¿Quiénes son los santos?
reflexiones bíblicas a propósito del culto a la santa
Cuando hacemos un repaso del Nuevo Testamento, sobre todo en los saludos iniciales de las cartas a las iglesias, nos damos cuenta enseguida que ‘los santos’ son todos los creyentes en Cristo Jesús, todos los miembros de la familia de Dios: “Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a LOS SANTOS Y FIELES EN CRISTO JESÚS que están en Efeso” (Efesios 1:1); “Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino CONCIUDADANOS DE LOS SANTOS y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). ¿Es usted un creyente en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios viviente? Pues según la Palabra de Dios usted es uno de los santos, un miembro de la familia de Dios, hermano de todos los santos de todos los tiempos y lugares.
Dios es santo, totalmente separado del mal, la corrupción y el pecado. Según la Palabra de Dios, por la caída de nuestros primeros padres todos los seres humanos nacemos y somos pecadores, desobedientes y rebeldes a Dios, entonces ¿por qué cualquier verdadero creyente en Cristo es llamado ‘santo’? Porque ¡gracias a Dios Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores! (1Tim 1:15). Dios demostró su amor para con nosotros en que siendo aún pecadores e impíos, Cristo murió por nosotros (Rm 5:6-8). Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia… (1Pe 2:24). Y ahora, todo aquel que se arrepiente y cree en él recibe el perdón de pecados por su Nombre (Hch 2:38;10:43). Ahora los que creen son “santificados (hechos santos) mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hb 10:10).
Pero aunque todos los pecados del creyente han sido borrados por la fe en la obra de Cristo en la cruz, y es declarado ‘santo’ por su unión con Cristo, el Santo de Dios, eso es sólo el principio del camino de la vida cristiana: sobre esa base todavía debe seguir ‘santificándose’, con la ayuda de la gracia y el poder del Espíritu, luchando y apartándose de todo pecado y maldad para irse conformando progresivamente a la vida santa de Cristo: “…a la iglesia de Dios que está en Corinto, A LOS SANTIFICADOS EN CRISTO JESÚS Y LLAMADOS A SER SANTOS, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro…” (1Cor 1:2). La posición inicial recibida en Cristo debe desplegarse progresivamente en una vida santa. Esta es la voluntad de Dios, que “nos en Él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef 1:4), y no sólo individualmente, sino como Pueblo y Familia de Dios: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, NACIÓN SANTA, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1Pe 2:9). Para eso murió Jesús y para eso da su Espíritu.
Desgraciadamente, esta visión bíblica se fue perdiendo. El proceso de decadencia de la cristiandad comenzó ya al final de la era apostólica; progresivamente se fueron perdiendo las características de la Iglesia del Nuevo Testamento, y se fueron introduciendo elementos extraños. Después de tres siglos de persecución a los cristianos por parte del imperio romano, el proceso de decadencia llegó a un momento clave cuando el emperador Constantino (s. IV) cambió la política del imperio respecto a los cristianos, y en poco tiempo el cristianismo fue impuesto como religión oficial del Imperio. El matrimonio entre la Iglesia y el poder mundano se consumó, trayendo graves consecuencias para el cristianismo. La unión de la Iglesia con el mundo provoca que todos se hacen cristianos, pero cambiando los contenidos del cristianismo. Muchos que no han nacido de nuevo por la fe, entran en la Iglesia por otros intereses, llegando incluso a puestos de gobierno. Muy relacionado con esto, el bautismo pasa a ser un rito de nacimiento, más que una señal con la que se inicia el seguimiento de Cristo y la pertenencia a la comunidad de los que libremente han aceptado ser sus discípulos. Entre otras muchas cosas, la vida propia bajo el gobierno de Cristo que se expresa en ‘el sermón de la montaña’ de Jesús (Mt 5-7) comienza a ser sustituida por una ética más fácilmente ‘generalizable’ a toda la sociedad, incluyendo los poderosos, quedando como ‘consejos evangélicos’ para una clase de cristianos especializados: los religiosos. De este modo, la santidad como condición y vocación propia de todo el Pueblo de Dios, queda reservada para unos pocos, los cuales pasarán a ser ‘venerados’ por los demás creyentes.
Al ser impuesto el cristianismo como ‘religión oficial del imperio’, muchos entraron en las iglesias sin verdadera conversión y convicción, y la fe se mezcló con ideas, creencias y prácticas paganas, quedando corrompida. Luego la teología fue elaborando justificaciones para ese desastre.
La práctica pagana de la idolatría se adaptó en la Iglesia con la fabricación y veneración de imágenes. Se hicieron imágenes de Cristo, de María, de los santos, los ángeles… Como en Grecia y en Roma había un panteón de dioses, cada uno para una necesidad, María en sus numerosas ‘advocaciones’ y los santos son (ab)usados para disfrazar es práctica pagana: ahora se reza a Santa Bárbara cuando truena, a San Pancracio para tener trabajo, a San Antonio para encontrar novio… Son dioses paganos con nombres cristianos. Jamás se menciona en la Escritura que podamos orar o pedir a nadie más que al Padre, a Jesús o al Espíritu Santo. Jamás. Esta práctica se suele justificar diciendo que a María y a los santos se rinde un culto diferente, no de ‘adoración’, sino de ‘veneración’. Pero esto son justificaciones humanas sin base bíblica alguna:
El segundo mandamiento de la Ley de Dios fue echado a un lado: “NO TE HARÁS IMAGEN, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. NO TE INCLINARÁS ANTE ELLAS NI LES RENDIRÁS CULTO, porque yo soy YHAVEH tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos» (Éxodo 20:4-6). “Por tanto, tened mucho cuidado de vosotros mismos, pues NINGUNA IMAGEN VISTEIS EL DÍA QUE YHAVEH OS HABLÓ EN HOREB de en medio del fuego. No sea que os corrompáis y os hagáis imágenes, o semejanza de cualquier figura, sea en forma de hombre o de mujer..” (Deut 4:15-16).
La palabra hebrea para ‘imagen’ es la misma que para ‘ídolo’. Está más que claro que Dios prohíbe en su Palabra fabricarse imágenes de Él para rendirles culto: “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren. Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad” (Jn 4:24); pero prohíbe todavía más rendir culto a imágenes de otros que no son Él: “Le dice entonces Jesús: …está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto’” (Mateo 4:10).
Quienes conocen la Palabra de Dios, saben que no necesitamos intermediarios entre Dios y nosotros más que a Jesús, Dios y Hombre verdadero, por eso el único Puente entre Dios y los hombres: “Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Timoteo 2:5), “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12). En realidad “en Cristo tenemos libertad y acceso a Dios con confianza, por medio de la fe en él” (Ef 3:12). “Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo (es decir, a la presencia de Dios) por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, su cuerpo, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Heb 10:19-22). Si necesitas pedir algo a Dios, escucha lo que dice Jesús: «En aquel día PEDIRÉIS EN MI NOMBRE, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues EL PADRE MISMO OS AMA, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo he salido de la presencia de Dios» (Jn 16:26-27); “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que LE piden?” (Mt 7:11).
Querido lector, yo rendí culto a María, a los santos y a los ángeles, como buen católico. Como buen cura católico. Pero el Señor me abrió los ojos, y me hizo comprender la unicidad, centralidad y suficiencia de Cristo en la vida cristiana: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad; y VOSOTROS ESTÁIS COMPLETOS EN ÉL…” (Col 2:9-10). Comprendí que esas prácticas son una ofensa al Señor y un menoscabo de su gloria; en realidad deshonran también a María y a los santos. Comprendí que los creyentes somos conciudadanos de los santos, también de María Magdalena y de María, la Madre del Señor; ellas son nuestras hermanas y condiscípulas. Como de todos los santos, profetas y apóstoles, también de ellas podemos aprender importantes lecciones de fe, y pueden servirnos de ejemplo en nuestro caminar, pero no tenemos autorización bíblica para rendirles culto ni veneración. ¡Toda la honra y la gloria pertenecen al Altísimo!.
A quien desee profundizar en las lecciones que podemos aprender de María Magdalena, puede ver aquí mismo en noveldadigital “María magdalena: identidad y mensaje”, en:
http://www.noveldadigital.es/hemeroteca.php?dia=19&mes=7&anyo=2009
Plácido Ferrándiz
(http://laiglesiaennovelda.blogspot.com/)
¿Por qué la iglesia venera tantos santos. ¿No se supone que a Dios es al único que hay que adorar?
¿Por qué el culto a los santos?
Esta objeción completa la anterior. Muchos protestantes objetan no sólo el hacer imágenes sino el rendir cualquier tipo de culto a los santos. Hemos separado las respuestas para que quede más claro. He aquí algunas preguntas:
A pesar de haber leído las explicaciones referentes al culto a los Santos, siempre tengo algunas dudas al respecto. La primera es que, a través de este tipo de culto, podemos perder la atención de nuestro centro que es Cristo. Fácilmente, mucha gente cae en la petición de favores a los Santos como en una especie de acto supersticioso (…) Además, siempre me ha parecido que el culto a los Santos no es otra cosa que una especie de “sincretismo” que se ha producido luego de siglos de historia, en que la propagación del Evangelio se ha ido topando con pueblos cuyas mitologías estaban plagadas de deidades menores, a las cuales se le erigían templos en donde sus fieles realizaban sacrificios a fin de tenerlos propicios. ¿No es esto lo que se produce con los Santos hoy en día? J. C. (Chile)
Otra:
Quiero preguntarle por qué la iglesia venera tantos santos. ¿No se supone que a Dios es al único que hay que adorar?
Otra:
Hermano: si usted le reza a una virgen, le reza a una virgen muda. El único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo.
Estas objeciones repiten algo que ya hemos respondido en el punto anterior, añadiendo otros pormenores. Tratemos de responder.
Al hermano que nos enseña que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, no sólo le doy la razón sino que lo felicito porque está afirmando exactamente lo que enseña la Iglesia católica: sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo. Los santos que la Iglesia católica venera (venerar es honrar, y supongo que la persona que me escribe me entenderá, pues ella misma, si es buena cristiana, debe honrar a sus padres y abuelos) no son considerados como mediadores alternativos o independientes de Jesucristo, sino como buenos amigos e incluso en algún caso (la Virgen María) como familiar de Jesucristo (no creo que se anime a negar esto, al menos con la Biblia en la mano, puesto que allí Ella es llamada “la madre de Jesús”, “toma al niño –Jesús– y a su madre”, como le dice el ángel a José); y por tanto se les pide que intercedan ante él. Creemos que Ella sigue haciendo lo que hizo en Caná: enviar a los hombres a su Hijo y decirles que hagan lo que él les dice (cf. Jn 2,5).
Los santos que están en el Cielo, a quienes verdaderamente rezamos y honramos (sus imágenes, como ya dije antes, son un simple recordatorio como las fotos de nuestros abuelos –no creo que alguien crea tener a su abuelo encerrado en un álbum–) no son mudos, pues el libro del Apocalipsis, cuando habla de los santos que asisten al trono del Cordero, dice que ellos cantan un cántico nuevo delante del trono (cf. Ap 14,3). Y se puede leer su hermoso cántico en Ap 19,6-8.
Respecto a la veneración de María Santísima, hemos de suponer que Jesús cumplió más que ningún otro el mandamiento de “honrar a los padres”, por tanto, honró a su Madre, la cual es María. Nosotros simplemente intentamos imitarlo en esta honra.
En cuanto a los demás santos, sus imágenes, no cumplen otra función que recordarnos que esas personas fueron capaces de imitar a Jesús y que nos vamos a salvar si hacemos lo que hicieron ellos (imitar a Jesús); y como sabemos que están en el Cielo (lo dice el Apocalipsis cuando habla de la multitud de santos que asisten al trono del Cordero) y que sus oraciones suben a Dios como incienso (lo que también dice el Apocalipsis 5,8; 8,3-4) les pedimos que en esas oraciones nos tengan presentes a nosotros.
Si la idea de nuestros interlocutores protestantes acerca del “culto católico a los santos” es otra, debemos aclararles que lo que acabo de exponer es lo que pueden encontrar leyendo los documentos de la Iglesia, como por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia católica.
Esto no quita que algunas personas, católicas de nombre, tengan una actitud confusa respecto de la veneración que merecen las imágenes y los santos en general. Ignorancia de la propia religión siempre ha habido y los mismos apóstoles en los Evangelios discutían de cosas que fastidiaban al Señor. Pero no es ésa la doctrina de la Iglesia . Si algún católico venera una imagen de manera supersticiosa, no lo hace por ser católico sino a pesar de lo que enseña la Iglesia. También entre los protestantes hay quienes confunden cosas elementales de su fe; pero no podemos juzgar el luteranismo, o el calvinismo o el anglicanismo por lo que erróneamente piensa algún luterano o calvinista singular.
El culto de veneración a los santos se remonta a los comienzos de nuestra fe. En los más antiguos documentos de la literatura cristiana aparece que ya en los primeros tiempos de la Iglesia se tributaba un culto a los mártires y a sus reliquias.
En el s. IV se añadió el culto a los Obispos que sobresalieron por la santidad de su vida, y muy pronto también el de los anacoretas y otros fieles que con su vida de grande austeridad imitaron de algún modo a los mártires. La Iglesia al canonizarlos (o sea, al ponerlos de modelo, de canon) da testimonio y sanciona que estos hombres y mujeres ejercitaron las virtudes de un modo heroico, y que actualmente gozan de Dios en el cielo. De esta forma ellos se convierten para los creyentes en un modelo de santidad y en intercesores en favor nuestro.
Alguno me ha dicho que no necesitamos otro modelo de santidad que el modelo perfectísimo que nos da Jesús. Sería una afirmación que equivale a lo que dice quien nos escribe que Cristo es el único camino. Esto es verdad, pero no significa que no haya habido hombres y mujeres que, transitando el único camino que es Cristo, puedan a su vez transformarse para nosotros en ejemplo del seguimiento de Jesús. Así lo afirma San Pablo: Para mí la vida es Cristo, y la muerte es una ganancia… Hermanos, seguid mi ejemplo y fijaos también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes (Fil 1,21 y 3,17). Y a Timoteo le escribe: Seguid mi ejemplo como yo sigo el ejemplo de Cristo Jesús (1Tim 1,16). En estos textos vemos claramente que Pablo se pone a sí mismo y a otros como ejemplos de seguidores de Cristo, e incita a los creyentes a ser sus imitadores, como ellos lo son de Cristo.
La veneración singular a María (veneración que, para distinguirla de la que reciben los demás santos se denomina “de hiperdulía”, mientras que la veneración u honra que se tributa a aquéllos se denomina “dulía”, y el culto propio de Dios “latría”) está profetizada por el mismo Evangelio; San Lucas pone en boca de María en casa de Isabel: en adelante todos los hombres me llamarán bienaventurada (Lc 1,48). No podemos entender, entonces, por qué algunos protestantes nos condenan cuando la llamamos “bienaventurada”, pues no es otra cosa el honrarla o venerarla.
Justamente las cosas que usted dice en su comentario son esas ‘justificaciones teológicas sin base bíblica’ a las que me refería en mi artículo. USTED NO PUEDE ENCONTRAR BASE BÍBLICA NINGUNA PARA JUSTIFICAR:
– la distinción entre el culto de adoración y el de ‘veneración u honra’
– el mandato o sugerencia de rezar a María o a los santos
– su afirmación de que «nos vamos a salvar si hacemos lo que hicieron ellos (imitar a Jesús)»; el Nuevo Testamento nos salvamos EXCLUSIVAMENTE por la fe en Jesús; seguirle y obedecerle en una vida santa es una consecuencia posibilitada por la salvación.
Lo que pudieran pensar o hacer algunos cristianos de los primeros siglos NO ES NORMATIVO para la fe y la vida de la Iglesia. Sólo la Escritura lo es. La misma Escritura ya es testigo de que al final de la era apostólica se empezó a introducir en las iglesias la corrupción y la apostasía.
No es sólo cuestión de que algunas personas, ‘católicas de nombre’, confundan algunas cosas, es que LA DOCTRINA CATÓLICA DEL CULTO DE VENERACIÓN A MARÍA Y A LOS SANTOS ES DE ORIGEN PAGANO Y VA CONTRA LA BIBLIA. Entre muchas otras cosas…
Por último, aclararle que no soy protestante, aunque sí creo que la Reforma protestante es una estación clave en el trabajo de restauración de la Iglesia del Nuevo Testamento que el Espíritu de Cristo está llevando a cabo, de la cual la cristiandad se fue alejando paulatinamente desde el final de la era apostólica, entrando en un grave proceso de corrupción y degeneración especialmente a partir del matrimonio con el poder mundano.
Soy cristiano, sin más apellidos, un seguidor de Jesús, el Cristo, conforme a las Escrituras. Soy un miembro de la Iglesia de Dios que vive en Novelda, y por fidelidad al Señor he renunciado a todo otro nombre diferente de los que autoriza la Palabra para identificarme (cristiano, discípulo, hermano…), o a su uso sectario:
– soy católico, pero en sentido bíblico: miembro de la iglesia UNIVERSAL (la asamblea de los redimidos de todos los tiempos y lugares);
– soy evangélico, pero en sentido bíblico: considero el Evangelio del Señor Jesús como fundamento de mi fe.
Si desea conocer mejor lo que quiero decir (desgraciadamente hay que explicarlo), te invito a leer mi serie de artículos: “¿A qué llama ‘iglesia’ el Nuevo Testamento?” en http://laiglesiaennovelda.blogspot.com/search/label/Iglesia%20misterio%20de%20Cristo