Un millón quinientos mil
Vino a casa a mediodía, y vino para quedarse.
Lo conocíamos de oídas, como todos, y como todo lo que sólo se conoce de oídas, no se conoce bien.
Mal compañero, pesado y con malos augurios, pero se convirtió en nuestro compañero, y sí, vino para quedarse.
No faltaron amigos, que, alarmados por la fama que le precedía, quisieron librarnos de su compañía, aunque sólo lo fuera por un rato; pero al irse estos, él se quedó. También se quedó la familia, porque esa nunca se va; esa vive aquí, en nosotros.
Sobre el cáncer hay mucha información, información «pastelera», sensacionalista, de programa de la tarde de esos en los que, o se es una caricatura de Gay, o vives del polvo que pegaste con un torero, o esnifas cocaína por todos tus agujeros…, o no te contratan. Una información que, aparte del conocimiento histórico de una enfermedad antaño sin cura, crea sensación de rechazo, de finiquitado.
No se contagia, pero la sensación de «apartado» se crea igual. No se ve la más de las veces, pero al mirar se imagina.
Un millón quinientos mil españoles están enfermos de cáncer hoy, en este mismo momento, he oído en Radio Nacional. ¡Un millón quinientos mil! Ya no sólo de enfermos, sino de hogares que comparten su vida con él. Vuelve a leerlo, un millón quinientos mil. Son menos que los parados, sí, pero son para siempre. Esa cifra tiende a aumentar y, según la cirujana que se prestó a presentárnoslo, en pocos años la esperanza de vida bajará por su causa, a pesar de que las curaciones se multiplican día a día, pero también lo hace la cantidad de nuevos enfermos.
Realmente, aparte de las campañas comerciales que, unas veces de un producto y otras del contrario, santifican los parabienes de este o aquel género beneficioso para el cáncer en pos de su venta, sin pensar en las falsas esperanzas que proporcionan, nada está claro sobre qué es ayuda y qué es simple marketing.
Véase el pescado azul, condenado en el 2000 y llevado a los «altares» en el 2002 a base de campañas comerciales. No hay nada que nos asegure qué es bueno y qué pernicioso. Tampoco se sabe muy bien qué provoca su aparatoso aumento de visitas a mediodía, que es cuando se vuelve a casa de la consulta del Oncólogo con la mala noticia y pasa a ser tu compañero de por vida, y eso sí es malo.
El cáncer se cura hoy por hoy más veces que no, bien erradicándolo, bien haciéndolo crónico, pero facilitando una calidad de vida muy importante a los enfermos, y cada día que pasa, es un día en el que se avanza algo. Ya no es el «mal final» que conocieron nuestros antecesores. Pero seguimos teniendo miedo a hablar de él.
Enfermedad de larga duración. ¡No!, ¡Cáncer!
Arteriosclerosis Múltiple, Hepatitis, Gripe, Pancreatitis, Artrosis, Úlcera, Enfisema Pulmonar, Rinitis y Cáncer? una más, una como las otras, pero más abundante. ¿Es eso lo que crea el rechazo o miedo? ¿Qué es más abundante?
¿No sería esa una verdadera razón para querer conocer un poco más el destino que nos espera a muchos? Nos espera a muchos, y es para siempre, porque nunca se irá tu temor hacia él aunque haga años que lo hayas superado. Sí, pero ni es mortal de necesidad, ni es peor o mejor que otra enfermedad; es una enfermedad más.
Hay que empezar a lanzar las campañas por una prevención eficaz, sin alarmismos, sin entrar en el juego del sensacionalismo periodístico y publicitario dominantes.
Estas semanas se ha celebrado el día mundial de la lucha contra el cáncer. Siempre me han dado tirria los «días mundiales» contra algo, si hay que ir contra una causa, hay que ir siempre, todos los días ¿No? Pero es que es nuestro compañero, y si es su día, si es importante para él, se convierte en importante para mí. Supongo que más adelante celebraré el día mundial de la tercera edad, que para eso será para entonces mi compañera.
Qué cosas.
Joder(perdón), que pedazo de artículo.Me ha emocionado como hacía tiempo que nada me emocionaba. Uno cumple años (casi 61) y se cree, iluso, que nada va a conmoverlo. Tu artículo, Juan, me ha emocionado, y mucho. Hacía tiempo que no lo hacía y me has hecho sentirme más humano. Gracias Juan.Lo único que lamento es que intuyo quen esto es una historia personal y eso me entristece, aunque sólo sea por el gran sentimiento que me has hecho sentir.
No existe la larga enfermedad, tienes razón. Existe el cáncer. No es un infarto, ni una gripe pesada, es cáncer, y hay que afrontarlo como me temo que tu lo estás haciendo. Con valentía, con cojones, tirando para a adelante, como debe ser.
Eres un ejemplo y me temo que no quieres serlo. Sólo quieres que se cure,pero en el camino estás siendo un ejemplo y te admiro por ello. Sé que te da igual, pero lo eres, quieras o no.
El cáncer se cura, dices, y tienes razón. No soy médico ni conozco estadísticas, pero leo la prensa y el cáncer, como dices, se cura.
Que huevos tienes, Juan, y que me perdonen la expresión, pero no hay otra mejor.
Recibe toda mi admiración y mis deseos que todo se solucione lo antes posible.
Un abrazo.
¡Ánimo!!!! que es una enfermedad dura, pero no invencible, como muy bien ha dicho Wifredo hay que plantar cara a ese maldito compañero, la actitud ante ella es más importante de lo que muchos creemos.
Muchos que hemos pasado por ese duro trance te comprendemos, besos y a dar la batalla.
Emocionante y que llega al tuétano del ser. Felicidades Juan, es una fantástica reflexión de una realidad que mina a millones de familias en todo el mundo.
La sensibilidad con la que has tratado el tema, demuestra lo magnífica persona que eres.
Un saludo.
Cuando lo leí en tu blog me emocioné muchísimo, tienes razón está en muchísimas casas, espero de todo corazón que todo vaya bien.
Gran artículo, si señor.
Bien venido al club, amigo Olivares, porque algo amigos ya éramos o somos, me barrunto.
Impresionante artículo, con el dedo siempre puesto en la llaga. Esa inesperada visita que a veces se suma, tantas veces en nuestra querida España, al otro cáncer, el de la falta de trabajo.
No me has sorprendodo esta vez, con nombre y apellidos. Yo ya te intuía y esperaba.
Gracias por la emoción, amigo Olivares.
Un abrazo grande.
Luis
Estupendo, Juan, un artículo con todos los ingredientes para que cale en el lector y le haga reflexionar: honradez, claridad y corazón, mucho corazón.
El cáncer, coincido contigo, debe ser visto, de una vez por todas, como otra enfermedad más, ya que, cogida a tiempo, así se comporta; aunque tampoco resulte aconsejable subestimar la importancia que en sí tiene. Los extremos siempre son malos. Se la ha de mirar de frente, sin dramatismos, con confianza, como transmite tu artículo, y con la seguridad de que en la mayoría de los casos, en la inmensa mayoría, se consigue un final feliz.
Gracias, Juan, por dejarnos en estas líneas una reflexiones tan interesantes y verdaderas.
Un abrazo.
El cáncer es una enfermedad que nos puede llevar a la muerte. Ambas cosas, enfermedad y cáncer, las entiendo y sé cómo consolar a un enfermo o a los parientes del difunto.
Lo que siempre me desconcierta es el mal causado por los que llamamos «agentes de la naturaleza», como el reciente terremoto en Japón.
El problema del mal lo pregunté cien veces a los Profesores de Filosofía, Metafísica y Teología que ejercían su docencia en Roma, dode se supone que estás los mejores maestros. ¿Por qué Dios permitía este tipo de males?
Me dieron explicaciones bastante parecidas que nunca me resultaron satisfactorias. Sé que existe un comentario de San Agustín que me dio cierta luz; hoy, a pesar de internest no consigo dar con la argumentación del de Hipona.
Claro, transparente como el agua. Felicidades por llegar a plasmar tan claramente lo que el cancer llega a conllevar.
Un saludo.