Art. de opinión de Claudio Rizo Aldeguer

NUESTRO OTRO PUEBLO

Es una ubicación habitualmente periférica. Son verdaderos pueblos que prolongan la vida más allá de lo físico. Como un apéndice callado e inmóvil. Tienen el don de la eternidad, de puente levadizo, de vaso comunicante entre lo físico y lo espiritual, pues quienes a ellos acuden, lo hacen en el convencimiento íntimo de que sus palabras serán transportadas en el aire y entregadas a un destinatario al que ya ni abrazan ni besan, ni tocan ni ven. Vive próximo, aunque en una dimensión muy distinta al del pueblo cambiante, gritón, el de los bocinazos y del estrés. Una dimensión puramente sensorial.

Confieso que siento quietud y paz cuando por sus calles paseo, algunos domingos, empujando distraídamente las diminutas piedras que a mi paso acuden; entonces tengo la sensación de estar caminando por un pueblo fantasma, vacío, como cuando lo hacía a más corta edad por las aulas universitarias una vez éstas quedaban vacías de estudiantes tras el final de la jornada, o como cuando me adentro –aún lo hago- en una empresa en ruinas en la que sólo su desvencijada estructura dibuja tímidamente aquello que fue. Y entonces -no descrea, lector- mi mente, especialmente en esos lugares, se revela como una poderosa herramienta para fabricar submundos imaginarios, bellos, casi oníricos…, al modo de la recreación mental de un relato del que yo soy el protagonista.

Esa capacidad sólo se me despierta en determinados escenarios vedados a la velocidad y al ruido dañino. En nuestro mundo de cláxones, ocurre bien lo contrario. La gente llega a casa y lo primero que hace es encender la tele, o la radio. Haya lo que haya. Y entonces limpian, barren o chatean, lo que sea, pero siempre cobijados bajo el calor que proporciona un parloteo ininteligible o un sonido indescifrable a través de unos altavoces. Eso es lo importante, para muchos: notar “presencia”, sensación de no estar solos, porque la soledad, incluso la buscada, parece ser a veces insoportable o portadora de miedos inexplicables. Y considero un error de proporciones irrecuperables no familiarizarse uno con el silencio y con sus invitaciones a la reflexión. El oído, además del alma, muchas veces agradecería, por cierto, que no le entrara tanta porquería por sus orificios, sobre todo en esta sociedad de navajazos que entre los vivos nos hemos consentido.

Por eso, esos otros “pueblos” me atraen. Por la formidable quietud que en ellos se da, sólo entorpecida a veces por el piar de un pájaro o por el silbido del viento. Margaritas, azucenas de colores, rosas, gladiolos, claveles, orquídeas o crisantemos en otoño, además de sus seres queridos, agradecerían su compañía. Y no se vería más incordiado, se lo aseguro, que entre los vivos.

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7 COMENTARIOS

  1. No solo escribe bien, es un placer leer todos sus artículos, tiene la gran virtud de aportar cosas muy positivas solo con sus escritos y hoy en día eso no abunda, felicidades Claudio.

  2. Claudio, escribes muy bien y debes de potenciar al máximo esta virtud. Enhorabuena

  3. No puedo ser objetivo pues soy tu padre, pero que bien escribes .Un beso5

  4. Yo entiendo que estás hablando del cementerio ¿verdad? muy original escribir de algo sin nombrarlo en ningún momento, aunque a algunos nos cree dudas..jeje

  5. Los artículos de Claudio Rizo son, a mi parecer, preciosos a la vez que edificantes. Se intuye que tras de ellos hay una persona muy culta, educada y sensible. Yo le sigo en el periódico Información y en otros medios, y tengo el placer de decir que su manera de escribir, almenos en mí, siempre deja huella.
    No soy familiar, ni tan siquiera amigo. Soy una persona de 65 años y hubo una época en la que alguna tarde coincidíamos tomando café. Y sólo por eso, cuando nos cruzamos en la calle, me saluda cortesmente, y yo le devuelvo el saludo de igual manera.

  6. El artículo me ha gustado mucho.

    Aunque, con todos mis respetos, le sobran comas. La palabra ni nunca va entre comas (salvo licencias poéticas que no era éste el caso).

    Sin embargo, la palabra pues, siempre va entre comas. También salvo licencias poéticas.

    Pero, claro, si hay tantas licencias poéticas ya no estamos ante una artículo sino una poesía.

    En cualquier caso. ¡Bravo Claudio!

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