EL “SHOW” DEL ARBOLITO, (dirigido a los que aconsejan no regar en el monte)
Recordarán que en mi primer escrito acusé a los “organizadores”: Concejalía de Medio Ambiente, grupos ecologistas y la entonces patrocinadora, la CAM, de desentenderse de la reforestación tras acabar la jornada del Día del Árbol. El problema inicial estriba en que ninguna de estas entidades asume responsabilidad alguna; como máximo, te envían “a la otra entidad”. Este artículo lo redacté y publiqué en el año 2001 y, con pocas novedades, salvo que apenas existe ahora actividad al respecto por la crisis, pero tanto entonces como hoy, “la vida sigue igual”, como diría Julio Iglesias en su canción.
Fui en repetidas ocasiones con el grupo de voluntarios a reforestar por los alrededores de Novelda y ya cercana la siguiente edición, a finales de Noviembre me desplacé con mi bici de montaña para ver el resultado de las tres anteriores reforestaciones y el resultado fue deprimente; se merecían los organizadores el “cero patatero”. Veamos cada uno de los tres anteriores años que revisé:
El anterior invierno se decidió reforestar la zona de Los Montesinos, junto a enormes vertidos de casquillos de mármol y al pie del monte Cucuch. Se colocaron muchos y diversos plantones; los hoyos o alcorques ya estaban señalizados y parecía aquello tener mejor aspecto que en ocasiones anteriores. Pero por allí no hay pozo, acequia o fuente de la que coger el agua necesaria; mejor dicho, imprescindible para regar de vez en cuando. ¿El resultado? Apenas media docena seguían vivos; el resto, hasta los casi 2.000 plantones estaban “socarraos” o habían desaparecido, pisoteados, o comidos por algún conejo, quiero creer. Pero que nadie se equivoque si fue por allí entonces y vio algunos arbolitos ya crecidos; recordarán los voluntarios que acudimos que se plantó en medio de los que ya existían y que alguien hizo brotar en épocas pretéritas. Éstos, los crecidos, siguen solos; lo demostraba el grosor de su tronquito; pero los de la plantación multitudinaria a la que me refiero… mejor nos hubiéramos quedado en casa y no sirviendo para que “saquen barriga” y se feliciten entre sí los abundantes, más bien excesivos, “organizadores” que por allí pululaban.
A continuación, me trasladé al lugar de la reforestación efectuada dos inviernos antes, frente al barrio de La Estación, junto a los pilares del puente de la autovía. Este terreno tiene forma de cambio de rasante y ahí es donde se consiguió algo más positivo, ¿acaso iba algún alma caritativa y sensible a regar? De lo que vi en el tramo de subida, apenas quedó nada e incluso desaparecieron los plantones ya crecidos; se deduce que alguien fue allí a “cambiarlos de sitio”, como se dice ahora al verbo robar. En el tramo llano, comencé a ver algún que otro éxito entre lo que quedó; la mitad estaban secos y la otra mitad parecía que arraigaron. ¡Aleluya, el 50% de supervivencia! Y por último, en el tramo de ligera bajada, el terreno era más blando y por tanto, húmedo y suelto y casi todos los plantones lograron enraizar. “No me lo puedo creer”, exclamé contento. También pudo ser debido a que se plantaron ya algo más desarrollados; algunos de medio metro de altura; o quizás los estuvieron cuidando las personas que visitaban ese paraje oscuro de noche, pues vi por el suelo varios frasquitos de plástico (medicamentos); así como preservativos usados, estuches y cintas de casette; todo extendido por la tierra. En fin, si aquello estuviera más reforestado, quizás facilitaría aún más la discreción de los visitantes nocturnos.
Otro día, fui a ver el resultado de otra reforestación que habíamos realizado tres años antes y este fue el caso más patético; en “la rambla” del Vinalopó, frente a la chimenea que hay en la bajada del Castillo. El día de la reforestación aludida, recuerdo que abundaban los “organizadores” y decían entre ellos “¡Qué éxito de participación!”, por las muchas personas que fuimos a reforestar. Además, se llevó allí poco después, dos bidones que yo tenía en otro tramo en que habíamos actuado. Pensé que lo de “la rambla” tendría futuro, pero nada de eso se vio; todo se fue secando y hasta desaparecieron los dos bidones. Por si fuese poco, aquello fue pisoteado masivamente por un grupo de aficionados al parapente, a pesar de estar el terreno en llano y no en lo alto del monte, como sería lógico para su despegue, pero les servía de “pista de aterrizaje” y lugar de comentarios posteriores al vuelo. Les vi en algunas ocasiones haciendo prácticas con monitores y alumnos novatos, de los que empiezan corriendo y aprendiendo a abrir el paracaídas, o como quiera se denomine. Lo comenté en la Concejalía de Medio Ambiente, pero nada se hizo para evitarlo.
En resumen, los plantones los aportaba la Generalitat, cumpliendo de cara a la galería de futuros votantes. El Ayuntamiento colaboraba en la organización del Día del Árbol y dicen que en el mantenimiento posterior; no lo han demostrado nunca, que yo sepa. Y por último, la CAM era quien pagaba todo este show a tres bandas, pues ponía autobuses para el traslado; invitaba a un refrigerio con pizzas para los asistentes y les hacía algún regalo, léase gorras, camisetas, etc. y a veces, incluso regalaba alguna azada.
Pero, ¿y el resultado, señores “organizadores”? ¿Es que les da igual a ustedes el aspecto futuro de cualquier zona elegida para reforestar? ¿Acaso sólo les preocupa “salir en la foto” y cumplir ante sus superiores, o mandatarios de Organizaciones Ecologistas?
Proclamo de nuevo a los cuatro vientos que si no se riega, el fracaso es prácticamente seguro. Por esta zona no llueve lo suficiente como para asegurar la supervivencia de los plantones y este año es de los más secos. Ya sé que abundan los “ecologistas de salón”; aquellos que alegan lo de “no hay que regar, para que no se acostumbren”. Hubo otras épocas en que llovía más; había menos contaminación y mi suegro, quien tendría ahora 104 años si viviese, me contó que en su época de alumno, iban a reforestar por la zona de la subida al Santuario, a ambos lados del camino que ahora está pavimentado con casquillos de mármol. Calculo que sería alrededor del año 1920 y entonces, repito, llovía más que actualmente.
En fin, quizá hoy logre concienciar a los “organizadores” para que reserven una parte del escaso presupuesto; o mejor aún, en vez de poner nuevos plantones, que se dedique al mantenimiento de los que sobrevivan, para que un grupo de voluntarios vayan (yo me apunto el primero) con el camión cuba y garrafas o cubos, distribuyendo agua a cada plantón necesitado del líquido elemento. ¿Es pedir mucho? Seguro que el plantón lo notará positivamente y aumentará el porcentaje de éxitos.
Yo, por mi parte, a pesar de haber transcurrido los años desde que empecé a sentir la Naturaleza como algo mío, aún sigo reforestando y manteniendo una parcela de bosque de 14 hectáreas de superficie, que compró una excompañera de trabajo y al que acudo una o dos veces por semana, a un promedio de dos horas cada vez. Lo paso bien; aunque se dice que “sobre gustos, no hay nada escrito” ¿De acuerdo? Venga, ánimo y a mejorar lo actual, que da pena verlo.
Esto de reforestar parece que se ha acabado por ahora. No hay presupuesto y ningún organismo se echa adelante. Pero es cierto que un solo árbol que salga adelante, nos beneficia a todos, pues renueva el aire y atrae la lluvia, tan necesaria para la vida de todos, personas, animales y plantas.
Yo también fui, como se dice aquí, en mi época de colegio, a reforestar por los alrededores, pero siempre que acudí de nuevo para verlo, aquello estaba seco. Al comentarlo en el recreo a mis compañeras, poco a poco nos desilusionamos y ya nadie va a poner pinitos ni otras clases de árboles. Es una lástima.