Prólogo
Jesús Navarro Alberola
Como muchos de los que se acerquen a este prólogo, conocí a Ramón Martínez en su etapa pública. Sin embargo, bastante de lo que sé de él me ha llegado a través de mi amado hermano Toni, que compartió con Ramón pupitres del Dehon, olor a borrador y muchas misas entre Solas y Soletas.
Venía a casa a jugar. Lo recuerdo muy formal,serio,con una mirada más profunda de la que corresponde a un chaval de diez años. Perdí el contacto cuando se marchó a estudiar a Salamanca. Al volver a verlo, ya era doctor y concejal. Sin embargo, me hacía gracia ver exactamente al mismo niño de rodillas peladas que jugaba desaforado con Toni, pero ahora con corbata y manejando poder político. Pero era la misma mirada, con el mismo trato exquisito, razonador y conciliador, sobre todo con los contrarios a sus ideas. Todos ellos guardan un gran recuerdo de su trato personal, con un nivel de estima, creo, muy superior a sus correligionarios ideológicos. En esto es gemelo a mi gran amigo y presidente de la Diputación, Carlos Monzón. ¿O quizá será Mazón…?
En esta novela que empieza en unas páginas y que ya deberían estar leyendo, porque los prólogos no son más que un impedimento para el disfrute verdadero, el pasado, el presente y el futuro se dan cita, se entretejen y se confunden en una madeja que empieza a rodar con la tensión que provoca el estallido de una bomba en la estación de AVE de Alicante. Es lunes, 17 de noviembre de 2025, y el atentado deja seis muertos y decenas de heridos. Enseguida, el narrador, en tercera persona, traslada el foco de atención al médico de urgencias José Martín Piquet (cualquier parecido con el doctor Ramón Martínez Piqueres es fortuito), que tiene que arremangarse y recibir a los heridos. Entre ellos, un pequeño de once años, Javier, con el que el doctor Martín se encariña, quizá porque le recuerda, por la edad, a su propio hijo.
Pero, como todos, el propio Martín fue alguna vez un crío de esa edad, que se abría al mundo y que lo observaba desde su propia perspectiva. En la novela, que oscila entre el pasado y el presente, las vivencias del padre de José Martín, Ramiro, abarcan desde la muerte de Franco hasta nuestro presente. Prácticamente, se terminó de escribir ayer. Y lo interesante de esa parte del relato es lo que se narra, próximo a todos nosotros, pues el pasado de José, que vemos mientras seguimos la pista de Ramiro y su esposa, se sitúa en la ciudad ficticia de Rabudo, que ninguno de nosotros tendrá problemas en reconocer. El padre, que por circunstancias termina trabajando como asesor y corredor de seguros, entra en política y sus recuerdos son también los nuestros como noveldenses. Los nombres de los personajes son muy reconocibles (Juan Crespín, Luis Gámez, Alonso Carrascosa, Mario Beltrán, Milagros Navarro…), mezclados con otros reales de la política nacional. Los sucesos, desde el asalto al Congreso el 23F, hasta las distintas legislaturas del ayuntamiento, pasando por acontecimientos nacionales que a todos nos conmovieron, como la violencia de ETA, son bien reales, aunque en muchas casos explicados desde el punto de vista del doctor Martín, trasunto de Ramón Martínez. Los espacios, para quienes nos movemos por nuestra querida Novelda, tampoco dejan lugar a dudas: el bar «Stop», el «Bowling Bar», el «Kalifa»… Guiños del autor a los lugares por donde se movió en su época de concejal; guiños, sin ir más lejos, a los bares en general. Como se dice en la novela: «Si uno quería enterarse de las noticias, había sitios mejores que la tele; y los bares siempre, en esta bendita España, habían sido uno de ellos».
Ese filosofar de los bares, uno de los deportes patrios que todos dominamos, salpica la trama de reflexiones sobre la política pasada, presente y futura, y aquí Ramón Martínez presagia un mañana próximo donde las peleas políticas pasan del Congreso y el plató a las calles, perdido ya por completo ese espíritu con el que fuimos bendecidos durante la Transición.
Otro de los aciertos de esta novela es, sin duda, la descripción de los procesos médicos, los entresijos del día a día de la labor de un médico de urgencias, las noches en vela, los conflictos familiares, las amistades de pasillo… Y, ante todo, los recuerdos de juventud. Solo por el capítulo 15, cuando la historia se traslada a Salamanca para una reunión de antiguos compañeros de universidad, vale la pena leer este libro. Esas páginas, cargadas de emoción sincera, de la que es difícil no contagiarse, son la mejor tarjeta de presentación para esta nueva faceta de Ramón Martínez.
Tú vivirás mejor que yo es el mensaje que todos deseamos para nuestros hijos. Esperemos que sea así. Quizá si todos pensáramos igual lo que se cuenta en las próximas páginas jamás ocurrirá. Entonces, la única verdad será la que habla desde el corazón a cada frase, a cada capítulo. Una historia que empieza en breve, ambientada en un futuro que, esperemos, no llegue nunca a hacerse realidad.