«El fantasma de San Pedro», por Ignacio Mora, ambientólogo

La iglesia de San Pedro de Novelda sigue guardando secretos entre sus paredes. No hablamos de las íntimas confesiones de los feligreses para expurgar sus pecados, ni del milagro de la transustanciación de la ostia en cuerpo de Cristo. Hablamos de algo más terrenal. Noticia relacionada.

Hace más de veinticinco años el frío en la iglesia era un problema a combatir. Un edificio de las dimensiones del templo de San Pedro debe ser difícil de calentar, así que algunas medidas a tomar consistieron en cerrar los huecos por donde entraba la humedad y el frío.

La próxima vez que visite la iglesia diríjase al altar mayor, levante la cabeza y admire el techo de la cúpula de cañón que sustenta la cubierta.  Debe saber que lo que contempla es un falso techo, ya que justo encima existe un pequeño local, una pequeña habitación abovedada, la cual sustenta el verdadero tejado.

En estas bóvedas apenas sí entra algo de luz por un ventanuco, tragaluz que fue cerrado con un cristal y una malla hace veinticinco años. En la última visita a estas bóvedas, en busca de pistas de la existencia de fantasmas, hemos encontrado el suelo regado de cráneos antiguos. Bajo nuestros pies, envueltos en una patina de polvo y suciedad, se acumula un verdadero osario con más de 500 cráneos de pequeños pájaros y roedores esparcidos por el suelo.

El espíritu responsable de cubrir de huesos estas bóvedas ha pasado hasta ahora desapercibido. Un espectro sugerentemente blanco que contrasta con la oscuridad de la noche donde habita, una aparición que surge y se desvanece en cuestión de segundos sin hacer el más mínimo ruido, una criatura que surca la noche de manera fugaz como una sombra, el ente causante de unos gritos de ultratumba ásperos, guturales y desconcertantes.

Este ser bien podría ser un fantasma.

Al seguir avanzando por las bóvedas del falso techo, buscando con el frontal entre el polvo y los huesos, emerge en un rincón el fantasma inmóvil. Una lechuza se manifiesta para sorprendernos, o mejor dicho, su cadáver. Hemos venido a buscar los rastros de esta rapaz nocturna y acabamos encontrándola. Posiblemente esta hembra quedó tapiada aquí cuando le cerraron el ventanal.

Las costumbres nocturnas, sus vuelos silenciosos, sus gruñidos, su plumaje albo y su peculiar rostro le ha llevado a esta especie a ser el germen de múltiples mitos y leyendas como el de la existencia de fantasmas.

La lechuza (Tyto alba) es una rapaz nocturna protegida y clasificada en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas en la categoría de interés especial. La pérdida de hábitats, como el caso que nos ocupa, es el principal motivo de la alarmante disminución de esta especie en nuestra comarca. Este motivo hace urgente y prioritario detectar y conservar sus lugares de cría, conseguir el establecimiento de una nueva colonia residente y aumentar las poblaciones en regresión.

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