Hace un año las tres parcas tejían el Destino de los mortales. De forma similar, el verano que trae consigo el calor, deja salir a “la fresca” a las noveldenses que dejan transcurrir con suavidad el tiempo en las tardes desde su portal, tejiendo los tapetes, las colchas del ajuar, las cortnillas, los visillos, los tresillos… hasta que el atardecer anochece
El arte de hacer ganchillo en una mecedora en el portal de casa y poder contemplar cómo las agujas conforman vacíos y franjas en un baile de puntos, ha sido, desde la memoria, el estado natural de las abuelas que sostiene la tradición. El tiempo para estas señoras lo marca la agilidad de los dedos punto tras punto hasta rozar lo nocturno que sofoca la claridad, con lo cual, la artesanía cesa hasta el día siguiente.
Los bodoques que compone Mari Carmen López es el calado que adorna la colcha veraniega que hilvana. Y es que el ganchillo está plagado de detalles tal cual las catedrales de bóvedas y rosetones. El matizado, el redondel, el ojete, son algunas formas que toma la arquitectura que dota de belleza la obra de las madres y abuelas que, como Mari Carmen, se afanan en crear con hilo. Esta actividad que confirió identidad al pueblo, comienza a escasear. La modernidad y la exigencia de la prisa resultan implacables con el tiempo y la dedicación que requiere el ganchillo, además de la paciencia y la habilidad para no perderse entre “vagas”, que son algo así como un punto mal hecho, una cavidad demasiado grande que obliga a volver atrás para rehacer la equivocación.
En la mitología las tres parcas tenían el Destino en sus manos. Puede que estas señoras tengan el Destino del ganchillo entre sus dedos. Mari Carmen López aprendió a hilvanar en el colegio, en los tiempos de “labores” esas eran las manualidades. Ahora la enseñanza del ganchillo se encuentra en uno de tantos saberes que han de transmitir las madres y abuelas a las generaciones venideras para que el visillo del sofá o la cortinilla del ventanuco no sean reliquias.