Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

AUTOANTROPOTERRORISMO

Me refiero a lo que practica el hombre bomba, el suicida con pluri rendimiento, mal llamado suicida. Porque no se suicida solo, que es la primera exigencia del que se quita la vida. Suicida a los demás, a los que la quieren conservar como el mejor de los bienes. Es un suicida en cadena. Un auto-matón convertido en paradigma de la productividad negativa. Incluso un multiasesino incluido. “Yo y los que me lleve por delante”, como un lider de la muerte compartida…

El suicida se mata a sí mismo. No quiere su vida. Mata al hijo de su madre. A la tarea de aquella mujer durante tres tercios de año. El kamikaze, ama tanto a su vida que desea trasladarla al mejor destino, que entiende en otra dimensión, con el regodeo añadido de rodearla de la mayor cantidad de muerte de los que considera enemigos en su fanatismo. Es un prurito de superproductividad en la matanza. Incluida cierta peste a herorismo…Aunque sea a cambio del mayor auto descuartizamiento propio. De su puré sanguinolento personal. El antropoterrorista es un mamífero enfermo, enfermado no por la propia convicción sino por la presión del grupo. No es una criatura depresiva. Es un especímen en el sumum del propio aprecio y admiración como héroe. Lo que diríamos los valencianos, un hombre mascletá.

De un hombre que no quiere morir, como la generalidad de los delincuentes, te puedes defender, en cierto modo. Funciona con parámetros como los tuyos. No tiene enfermo el sentido de la evolución, que se alcanza perfeccionando el hecho de vivir, de continuar viviendo. Lo que hace prosperar el desarrollo de la especie. De un hombre a quien no solo no le importa la propia muerte sino que la considera un premio y una condecoración, resulta casi imposible defenderse. Porque le fallan los resortes todos que genera el amor a la vida. Le falla el instinto de conservación. Es el bicho de Darwin, vuelto del revés. Una revolución en la evolución. Un mamífero que mamó odio y afán destructivo, incluida su propia persona.

Le ordena matar un dios que lo quiere próximo. Y más, cuanto más mata. Incluido él mismo. Un mal dios. ¿Quién lucha contra eso y evita sus consecuencias? El kamikaze ya no es un hombre. Es una idea, llena de pólvora y metralla. Es la herramienta de un dios exterminador. Es la mayor expresión de fe en la explosión y la sangre. Y mide su éxito por lo cuantioso de su rendimiento de matador muriendo. Algo espeluznante. ¡Qué habilidad la de los conductores de almas que son capaces de llevar al ánimo de un hombre normal semejantes aberraciones!

Esto me lleva al sainete moral de de Juana Chaos. El que se suicidaba dejando de comer. Llevando a cabo el disparate hasta semántico, sobre todo, eso, semántico, de su tan mal llamada huelga de hambre. Este señor a quien ha suicidado es al Estado. Después de llevarse por delante a un gobierno indeciso y cobarde.
Pero volvamos a su huelga de hambre. A la huelga de hambre en general. Un trabajador en huelga no trabaja. Está en huelga de trabajar. Si se entendiera su huelga como las de los que dejan de comer, consistiría en matarse a trabajar. Y no es eso lo que hace el obrero en huelga. Lo que huelga en su caso es el trabajo. El que se declara en huelga de hambre, lo que realmente debería estar haciendo es comer a reventar. No está en huelga de hambre. Está en huelga de nutrición, que es todo lo contrario.

De Juana, ni en huelga de hambre ahora, ni en plan kamikaze entonces. Mató, también ampliamente, con sobreabundancia y productividad. Y desde lejos, seguro y a salvo cuando apretaba en botón…¡Cuanta clase de memos parlantes, asesinos satisfechos y no arrepentidos, suicidas suicidantes, criminales con garantías jurídicas y gobiernos y jueces disfrazados de madre Teresa de Calcuta, puede dar de sí una sociedad sin valores! Da un poquito de asco, a veces, ser prójimo de semejantes excrecencias de criaturas presuntamente humanas. ¡Cuánta mierda personal, encima, mantenida con nuestros impuestos!

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