Mi "cuenta de la vieja" ante el I.P.C.
De vez en cuando nos "regala los oídos" el ministro de Hacienda o similar del Gobierno de turno, con noticias como: congelación de impuestos especiales en hidrocarburos, alcohol, matriculación de vehículos, electricidad, tabaco… Y en mi caso, he de autoexaminarme y calcular qué porcentaje de mis ingresos necesitaría para estos productos o servicios.
Por ejemplo, jamás he fumado y muy poco o nada me afectaría la variación del precio del tabaco. Pero hay que adelantar que el impuesto de precios al consumo (I.P.C.) lo prevé y calcula el Gobierno en base a la "cesta de la compra", en la que se incluye una serie de productos y servicios que casi todos consumimos o usamos: bebidas, teléfono (móvil), gas, cultura, ocio, gasolina, vestimenta…Pero ¡ojo al dato!, ese grupo de componentes de la "cesta de la compra" varía con el paso del tiempo, quizás porque el artículo/servicio se haya quedado obsoleto: ejemplo, una entrada para el cine, pues hoy se va menos al cine que en mi adolescencia.
Otras veces y aquí está la trampa, se saca de "la cesta" porque le interesa al ministro de Hacienda de turno, ya que ese artículo/servicio le desequilibraría sus cálculos; ejemplo: el precio de un aparato de aire acondicionado, ya que tendemos a instalarlo cada vez más, con lo que su aumento de precio sería superior al de la media del resto en "la cesta".
Y prueba de ello lo tenemos en el teléfono casero, convertido en el móvil actual. Hasta mediados de la década de los años 60, apenas había teléfono o televisor en casa del trabajador de a pie. Hoy es un objeto cotidiano en cualquier hogar o persona; supongo que los poseemos más del 90% de los españoles y casi lo mismo sucede con la lavadora en el hogar. En aquel entonces, eran artículos "de ricos" y no entraban en los cálculos anuales de mi casa. Hoy están al alcance de casi cualquiera; por tanto, interesa que estén dentro de "la cesta".
Si oigo que el apartado alimentación ha subido porque la carne de pollo se encareció mucho y yo fuese vegetariano, me diría: "a mí, plim, si no encarecen las espinacas o las zanahorias". Y por contra, quien a menudo consumiese pollo, tendría que apretarse el cinturón y eliminar el café, para ahorrar algo.
Esto del I.P.C. es como la velocidad media de un vehículo; si calculamos 100 kms/h. después de haber ido hasta Madrid, significaría que si hubiésemos puesto el piloto automático a esa velocidad, sin parar ni en semáforos, gasolineras, peajes,… llegaríamos al destino en el mismo instante que si aceleramos cuando se puede y reducimos cuando sea prudente, lo cual es habitual al conducir y al gastar dinero.
Pues, vale; si el Sr. ministro de turno previese para el año entrante el 2,50% de inflación en el I.P.C., significaría que si aumentasen mis ingresos en ese porcentaje, conservaría idéntico poder adquisitivo. Pero una cosa es el dicho y otra es el hecho; se dice que entre ambos hay un gran trecho. Yo solía telefonear todos los principios de año al Instituto Nacional de Estadística (I.N.E.), donde muy amablemente me informaban de inmediato de la variación del I.P.C. Si me decían que el aumento fue del 2,70%, significaría un roto o pérdida en mi bolsillo del 0,20%. Obviamente si por contra, el informe es que subió el IPC un 2,15%, habría ganado un 0,35% en mi capacidad adquisitiva. Claro está, que el I.N.E., como cualquier organismo oficial, no va a diferir mucho de la previsión gubernamental. Actualmente, este dato se puede averiguar por Internet; sin llamar.
Por tanto, mi cálculo lo hago así: al acabar el año, sumo el importe de mis 14 nóminas o pensiones (incluidas las dos extras) y sumo los ingresos netos, o dinero del que dispongo. Lo divido entre 14 y da un promedio o cociente. Este promedio (al que llamo X1) lo comparo con el del año anterior (X2). Si el resultado es superior a 1; por ejemplo: 1,032987… significaría que me han aumentado casi el 3,30%, con lo cual ese año habría sido un afortunado. Si el cociente sólo diese 1,02492…, sólo perdería el 0,08%, a pesar de haber cobrado más que el año anterior, pero no cubriría el aumento del IPC. Aunque en estos últimos años, a mí como a cualquier pensionista sólo nos aumentaron los ingresos el 0,25%, a todas luces insuficiente para compensar la subida del IPC; por tanto, cada año hemos ido perdiendo poder adquisitivo. Dejemos para los políticos las promesas de que lo van a equiparar al IPC; no me corresponde hablar a mí de promesas que casi nunca se cumplen.
Ahora bien, crezca o mengüe mi poder adquisitivo, dependerá fundamentalmente de lo mucho o poco que yo consuma/use cada uno de los productos/servicios incluidos en "la cesta". Me viene a la memoria un caso que me contó mi madre a veces, con el título de "Cuatro para vino", para definir lo que cada uno considera imprescindible y el vecino lo podría considerar de superfluo. Mi abuela Ángela, a quien no conocí, calculo que hoy tendría unos 130 años y contrataba, junto con mi abuelo Julio, para su finca de campo en un pueblecito burgalés: Grijalba, a algunos jornaleros cántabros o montañeses, conocidos de años anteriores. Entre éstos, destacaba uno llamado Jorde, quien era cumplidor en su labor, pero algo borrachín. Hacía su trabajo sin camisa; ¡qué atrevimiento!, allá por el año 1915. Mi abuela le preguntó por qué a él no le alcanzaba el sueldo para tener una camisa y sí al resto de sus compañeros. La respuesta de Jorde fue: "Patrona; si es que no me llega. Escuche y verá: cuatro para vino; una para…" Empinar el codo le era imprescindible y vital. Mi abuela le sugería que bebiese agua y Jorde ponía cara de asco; supongo que tampoco gastaría mucho en cultura, libros, periódicos… Por tanto, si en el IPC de aquella época se encarecía la cultura, "tararí que te vi" para él. Pero si subía el vino; "con la Iglesia hemos topado".
Por ello, concluyo que el I.P.C. es un promedio similar a la renta per cápita; no todos los españoles disponemos de ese promedio; habrá quien quede por encima y otros, por debajo del promedio o renta per cápita calculados. Lo que para mí puede ser sensacional porque apenas le influye en mis consumiciones (ejemplo, el tabaco), para el vecino puede ser ruinoso. Y para verlo reflejado, me he confeccionado un gráfico anual sobre un folio cuadriculado, con rectas que suben y bajan y en el que trazo cada año en color rojo el I.P.C. y en color negro mi variación de ingresos en la pensión con respecto al año anterior.
Ahí es donde veo claro mi saldo personal. Y sin haber estudiado Ciencias Económicas; es mi particular "cuenta de la vieja".
El ministro cuenta lo que quiere y le interesa. Bueno el escrito
No se calcula con los ingresos netos, sino con los ingresos brutos. Aunque me gusta la historia contada, por ser comprensible.
Gracias a los lectores, así como a quienes dejan escritos sus comentarios. La próxima es sobre los plásticos, ese producto tan vilipendiado últimamente.