Artículo de opinión de José Penalva Navarro
Que pequeños somos los seres
comparados con el Padre Eterno,
tenemos tanta mescolanza
que no vemos nuestras adversidades.
Todo lo hacemos grande,
lo que nosotros hemos creado,
y sin embargo lo que Dios nos manifiesta
casi desprovisto está de contemplarlo.
Nos creemos con todo el poder,
y nos rodeamos de armamento
para poderlo defender,
y sin embargo la lección
que nos dan nuestras desventuras
y nuestras enfermedades,
no las sentimos como argumento
de una vida equivocada
a la que llegamos ya sin aliento.
Me da pena referenciarlo
y que aún vivamos con este letargo,
porque tan hermosa naturaleza
como lo es el cuerpo humano,
no sea manifestada y reconocida
con sentimiento espiritualizado.
Son las cosas de Dios Padre
tan sencillas de comprender,
que mucho bien nos hará
saberlas así y a la vez reconocer.
Naturaleza de Dios,
eterna belleza del alma,
que sembraste para ser
una grandiosa esperanza,
para que todo aquél que bien quiera
contemplarte en las montañas,
te pueda ver en los prados,
en el mar, y en las llanuras del alma.
Contemplemos al Padre Eterno y su aura,
porque lo veremos en todas partes,
y en el rincón más escondido de nuestra alma.
Que sea la luz de Dios
la que estabilice nuestra alma
y reconocer así la naturaleza,
aunque la veamos minimizada.
J.P.N.