En estos días se ve y oye por los medios de comunicación que el presidente argentino Milei está implicado en una inmensa estafa a los pequeños ahorradores de aquel país. Mi opinión es que no parece lógico que un presidente de nación vaya a estafar a sus propios votantes; quizás el principal engañado sea él mismo. Se verá.
De antemano, aclaro que si escribo esto no es debido a que yo haya caído en las redes de esta «inversión», sino que expongo mi opinión acerca de un tema actual y que cada uno reflexione antes de invertir sus ahorros. Tampoco tengo estudios ni títulos de Economía; simplemente lo expongo así.
Hace unos 25 a 30 años, se leyó en la prensa sobre el primer caso de una estafa piramidal. Una señora portuguesa, doña Branca, anunció «una inversión nunca vista», pues ofrecía un interés mensual del 10% del capital invertido. Inicialmente pagaría de su propio bolsillo ese interés estratosférico y los primeros inversores o incautos fueron su mejor propaganda, al divulgar que efectivamente cobraban puntualmente lo pactado.
La tal doña Branca anotaba diariamente los ingresos de los nuevos inversores y con una parte de ese capital, pagaba ese 10% prometido. También debió anotar los pagos o intereses abonados.
Muy pronto, los ingresos superaron a los gastos en una proporción desorbitada y sus apuntes se asemejaban a una pirámide con mucha base. Pero llegó un día en que ya casi no había nuevos inversores y los gastos equilibraban o incluso superaban a los ingresos. Se le había acabado a doña Branca «el cuento de la lechera» y desapareció del mapa con lo recaudado y estafado. Creo recordar que la detuvieron en Brasil, sin poder asegurarlo.
Posteriormente, ha habido otras estafas similares y todas tienen en común que el cebo para que pique el inversor es que inicialmente cobra lo prometido o pactado, pero posteriormente «el faraón de la pirámide» desaparece sin dejar rastro.
Y ahora vamos con el tema actual, las criptomonedas. Es una imitación en plástico de una moneda, que de un día para otro se evalúa en 30.000 euros y a los pocos días, ya no vale casi nada. Ningún banco central de un país las ha «fabricado», ni mucho menos las avala. El cebo está en que dicen que se puede ganar mucho dinero de inmediato, pero fíjense: ese «cerebro luminoso» que ha puesto en marcha este espejismo nos pide que invirtamos nuestro dinero en efectivo y auténtico, que es lo que pretende acaparar. Y yo recapacito y pienso; si alguien ha encontrado la fórmula para hacerse rico, no suele divulgar su invento, sino que, con el máximo secretismo, se enriquece.
Yo sé por haberlo leído que a lo largo de la historia hubieron personas que inventaron algo que era mejor que lo anterior para cualquier tema, ya sea en el transporte, la energía, la industria, la ciencia, la medicina, el armamento… y se guardaron su secreto hasta que la puesta en marcha del invento le supuso una cuantiosa fortuna por los derechos de su patente o la muerte si se negaban a colaborar con grandes multimillonarios de la industria.
Por tanto, si ese «cerebro luminoso» ha descubierto cómo multiplicar nuestro dinero, no me creo ni entiendo por qué divulga su «invento» gratis. Quizás conteste alguien, afirmando que efectivamente eso crece sin parar, pero afirmo casi a ciegas que es el cebo para que piquen los incautos inversores. Hay que ser alma de cántaro, o “tonto l´aba” para creérselo.
Por otra parte, si muchos se hicieran millonarios, el nivel de precios de todo crecería exponencialmente, pues habría mucho dinero en circulación y pobres de los que no hubiesen invertido. Sería similar a cuando ya hace unos siglos, llegaba a nuestro país el oro del imperio hispano. Fue fatal para el populacho de a pie, pues los precios aumentaron muchísimo y el oro se iba directamente a las arcas de los banqueros y prestamistas extranjeros.
En resumen, … a otro perro, con ese hueso.
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