La disciplina de partido
Perdonen que me ponga profesoral de buena mañana dominguera. Voy a relatar las incongruencias de la tan socorrida frase de los políticos caducos de «hago esto, o pienso lo otro, por disciplina de partido». Les recomendaría que se echen la mano a la cartera cada vez que escuchen esta frase de un político. Porque lo normal es que le vayan a engañar con subterfugios baratos y engañifas.
Aquí no hay semana que no se entreviste a algún político que repare en esa supuesta disciplina que encubre un talante, y una manera de hacer política, que está podrida hasta la saciedad. Cuando un servidor público, que es lo que debiera ser un político, dice que «estoy para lo que el partido diga», lo que quiere decir en verdad es que está preparado para vivir del partido allá donde le diga. Que lo que necesita es una nómina domiciliada, y que por tanto, no discutirá a la jerarquía, ni a sus mandamases, ni a las locuras que el partido pueda cometer, con tal de que le garanticen un «puestecico». ¡Qué más da donde sea! Igual lo incorporas a que cobre de algún chiringuito público, de asesor de la nada o a cobrar del partido como el ex marido de la Mato. Es decir, esa frase lleva engalanada la disponibilidad del gachó para vivir de lo que sea, tenga o no capacidades técnicas sobre la materia. Igual lo enchufas en educación, que en carreteras, que en cementerios, que en fiestas.
En la misma dinámica del mamoneo institucional, se encuentra la frase de que, «acataré lo que diga el presidente de mi partido, por disciplina de partido». Esta aseveración es la constatación de la irrupción de incompetentes en la vida pública. Cuando tú tienes que acatar las irresponsables decisiones de un presidente enloquecido en su burbuja de ignominia, es que el problema eres tú. No se acata aquello que transgrede las más mínimas normas de decencia. Es decir, cuando un presidente decide incorporar imputados en las listas, porque son sus amiguitos del alma, y tú lo acatas por sintonía con tu jefe, tú eres un imputado más. Si además utilizas la manida frase de «por disciplina de partido», necesitas ir al psicólogo para que te diagnostique. Yo te lo hago gratis. Eres un vendido a la nómina domiciliada. Porque fuera de la «disciplina de partido» hace mucho frío.
Si se dan cuenta, la disciplina de partido no se utiliza, excepto en raras excepciones, para dilucidar planteamientos filosóficos de programa. No se habla de propuestas ideológicas. Son, generalmente, argumentos dirigidos a decisiones prácticas que tienen que ver con personas y con salarios. Porque estoy esperando a que se rebele algún militante del partido gobernante ante la bazofia que ha supuesto el cambio de políticas con las víctimas de ETA. ¿Lo ven? Aquí se argumentará que el partido necesita disciplina para asumir el cambio de estrategia. Y en esa podredumbre intelectual, inaceptable para cualquier persona decente, se caminará firme y todos juntitos. ¡Asco!
La desafección de los ciudadanos ante tanta basura fomentada por muchos de los políticos actuales viene por una degeneración del ADN de la política. Cuando el debate interno, la necesaria confrontación de ideas, la aportación de propuestas individuales y colectivas son aplastadas por una supuesta disciplina de partido, que es una disciplina de la mente, sin más, ¡apaga y vámonos! Se ha confundido la disciplina con una necesaria lealtad al proyecto político en el que militas. Pero esa fe ciega, de disciplina mal entendida, es uno de los graves problemas de los partidos políticos tradicionales. Uno se afilia a un partido político porque está en sintonía con la mayoría de sus presupuestos ideológicos. No al cien por cien. Porque eso es una secta.
Últimamente tengo la sensación de que los comportamientos sectarios de los partidos, no queriendo escuchar a los militantes, o a los simpatizantes o al pueblo en general, tiene que ver con la caciquil manera de controlar los partidos. No es un problema de disciplina, es un problema de envidias. Los que están ahí no quieren competencia. Y por supuesto, no quieren democracia. Porque la democracia exige que la tan cacareada disciplina de partido no se convierta en «el que se mueve no sale en la foto». Y los de la foto, si repasan ustedes, son los que cobran nómina y sobrecitos. No es disciplina, es libertad lo que se necesita.
¡Estupendo artículo Francisco!
Lo bueno sería que se aplicaran el cuento…
Siempre cabe sustituir la participación a través de los partidos políticos, por la democracia directa de los Concejos a campo abierto.
Lo que empaña su artículo, a mi entender, son los vulgarismos sustantivos, adjetivos e, incluso, en formas verbales. Las formas, también importan.