El noveldense José Antonio Cerdán ha vivido una experiencia única junto a su compañero Juan José Castelló entre los volcanes y glaciares de Islandia encima de su bicicleta. Un viaje que partió de Novelda y del que ha preparado un diario para compartir con todos nosotros.
I. Se acabaron las vacaciones y vuelta a casa. Pero este verano ha sido diferente. Hemos cumplido un sueño que teníamos pendiente desde hace tiempo: Viajar a Islandia y descubrir sus paisajes en bicicleta todo terreno (btt).
Dos amigos José J. de Alicante y Josan de Novelda, nos embarcamos en esta aventura btt que llevábamos preparando desde enero. Han sido seis meses de búsqueda en todos los sentidos: rutas, adecuación del kilometraje, planificación de la alimentación y equipamiento técnico adecuado a los días previstos. De lugares para visitar y pernoctar. De estudio de las condiciones geográficas y meteorológicas. Aunque en este apartado pudimos comprobar un lema cotidiano entre los islandeses: “Tú planifica que es la meteorología cambiante y adversa la que decide”.
Sin embargo, esa incertidumbre de la planificación, de los miedos personales a lo desconocido, a salir de la zona de confort, unidos a la vulnerabilidad propia de hacerlo en btt, no nos impedía ver que el viaje y el esfuerzo merecería la pena. Os contaremos algunas de las cosas que hemos ido descubriendo en nuestro afán de curiosidad por saber dónde nos aventuraríamos.
II. Islandia es una isla que se localiza geográficamente en el Atlántico Norte a mitad de camino entre Groenlandia e Inglaterra. Se halla ubicada en el eje de la Dorsal Atlántica, una cordillera submarina que se extiende a lo largo de todo el océano Atlántico de norte a sur y lo más significativo, que separa los continentes de Europa y América.
Consecuencia de esa gran fisura en el subsuelo oceánico es la intensa actividad magmática y geológica que se ha producido en el tiempo y la progresiva acumulación de los materiales volcánicos, ha dado lugar al origen volcánico de la misma, al igual que ha ocurrido con otras islas (Islas Canarias, Azores…). Este proceso eruptivo no ha concluido en la actualidad. Islandia está considerada por los geólogos como un punto caliente donde el magma se acumula por debajo de la corteza terrestre. Las últimas y más conocidas erupciones han sido las de los volcanes Eyjafjallajökull en 2010, y Barbadunga (2014).
Los rasgos físicos y meteorológicos han hecho de Islandia un lugar fantástico con gran presencia visual en la literatura y el cine: –Viaje al Centro de la Tierra- y películas –Juego de Tronos-. Idóneo para embarcarnos en esta apasionante aventura.
III. Por otro lado, su latitud cerca del Círculo Polar Ártico nos da en un clima oceánico frío con abundantes precipitaciones, incluso en forma de nieve en la zonas centrales de la higlands, -a 1000 metros de altitud en verano ya están por debajo de cero grados. Su situación en las trayectorias de las borrascas del Frente Polar hace que su meteorología sea muy adversa y cambiante. Comprendimos esto en nuestras vivencias cotidianas, la lluvia casi constante, las temperaturas entre 4-15 grados y los vientos que barren la isla en todas las direcciones: si no los cogíamos a la ida, nos daban de frente o de costado a la vuelta. En un trayecto que hicimos en la Ring-road costa Sur entre Kirkjubæjarklaustur y Vik, algo más de 70 km, tardamos en recorrerla 12 horas con viento en contra. Cuando lo normal era hacerlo en 5/6.
IV. Esta actividad volcánica y geológica unidas a las condiciones árticas de la isla origina y modelan unos relieves únicos y diferenciados a lo largo de toda la isla. Queríamos vivir estos lugares y comprender el significado de su naturaleza y los paisajes que la configuran en un espacio relativamente grande. La vuelta completa a la isla son 1300 km. para una extensión de 103.000 km2. Algo así como la Comunidad de Castilla-León y Cantabria juntas.
Las rutas que planificamos tendría que seguir esta idea y organizar los itinerarios en función de estas áreas geográficas:
A. La ruta por zonas interiores (higlands). Formada por altas planicies de carácter inhóspito y extremo, -la misma NASA ha hecho experimentos de supervivencia, simulando condiciones de planetas como Marte-: Es un paisaje salpicado de conos volcánicos, desiertos de ceniza e inmensas coladas de lava negra. De nieves e inmensos glaciares -los más grandes de Europa (Vanatjokull)- debajo de los cuales encontramos volcanes activos como decía anteriormente.
De estos glaciares parten numerosas lenguas que terminan en caudalosos ríos fácilmente desbordables, haciendo intransitables las pistas al tráfico normal. Prácticamente no hay asentamientos urbanos en el interior y carece de carreteras asfaltadas. Son de ripio y arenas volcánicas. Cerradas al tráfico la mayor parte del año, sólo se puede acceder en verano por pistas y caminos aptos a vehículos 4×4. Y en este caso por bicicletas de montaña pues hay que vadear ríos casi constantemente. Hasta unos días antes, incluso en la misma ruta ya, algunas continuaban cerradas por inundaciones, por lo que tuvimos que hacer trayectos alternativos de última hora, en el caso concreto de una pista de montaña entre la cascada de Gulffos y Haifoss.
En cambio, la exuberancia cromática de los higlands es extrema: manchas de colorido desparramadas por doquier: a las tonalidades verdes de la vegetación, le seguían las irisidadas de los materiales volcánicos: grises, ocres, rojos, magentas, negros… Y salpicado por las aguas frías y azuladas de los ríos y lagos que atravesábamos. Lo vivíamos como una policromía interminable de colores, tal como si estuviéramos inmersos en la paleta de un pintor impresionista. Especialmente intensa fue el área del Parque Nacional de Landmanalaugar. Nos dejó exhaustos por la belleza de sus contrastes: ahora lavas carbonizadas, negras como el tizón; ahora tierras sulforadas, bermejas, rosadas, grises; ahora jaspeadas o vítreas como las riolitas, muchas veces colonizadas por los musgos y líquenes que tanto nos llamaron la atención. Y cuando escribo esta crónica desde el recuerdo, conservo en la retina imágenes que aún no acierto a describir con la vehemencia que las vivimos. Trato de plasmar las emociones que el paisaje despertaba en nosotros pero la realidad fue más desbordante, nos sorprendía a cada momento y en cada curva del camino.
B. La ruta por el exterior de Islandia. Cuando bajamos hacia el litoral desde las altas tierras nos encontramos con la Ring-Road, la carretera que circunda la isla de la cual parten algunas ramificaciones que conectan las ciudades más importantes –Reykiavik, Selfoss, Vik, Hella, Akureyri, Bogarnes, etc. Esta ruta se caracteriza por seguir las sinuosidades de la costa y los numerosos acantilados que presenta. Nos animaba el paisaje con los azules grisáceos marinos con los acantilados y las playas de arenas negras. Sin embargo, fue la parte con diferencia, más incómoda del viaje por encontrarnos de repente con la realidad del asfalto y el tráfico rodado, después de transitar por la agreste y sorprendente higlands del interior.
C. La ruta por los campos geotérmicos, que se encuentran diseminados por toda la isla. Las fumarolas nos decían que, ¡cuidado!… estábamos pisando una tierra hirviendo: en cualquier momento iba a explotar como un geiser. Y las piscinas naturales termales, nos concedieron la generosidad de unos agradecidos baños con temperaturas por encima de los 36 grados, cuando en el exterior rondaban los 10 grados o estaba lloviendo.
A parte de estas delicias, visitamos los lugares donde se puede observar directamente la brecha que separa las placas tectónicas de América y Europa (área de Thingvellir). Además de las innumerables cascadas y gargantas que forman los ríos al salvar el desnivel orográfico entre el interior y las llanuras costeras. (Gulffoss, Haiffos, Skogafoss…).
V. Su naturaleza, aunque dura, nos ha compensado con la belleza agreste de su carácter en constante evolución. Recorrer parte de ella a golpe de pedal nos hizo sentir cada puerto de montaña, cada descenso, cada vadeo de ríos como algo único.
Disfrutar de la libertad que te da la bicicleta, donde transportas lo necesario con el hándicap del peso… Algo totalmente diferente a recorrer las distancias en automóvil que es quien te lleva sin esfuerzo. Un medio ecológico y sostenible de viajar. Una manera de vivenciar y sentir el paisaje apasionante. Ello ha supuesto también de una preparación física personal y un material técnico adecuado que nos permitió afrontar el reto con garantías.
VI. El sol de medianoche. Otro aliciente importante del viaje a Islandia, fue vivir el sol de medianoche. La sensación en nuestras latitudes de ver ponerse el sol durante todo el año, en las tierras cercanas al Círculo Polar no se da. Ahora en el solsticio de verano siempre había luz solar, más intensa durante el día y como una suave luminosidad durante las horas de noche. Necesitábamos antifaces para poder dormir con la “luz solar nocturna”. Bien en bicicleta o haciendo senderismo, los paisajes bajo esta difuminada luz cobraban una nueva dimensión y nos volvíamos locos disparando con la cámara lugares con tonalidades mágicas en las que parecía iban a salir las hadas y los elfos. Fue todo un acontecimiento fotografiar este sol en las horas nocturnas: contrastes emergentes de azules y lilas, montañas de nubes arremolinadas por el viento y la luz solar de fondo sobre un cielo límpido que nunca oscurecía, nos invitaba a permanecer en vela toda la noche, era como pecado visitar al dios del sueño.
VII. Y por último queremos recordar a las empresas colaboradoras que desde su humildad han aportado asesoramiento técnico, alimentario y económico. Sinceramente muchas gracias.