El valenciano nos acerca al plurilingüismo
Hoy escribiré en la lengua hermana del valenciano: el castellano. Mañana dará comienzo unas votaciones insólitas en nuestro sistema educativo y, desde mi doble vertiente de madre y docente, me gustaría transmitir algunos conceptos clave para que las familias puedan ejercer su derecho a voto, a sabiendas de cómo influirá su decisión en el futuro de sus hijas e hijos. No entraremos a debatir los despropósitos de la llamada ley de Libertad Educativa y las repercusiones negativas que tendrá en la configuración del sistema educativo y en la inclusión social, sino que nos centraremos en plantear un escenario a efectos prácticos.
Hablaré con franqueza. Entre las numerosas bondades que podemos señalar de estudiar en valenciano, creo que es fundamental tener en cuenta el momento actual: vivimos en un mundo globalizado y para ser competentes tenemos que conocer varios idiomas. Saber valenciano nos hace más fácil esa ardua tarea, puesto que si lo aprendemos de pequeños, nuestros cerebros se hacen más flexibles y receptivos al aprendizaje de otras lenguas. El valenciano nos acerca al inglés, al francés, a otros idiomas y, por lo tanto, nos ayuda a ser plurilingües. Un atributo esencial para poder manejarnos correctamente en el mundo en el que vivimos.
La realidad es que si las criaturas hablan castellano en casa y tienen el valenciano como lengua base en el colegio, cuando terminen la educación secundaria obligatoria tendrán idéntico dominio de las dos lenguas. Ello les permitirá abrirse puertas en un mercado laboral cada vez más competitivo. De hecho, tendrán un abanico de oportunidades a su alcance: podrían trabajar en la función pública gracias a la obtención de los títulos de valenciano a los que va ligada cada etapa educativa: B1, B2 e incluso C1, si consiguen un 7 o más de calificación media en la asignatura de valenciano en bachillerato. Y, por supuesto, siempre será más fácil alcanzar dicha puntuación si los estudiantes han cursado más asignaturas en valenciano. También podrían optar a trabajar en Cataluña y las Islas Baleares, que forman parte del mismo territorio lingüístico y, con lo cual, tendrían más posibilidades de encontrar empleo. La vida da muchas vueltas y se desconoce dónde uno o una acabará fijando su lugar de residencia.
Tras evidenciar la importancia de optar por el valenciano como lengua vehicular en la escuela, con el objetivo de facilitar el acceso de nuestros hijos e hijas a un trabajo, podemos considerar el factor cultural. Sumar lenguas nos enriquece culturalmente. ¿Por qué renunciar a una lengua que es capaz de abrirnos la puerta a una nueva forma de expresión? Yo misma he sido testigo de las virtudes de los programas de inmersión lingüística de los años 80: mi promoción fue pionera en la introducción de la llamada línia en valencià en Novelda. Mis compañeras y compañeros, independientemente del idioma que hablaran en casa, tenían la misma soltura y flexibilidad comunicativa tanto en castellano como en valenciano. En cambio, el alumnado que ha estudiado en castellano y solo ha tenido el valenciano como asignatura, no ha podido desarrollar esa destreza en ambas lenguas cooficiales. Este perfil de alumnos y alumnas acude a mis clases para poder obtener el ansiado nivel C1 de valenciano, un título que les permitirá trabajar, pero que tanto les cuesta y se les resiste, porque lo han estudiado muy poco y nunca lo han hablado. Algunos, incluso, lamentan que sus padres y madres no los apuntaran al programa de valenciano, porque les está repercutiendo en la actualidad. En lugar de aprenderlo de forma progresiva, fluida y natural, insertado en el proyecto lingüístico de centro, lo aprenden de adultos, cuando tienen muchas más responsabilidades que atender y menos tiempo para exponerse al valenciano. Para mí, la idea que subyace es muy interesante: aprender en valenciano favorece la igualdad de oportunidades. Todo el alumnado debería tener el mismo derecho a aprender el valenciano desde pequeño. No podemos arrebatarles ese derecho a nuestras hijas e hijos.
Mañana, cuando votemos, seamos coherentes y justos: debemos elegir lo que más convenga al futuro profesional de los nuestros. Saber una lengua más nunca le ha producido malestar o indigestión a nadie, pero tener que aprenderla de adulto requiere mucho más esfuerzo. Mañana debemos decidir si sumamos lenguas o las restamos, si cortamos con la lengua hermana del castellano, el valenciano, o bien le damos continuidad, la mantenemos viva en nuestros centros educativos. Porque, en definitiva, votar por el valenciano es votar por las oportunidades.
Sandra Serrano i Mira
Profesora de valenciano en la Escuela Oficial de Idiomas de Elda y militante de la Coordinadora per la Llengua Terres del Vinalopó