¿Estamos ante una segunda transición?
Durante las últimas semanas hemos asistido a dos hechos de especial trascendencia para nuestro país: las elecciones al parlamento europeo y la abdicación del Rey Juan Carlos.
El resultado de las elecciones es un buen termómetro de lo que está ocurriendo en la sociedad española. El Partido Popular ha ganado estos comicios aunque, todo hay que decirlo, ha sufrido un importante revés y muchos de sus votantes se han quedado en casa descontentos con la política de austeridad y ajustes que se ha tenido que hacer para que nuestro país comience a dar signos de recuperación como así está ocurriendo.
Por la izquierda, el voto se fragmenta, con un PSOE que es incapaz de convertirse en alternativa y nuevas formaciones políticas como Podemos que han sabido aglutinar, con la inestimable ayuda de algunas cadenas de televisión y una fabulosa movilización en las redes sociales, a los descontentos con el actual sistema.
¿Estamos ante una segunda transición? Yo creo que no. Estamos ante un tiempo nuevo en el que las cosas no son como han sido hasta ahora. Posiblemente estemos asistiendo a un cambio, no tanto de sistema, pero sí a una madurez política de nuestra democracia que invita a los partidos a encontrar nuevas formas de relacionarse con el electorado. Una mayor volatilidad en los partidos frente a las posiciones férreas del llamado “voto duro”, el voto fiel a las formaciones políticas.
Y yo creo que ahí es donde deben emerger las personas y que, hablando a nivel local, la marca del candidato, de la lista electoral, de los valores que defiende y del proyecto que representan, se impone frente a la marca de los partidos políticos. A partir de ahora mucho más.
Por tanto, el cambio no es de sistema, sino de confianza de los ciudadanos con sus representantes políticos. El reto es llegar a ellos y hacerles partícipes de la gestión de los partidos políticos. Entre la desafección y esa especie de “pescadilla que se muerde la cola” entre si son los ciudadanos los que deben implicarse en los partidos para hacerles cambiar o que éstos encuentren fórmulas para resultar atractivos, andamos enfrascados sin dar una solución. No es fácil, pero hay que reflexionar sobre ello, sacar conclusiones y ofrecer expectativas.
La segunda de las cuestiones es un hecho histórico que estamos viviendo y que es de especial relevancia, la abdicación del Rey Juan Carlos y la proclamación del nuevo Rey Felipe VI.
Frente a los que propugnan un cambio en la Jefatura del Estado hacia una república mi posición es la de continuar con esta Monarquía Constitucional que los españoles nos dimos y que tan buenos resultados nos ha dado.
La democracia española, el progreso de nuestra nación en las últimas décadas, no se puede entender sin la figura de Don Juan Carlos. El Rey ha sabido serlo de todos los españoles, en una España constitucional, y el referente también de todos los españoles en un momento clave como fue la Transición y también después: un jefe del Estado equilibrado, representativo y cercano, más allá de crisis económicas, sociales y de acontecimientos de todo tipo.
Si España ha sido y es uno de los países con mayor desarrollo económico y social del mundo se debe, en una parte no pequeña, a la figura de Don Juan Carlos. Si somos hoy el país que somos se lo debemos en gran medida a la capacidad de consenso, de diálogo y de responsabilidad que siempre encarnó nuestro monarca.
Efectivamente, Rafa, no estamos ante una segunda transición. Pienso que hay que elaborar una nueva ley electoral para que las listas, en lugar de cerradas y bloqueadas, sean abiertas. Así, los llamados partidos minoritarios tengan na más ajustada representación electoral. En cuanto al nuevo Rey tengo para mi que nos puede ir mejor por cuanto es más Grecia (su madre) que Borbón.
Rafa dejate de arreglar el país, y piensa en novelda, deja la politica y eso ayudará a estas nobles gentes a regenerar el pueblo que entre todos los politicos mediocres y despilfarradores que habeis pasado por la alcaldia nos habeis dejado. Fuera, son muchos años ya viviendo del cuento, en politica local lo íntegro y honesto es estar de paso una etapa razonable y no de por vida aferrado a un sueldo.