¿Quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?. Es esta una canción triste, casi agónica; y es esa tristeza y esa agonía la que la convierte en real y fabulosa. Porque a medida que pasan los acordes de la canción de Sabina y la letra va calando, percibimos que ese mes de abril perdido son nuestros años de juventud, nuestros sueños, nuestras vivencias pasadas…; en definitiva, aquello que dejamos atrás en el camino de nuestras vidas y ya nunca podremos recuperar.
Después de todos estos años de acumular experiencias, nos damos cuenta de que no hay fin, de que la vida es un camino sin estación de vuelta atrás; ahora recuerdo esos sueños míos y veo lo diferentes que son al hoy que vivimos. Ahora es cuando yo me pregunto de verdad ¿quién me ha robado ese mes de abril?. A finales de los años 70 yo mismo imaginaba un futuro en el que la política no fuera una fachada de mentiras sin ideales. Hoy estoy viviendo ese futuro con decepción y tristeza y añoro la política de los primeros años de la Democracia. Hace veinte años, mis sueños eran que los políticos trabajaran por un mundo más justo, más equilibrado e igualitario, muchísimo más lejos de este mundo de cartón piedra y risas falsas en el que se han instalado los políticos bajo el escudo de las masas agradecidas y el dinero público. Ahora, en plena crisis, cuando más falta nos hacen líderes que nos dirijan hacia el final del túnel, resulta que están enfrascados en continuas peleas internas, luchas de poder y decisiones miedosas, por no decir cobardes, aderezado todo por vergonzosos casos de corrupción que están situando a la clase política cada vez más alejada de los ciudadanos. ¿Dónde está ese espíritu de la Transición?. Al pueblo se le está pidiendo demasiado y, todavía quedan muchas gotas por venir que pueden desbordar el vaso.
¿Quién me ha robado el mes de abril? Se lo preguntarán todos aquellos que sufren las consecuencias de esta crisis mundial, que aunque todos digan que se veía venir, nadie supo atajar a tiempo. Es muy fácil hablar con el colchón de la experiencia, pero hace tres años, en la cresta de la ola, era impensable el futuro que se nos avecinaba. A todos esos empresarios, trabajadores, a esas familias y amigos en paro también les han robado el mes de abril, un mes de abril que era el símbolo de una tranquilidad eterna y unos amaneceres plácidos. Ahora, cuando muchas personas han perdido su trabajo, el vacío que sienten en sus vidas es inmenso.
Sin embargo, cuando creemos que lo hemos perdido todo, cuando parece que no queda amor sino en las fotografías enmohecidas de otros años, cuando cualquier buena experiencia nos parece lejana, cuando todo nos parece acabado, lo único que tenemos para aferrarnos es la esperanza. La esperanza es lo único que quedó en la caja de Pandora, la esperanza es lo que queda ahora, en estos días de frío y crisis. Una esperanza de tiempos mejores y, ante todo, la realidad del hoy. Porque ahora es cuando hay que disfrutar del amor a la familia y a los amigos, a nuestras parejas, a nuestros hijos… Esperanza apuntalada en centrarnos en lo importante y pensar que todo es temporal. Pero, sobre todo, esperanza sin miedo. Tenemos que levantarnos una y mil veces y mirar cara a cara la realidad, afrontándola con valentía.
Ahora es cuando hay que salir de esa posada del fracaso, como cantaba Sabina en la canción, ya que si nos pueden robar el mes de abril, aquel que se «guarda en el cajón donde guardo el corazón», es que nuestros sueños pueden escaparse de igual forma. Como siempre, todos hemos vivido aferrados al futuro: las religiones nos lo han enseñado y nosotros mismos, en la quietud de la noche, hemos deseado otra vida, mejor posición social, mayor tranquilidad, que esa mujer nos mire, que esa primitiva nos toque. Hemos vivido deseando ese futuro que nunca ha llegado, olvidándonos así de disfrutar del presente que tenemos. Hoy veo a mi padre, que tiene 82 años, y entiendo que la vida es una lucha continua, sin parar ni un instante.
Ahora entiendo que lo que queda para siempre es la persona. Los años vuelan, las páginas de los libros amarillean, las canciones pasan de moda y se olvidan, los políticos fracasan y desaparecen de la escena pública, los cargos y los galones se borran el día menos pensado, los amores acaban y empiezan, las vidas vienen y van…, pero lo que queda es la persona, siempre en el recuerdo viviente de quienes nos conocieron, nos amaron y nos respetaron. Esa es la verdadera esperanza: el saber que alguien, aunque tan solo sea una persona, nos quiere tal y como somos; cuando por la noche, desnudos ante el mundo de nuestro hogar, nos despojamos de todo lo que aparentamos, de lo superfluo, de aquello por lo que somos conocidos o reconocidos. Cuando el día ha sido duro, cuando parece que no haya nada que pueda ir peor, llegar a casa y encontrarse rodeado del cariño de las personas que nos quieren sin fisuras toda la vida, es entender que la felicidad no es buscar y conseguir, sino estar y disfrutar.
Y ese es el mes de abril que no debemos perder nunca: aquella primavera eterna, aquellos días con mis amigos, aquellos ratos con mi familia, el deseo de vivir plenamente cada segundo hasta que ya no me queden más segundos en los bolsillos.
Abril evoca la nostalgia. Regreso de golondrinas, ocaso de últimas nieves, brote de vida en la primavera recién nacida. Pero no lo has perdido. Sabina es demasiado pesimista. Recuerda a Serrat: «Especialmente en abril, se echa a la calle la vida; cicatrizan las heridas, y al corazón, como al sol, se le alegra la mirada y se abre paso entre las nubes. Y apetece ir donde cubre a nadar contracorriente. En abril especialmente, en Buenos Aires, octubre» Yo, sinceramente, lo prefiero. No hemos perdido abril, ni vamos a esperarlo aquí sentados: iremos en su busca, para abreviar el tiempo del helado invierno.
Esos sueños, los tuvimos muchos. Es una pena que el ejemplo que nos dieron los políticos de la transición no se haya seguido. En estos días, se ve a las claras, que la derecha española, sobre todo, ha sido incapaz de avanzar con los tiempos.
Hoy, la mayoría de aquellos «demócratas» de toda la vida, se han quitado la careta, y su verdadero rostro, sigue oliendo a naftalina franquista. Por parte de la izquierda, sencillamente, se han aburguesado, y los ideales de antaño, se fuerón a tomar viento, confundidos entre aíres confusos y distorsionados.
Hace 20 años, que a mi y a mi familia se nos robó el mes de Abril. Pero no en un futuro político, económico o social. En un futuro que es más que eso, en lo familiar y en lo personal. Tu ves a tu padre aún. Dichoso tu, tu familia y tus ojos. Yo/nosotros no.
Se plantea uno de nuevo las circunstancias, y sigue hacia delante. Todos siguen hacia delante. Y de nuevo empieza uno a respirar esas mañanas, esas tardes, mientras TODOS LOS POLITICOS HACEN DE LAS SUYAS SIN IMPORTALES NADA DE NADIE. DEMAGOGIA BARATA. NO ES ESA NI HA SIDO NUNCA LA REALIDAD. La realidad con o sin trabajo es otra.
Estas palabras son las mismas con ropa o sin ropa. Pienso igual.