Tribuna de Opinión de Lluís Deltell
El pasado martes 17 de octubre, se firmaba en el Teatro Wagner de Aspe la firma del convenio del trasvase Júcar-Vinalopó. Supone hacer justicia con nuestros y nuestras agricultoras tras más de 600 años de reivindicación -sí, seiscientos- desde que en 1420 el campo alicantino así lo demandó. Una serie de infraestructuras y acuerdos que, a lo largo de los últimos años, han permitido que hoy el campo alicantino pueda respirar algo más tranquilo.
Este convenio, garantizará un suministro mínimo de 278 hectómetros cúbicos para nuestra provincia durante los próximos diez años, a un precio de 24 céntimos para los más de 22.000 usuarios que se beneficiarán. Finalmente, el precio a pagar, satisface uno de los principales reclamos por parte del sector.
La instalación de plantas fotovoltaicas que alimentarán las bombas, el incremento de la disponibilidad de las desaladoras así como el desarrollo de un plan para la mejora de la gestión y la reutilización del agua, han sido determinantes para poder alcanzar un importe razonable y justo.
Sin olvidar también el esfuerzo realizado por parte del Gobierno de España, que a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, dará viabilidad al proyecto firmado. Se espera que los primeros desembalses puedan realizarse en el primer trimestre de 2024, dando un balón de oxígeno a los productores de nuestra tan valorada uva de mesa.
Era el momento de poner fin a las absurdas guerras del agua, donde unos y otros, se tiraban constantemente los trastos a la cabeza con un gran tufo a electoralismo mientras nuestros agricultores contemplaban atónitos las consecuencias desastrosas del cambio climático en sus terrenos. Pero también es justo reconocer a aquellos que, hombro a hombro con las comunidades de regantes, han sabido negociar con serenidad y determinación; desde la sensatez.
El Ejecutivo Autonómico, liderado por el President Ximo Puig supo entender que la política del agua en los tiempos que corren, va más allá de simplemente el regadío, sino de la sostenibilidad y viabilidad de la sociedad misma. Y por su parte, el Gobierno de España, con una actitud dialogante y realista. Mientras algunos se dedicaban a agitar el campo y a crispar las calles, otros y otras trataban de garantizar un acuerdo viable y duradero en el tiempo, satisfaciendo a todos los interlocutores implicados. Y resulta que lo lograron.