la boca. Pero van dando el salto.
En el Día del Padre, yo me acuerdo del mío. Pero no hoy, necesariamente. Diría que a todo momento. Lo tengo lozanísimo a sus sesenta y uno, vehementemente joven, para también ser abuelo, vaya, privilegio de los privilegiados, pues me tuvo a mí y a mis dos hermanos a tierna infancia matrimonial, lo que ha facilitado el “reencuentro” en igualdad (supongo que les pasará a muchos hijos) al tiempo que yo he ganado años. Nunca, en condiciones normales, se aleja un padre de un hijo; es éste, en un ingobernable momento de su trayecto, el que necesita levar anclas hacia no se sabe dónde, el que emprende una suerte de “exilio” o huída hacia adelante buscando conocer los misterios de la vida, hasta que se agota, o se llena… y regresa. Entonces, la esponja del aprendizaje sigue dando mucho de sí, en conocimiento y en relaciones personales hermosas, cuando uno, el hijo, tiene la sensación de que además de mantener fresco aquel referente de la infancia, puede seguir expresándose en un “tú a tú” nuevo con un padre que siempre le espera en el camino. Un lujo. Fíjense. Yo, de renacer, elegiría el mismo padre. Sí. Me resulta más dudosa mi primera creencia, en realidad, la de mi reencarnación, digo, ya sea apoyada en creencias religiosas, o en una fe necesaria, que la seguridad íntima de la segunda, gestada en la experiencia, en ese piel a piel de ese día a día que me acerca a un padre que ha cumplido y sigue cumpliendo, de modo formidable, mucho más de que lo yo como hijo pudiera devolver en un deseado estado ideal de justa reciprocidad.
Hoy no tienes corbatas, papá, ni colonias, que lo sepas, ni siquiera pagaré yo la comida, como regalo fácil y “cumplidor”. La culpa de esto último es tuya, sea dicho, por hacerme no sujeto a lo material y conforme con lo que me rodea. ¡Qué maravillosa enseñanza! Como esas otras tuyas de acercarme a los secretos de un libro, a la belleza de la escritura… Hoy te doy la gracias, públicas, desnudo, como se las da el famélico al que le procura comida, el desesperado a quien le alivia con una palabra de ánimo o… simplemente, el hijo agradecido que no encuentra el modo de devolver la gratitud, el viento a favor… que un padre, bueno y cariñoso, entrega a sus hijos en la travesía de toda una vida.
En el Día del Padre, yo me siento feliz por tenerte. Este día le dice y le cuenta muchas cosas a mi interior, brillando con un faro en mi alma que me guía y ayuda…
Gracias, papá.
Claudio, te felicito por este artículo, me ha gustado mucho, el único fallo a sido el ponerle un mes más de edad a tu padre jajaja por todo lo demás un 10.
Tuyo, simplemente. Razonado, sentido, pasado por el corazón y el cerebro y vertido en buen castellano. Para un padre, y yo lo soy, el mejor de los regalos.
Gracias, buen Claudio. Y feliz dia del hijo…
Un abrazo grande.
Luis
Claudio me has emocionado. Enhorabuena
Querido, queridísimo Claudio: Yo que no tengo casi pudor en mostrar mis intimidades idelógicas públicamente, que, a veces, casi injustamente, disparo contra todo lo que se mueve, tengo que reconocer públicamente, y con mucho pudor, que tu escrito me ha emocionado.
Ha sido el mejor regalo que me podías hacer, por emotivo para mí, claro, y por inesperado.
Con hijos como tu, y tus hermanos, se siente uno muy recompensado. Quizá demasiado.
Dios o la Naturaleza ha sido muy generosa conmigo, tanto que tengo unas ganas enormes de verte y abrazarte.
Yo también, pese a las lógicas diferencias generacionales, quería y sigo queriendo mucho a mi padre. Es un simbolismo, porque allí sólo están sus cenizas, pero me reconforta ir al cementerio y hablarle, como cuando era el día del padre e iba a su casa a felicitarle.
Gracias, de nuevo, querido hijo. Recibe un beso enorme de papá.
Por cierto, Claudio, aún me falta un mes para los 61. A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. No me añadas un mes.
Claudio, enhorabuena , escribes muy bien…. me gusta leerte. un abrazo; Rafael.
Yo estoy pensando en mi padre al leer esto…pero recuerdo que a su vez yo soy padre. Buen momento para empezar, o continuar, a crear un recuerdo y una forma de sentir así de hermosa. Ojalá me digan algo así dentro de algunos años, habré tenido exito en la vida.