«Un lugar donde vivir». Artículo de opinión de Francisco Penalva Aracil

La búsqueda de un lugar donde vivir dignamente y mejor que en el que naciste, ha ido siempre unido a la historia de la humanidad; y es un deseo natural, innato e instintivo del ser humano. Eso es lo que buscaban los andaluces, manchegos, murcianos…, que viajaban para encontrarlo, en viejos autobuses por caminos polvorientos y carreteras pedregosas. O en trenes sucios y lentos, que recorrían la triste y mísera España de la posguerra.

Y a los que llegaron aquí a Novelda, los llamaron de forma despectiva y burlona por algunos miserables «manchegos», y en esa ofensiva expresión entraban la gente de otras tierras.

Todos ellos trabajaron codo con codo con la gente de aquí, contribuyendo con su esfuerzo a hacer de nuestro pueblo un lugar mejor y con más riqueza donde convivir todos juntos. Hoy aquellas personas son unos noveldenses más, junto a sus hijos y nietos.

Aquí y ahora en estos momentos, también hay otros «manchegos», pero estos no son españoles. Vienen de Marruecos, Argelia, Europa del Este. O de Sudamérica que hablan nuestro idioma.

Si los que llegan vienen a trabajar y convivir honradamente con nosotros, son bienvenidos.

Pero aún hay individuos miserables y racistas, que los tratan de forma despectiva como si fueran personas inferiores, llamándoles «moros», o «sudacas».  Diciendo de ellos que son gente peligrosa. Muchos de los que llevan tiempo entre nosotros ya tienen hijos nacidos en Novelda.

No nos olvidemos tampoco de los africanos, aquellos «negritos» por los que pedíamos los niños recorriendo las calles con una hucha con sus caras el «Día del Domund», y por los que hoy, después de tantos años se sigue pidiendo, sin solucionar nunca los problemas en sus corruptos países, entre guerras fratricidas y crueles matanzas.

Extranjeros sí, pero seres humanos, que están aquí y tenemos que aceptarlo como la realidad multirracial que existe en nuestro País.

Pero desgraciadamente vivimos en un mundo cada vez más insensible a las desgracias ajenas. Vemos diariamente escenas de violencia y sangre en las noticias, con la misma rutina que vemos una película. Se nos está secando la capacidad que debemos de tener las personas de estremecernos, sentir rabia y rebeldía, «¡Ay! la añorada rebeldía», y no sumisión y conformismo ante la visión de las desgracias ajenas.

Hay tenemos como ejemplo después de tantos años de guerras, a los sufridos, atacados, invadidos, humillados y asesinados palestinos por un estado, el de Israel, y sus fanáticos ortodoxos que invaden su país empleando métodos criminales sin ninguna compasión, para apoderarse totalmente de él. Ante el silencio cómplice y el apoyo descarado y cínico de gobiernos, que se llaman democráticos y defensores de los derechos humanos.

                                                                        Firmado: P&A

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