Art. de opinión de Charly Rebel
“Y mientras le cobraba afición al negocio, descubrí algo: hay libros para vender y libros para guardar. En cuanto a estos últimos, se ingresa en bibliofilia como en religión: para toda la vida.”
Suele suceder que, cuando creas un personaje de ficción, un día cualquiera se te aparece por casualidad. Me pasó con la protagonista de El laberinto del castillo que escribí para el Betania 2008. Iba corriendo por la carretera que lleva hasta la ermita de Santa María Magdalena y pasó un descapotable rojo con una chica morena que se parecía la misma que imaginé cuando lo escribí.
Hace poco, se le apareció Charly a Lara Isabel, uno de sus personajes principales de su opera prima:Tu vida en mi caja.
El la obra, cuando escribo de Stephen King, nos cuenta que a él también se le apareció uno de sus personajes: el que conducía la camioneta que lo atropelló.
A mediados de los años 90 comencé a coleccionar libros antiguos de fotografía y una cosa me llevó a otra: monté la primera librería anticuaria on line española en1998. Utilicé el lenguaje HTML y,con un diseño muy elemental, la subí a la World Wide Web. Se llamaba Librería Anticuaria Rebel, aunque la dirección era www,sarrias.com (por cierto me llamó una persona de Barcelona para decirme que le había cogido el apellido con el que quería hacer la suya. Le dije que lo sentía, pero era el apellido de mi padre. Estábamos en plena fiebre de la compra de dominios para revenderlos).
Al día siguiente, estaba disfrutando de un día de mona, cuando sonó el “ladrillo” Ericson que era lo más en móviles por aquel entonces. Se trataba un señor que hablaba muy deprisa y me tuvo casi media hora,con la oreja ardiendo, contándome un sinfín de historias. Quería comprarme, en definitiva, el libro Lecciones de navegación para el uso de las compañías guardias marinas de Jorge Juan que estaba en la portada de la recién estrenada web. Le parecía increíble que tuviera un libro tan raro y difícil de encontrar. Por aquel entonces, yo no lo sabía; pero, en el mundillo en el que me movía se parecía me había convertido en una especie de Lucas Corso, personaje de El club Dumas, (de hecho recuerdo que un amigo me llamó así en una ocasión); y el comprador resultó ser Arturo Pérez Reverte. Con el añadido extra de que en esta aparición el personaje le vende un libro que buscaba hacía tiempo y considerado raro y de difícil localización.
Días después me compró varios libros de navegación. Me habló de un pique que tuvo en una subasta para conseguir el Atlas marítimo de las costas de España de Urrutia Salcedo. Meses más tarde, en el primer capítulo de La carta esférica, apareció esta anécdota en forma de novela. En esta caso fue la realidad la que se convirtió en ficción.
Agradecido por ser un buen cliente, por su trato afable (me invitó a visitar su biblioteca si pasaba por Madrid) y por su interés por Jorge Juan, decidí enviarle el catálogo que publicó la CAM cuando se inauguró el museo de Jorge Juan.
Una semana más tarde me llamó para agradecerme que el catálogo le sirvió de resorte para el artículo que iba a escribir para El Semanal.
Os adjunto el link para que lo podáis leer: https://arturoperez-reverte.blogspot.com/2010/12/jorge-juan-y-la-memoria.html
Realidad y ficción parece que se retroalimentan y conviven en fronteras poco definidas por la que transpiran o transmiten imágenes e historias hacia ambos lados.
Se suele decir “cuidado con lo que deseas”, pero habría que añadir: si escribes ficción, cuidado con los personajes que te inventas.