El sufragio pasivo, es decir, la posibilidad de resultar elegido en un proceso electoral, está reconocido en nuestra Constitución Española. Toda la ciudadanía tenemos derecho a defender un programa político concurriendo a unas elecciones. Ser cargo público, ser político es, ante todo, una vocación de servicio público. Tener en tus manos la posibilidad de cambiar la realidad que nos envuelve y construir un futuro mejor. Ese es el gran poder de un voto.
La política municipal es especial, es la administración más cercana al ciudadano. Los políticos locales somos los que estamos «más» a pie de calle, codo a codo con nuestros vecinos y vecinas. Poder representar vuestras voces es, ante todo, un gran honor y una mayor responsabilidad. La gestión de los asuntos del día a día y los grandes proyectos que tenemos entre manos son un maremágnum al que se le hace frente con tesón y, en confianza, como uno buenamente puede.
Pero hay algo que marca la diferencia: la predisposición. La predisposición con la que un grupo político se enfrenta a una legislatura. Porque todos, sin excepción, somos vuestros representantes. En la cosa pública hay dos caminos bien diferenciados; por un lado, la vía del diálogo, del acuerdo y de la propuesta. Por otro, el del enrocamiento permanente en el no ¨porque sí¨. Si uno echa la vista atrás, ya en pleno ecuador de la legislatura, supone un buen ejercicio el reflexionar acerca de las posiciones en las que se ha situado cada uno o cada una. Ustedes me recordarán preguntando a viva voz en el Pleno: ¨ ¿si todos los presentes decimos estar a favor de la obra de reforma y digitalización del Mercado de Abastos, por qué ustedes votan en contra o se abstienen? ¨. De igual forma podemos pensar en relación con el nuevo aulario a edificar en el IES La Mola: ¿si todos los grupos políticos estamos de acuerdo en que es necesario renovar este centro educativo de nuestro municipio para fomentar la Formación Profesional, ¿cuál es el interés para el ciudadano en votar que no o abstenerse? Y como estas, otras tantas. Hay decisiones que son inexplicables, al menos para el que suscribe estas líneas. Pero será la ciudadanía, en última instancia, la que juzgará quién estuvo a la altura de los tiempos que corren y quién antepuso los intereses de Novelda a los suyos propios. Y todo, imagino, por rascar un puñado de votos. Los buenos y malos políticos.