Artículo de opinión de Francisco Penalva Aracil
El otro día mi mujer y yo estábamos en una verbena, y me encontré con Sergio un antiguo amigo. Se acordaba de mi, «bona nit» Paco. Le pregunte como estaba y no me contesto, Su aspecto no era malo, pero en las pocas palabras que pronuncio denote que había perdido mucha memoria, Mario su hijo, me dijo que tenia alzheimer, pero sin embargo recuerda cosas de hace ya muchos años, propio de esta enfermedad; Hace unos días me comento que quería ver a su padre -fallecido hace años- ir la casa donde nació. Lo lleve, y emocionado y entre risas entro en aquel lugar tan entrañable para el, en especial su patio donde aun esta aquel viejo limonero del que recogíamos su fruto, para hacer agua limón los veranos, ese día fue feliz. Si lo seria le conteste, pues cuando una persona va perdiendo sus recuerdos se sujeta como a una tabla de salvación a los pocos que le quedan.
Nos sentemos con ellos, y Mario fue a comprarle un helado, mientras se lo daba le gastaba bromas poniéndole crema en la nariz, y el, no paraba de reírse, lo abrazaba y le decía «que bé l´aquestes pasant pare». Me explico que había dejado el trabajo para cuidar a su padre, tenían una señora que les hacia las comidas y las tareas de la casa. Yo lo llevo a pasear todos los días, y en el silencio de la tarde escucha a cantantes de opera y se emociona, Pavarotti y María Callas, son los que mas le gustan. Y en las noches de luna llena, vamos al Castillo. Allí en la explanada, acostados en una hamaca, miramos las estrellas, el admira su perfección, su puntas bien definidas, su luminosidad.
Mi amigo Sergio vivirá lo que le quede de vida cuidado, mimado, y muy querido por su hijo. Mi mujer y yo nos fuimos de la verbena sin bailar. Pero contentos y emocionados al ver la entrega y el amor que siente Mario por su padre.
Francisco Penalva Aracil / escritor
Deja una respuesta