Hace un año el noveldense Antonio Ribelles y sus socios de trabajo Vicente Juan y Alfonso Riquelme sobrevivieron al terremoto de Perú del que fueron testigos, en primera persona, en Lima (a unos 150 kilómetros del epicentro del seísmo). Al finalizar la jornada laboral, desde la novena planta del hotel, Ribelles sufrió los dos minutos más largos de su vida que fue el tiempo exacto en el que se prolongó esta catástrofe natural que produjo más de 500 muertos y 1.042 heridos. “En esos dos minutos te pasa y te viene todo a la mente. Sientes la impotencia de no poder hacer nada. Pasa toda tu vida por la cabeza. Por la cristalera, veía a toda la ciudad moverse”, explicó Ribelles
Los noveldenses Antonio Ribelles, Vicente Juan y Alfonso Riquelme aprovecharon unos días de vacaciones para viajar a Perú y supervisar los negocios en el país andino. Aterrizaron el 8 de agosto y pasados unos días, concretamente el miércoles 15 de agosto, tras finalizar la jornada laboral, Vicente Juan y Alfonso Riquelme se dirigieron a sus respectivas habitaciones para descansar. Antonio Ribelles, por el contrario, subió hasta la novena planta para tomar un café.
A las 18.45 horas, aproximadamente, el suelo empezó a temblar. En aquel instante, Ribelles pensó que se trataba de algo normal en una zona sísmica como el Perú, “un terremoto ‘noveldero’ de breve intensidad, algo sin más preocupación”, señala. De hecho, según comenta Ribelles, “una señora de allí, quitándole importancia al asunto, nos dijo que nos colocáramos bajo un dintel y esperáramos todos allí”.
Sin embargo, aquellos 15 segundos se convirtieron en dos largos minutos con una intensidad de 6,5 en la escala Richter (el epicentro del seísmo se produjo a 150 kilómetros, con una intensidad mucho mayor, de 7,9 en la escala Richter). Pese a todo, todo el edificio comenzó a balancearse, “y aquello dejó de ser normal, porque incluso la cara de los mismos limeños empezó a desencajarse”, explica Ribelles.
“En esos dos minutos te pasa y te viene todo a la mente. Sientes la impotencia de no poder hacer nada. Pasa toda tu vida por la cabeza. Por la cristalera, veía a toda la ciudad moverse. El temor que teníamos era porque la estructura empezó a crujir, empezó a caer. Sobre todo, el polvillo de la escayola. La fuerza de la vibración hacía que las botellas cayeran al suelo, los televisores, las sillas y mesas se desplazaban del lugar… Cuando vi homigón caer al suelo, sentí pánico”, confiesa el noveldense Antonio Ribelles.
En cuanto finalizó el temblor, Antonio Ribelles y el resto de personas que se encontraban en la novena planta descendieron las escalas. La luz y el ascensor todavía funcionaban. Y, nada más pisar la calle, todos los turistas se encontraban en la calle a la espera de una nueva réplica. “Pero a la hora y media nos dijeron que ya podíamos subir, aunque Vicente, Alfonso y yo preferimos darnos una vuelta. Nadie se atrevía a entrar al hotel”, recuerda.
Tomaron un taxi y decidieron dar una vuelta por la ciudad, sumida en un auténtico caos y colapsada por el tráfico. Muchas casas estaban derruidas y, según leyeron en la prensa los noveldenses, murieron varias personas por infartos siendo producidos por los terribles efectos del terremoto.
Pasado un tiempo, se acercaron a una pizzería cercana al hotel. Allí se miraron las caras detenidamente, reflexionaron “y fuimos realmente conscientes de lo que acabábamos de pasar”. El terremoto alcanzó una intensidad de 7,9 en la escala Richter en el epicentro, cuya ciudad más cercana era Pisco. “Si esa misma fuerza se produce en Lima, el hotel jamás lo habría soportado, y todo el edificio se habría venido abajo”, confiesa Antonio Ribelles.
El terremoto del Perú ha ocasionado 503 muertos, 1.042 heridos y 33.939 familias se han visto afectadas por su fuerza destructora. Además, iglesias, hospitales y autovías han resultado gravemente dañadas, y 33.940 viviendas han quedado totalmente devastadas. Un ejemplo de ello es la ciudad de Pisco que, con una población de aproximadamente 54.000 personas, tiene el 80% de sus infraestructuras dañadas o perdidas.
El Ayuntamiento de Novelda y Cruz Roja han enviado una ayuda valorada en 9.000 euros.