TEMPESTUOSA HUMANIDAD
Quisiera que estas reflexiones
nos sirvieran de enseñanza,
y que dulcificaran el ambiente
para que viviéramos con más calma.
Porque el vivir muy deprisa
y fatigar nuestra alma,
se convierte siempre
en enfermedad contagiosa
que nos puede llevar, a la nada,
y así dañar nuestra naturaleza santa,
porque por el Padre ha sido creada.
Qué lástima que pasemos el tiempo
con desabridas palabras,
y que malgastemos la inteligencia
en lúgubres resonancias,
y en juegos malabaristas,
que no recogen con ello amor
sino decadencia y el alma herida,
por vivir inadecuadamente
y no proclamar el amor.
Siento decir estas cosas
a veces crudas y sin dulzor,
pero es que nos vemos tan distantes
que el alma se contrapone
a que perdamos el honor.
Tempestuosa humanidad
que no se libera del error,
y que se va eliminando
por no defender el amor,
y no practicar la fraternidad
como Jesús nos enseñó.
Esta época es crucial
para hacer balance
de todo lo que hemos sembrado,
de destructivo desorden
y de disconforme humanismo
por perjuro y material deshonor.
Encontraremos siempre la paz,
pero con singulares verdades,
y estas deben de ser claras
eternas y responsables.
Debemos ser como manantiales
porque podemos dar agua clara
y defender las verdades,
para que nuestro vivir no sea un mito
y así evitar resquebrajarse.
Que el manantial no se seque,
seamos cuerdos en el arbitraje,
porque la vida debe ser,
como un equipo de unión entre las almas
y no con rencillas siempre
que nos pueden llevar al desastre.
Aunemos nuestros esfuerzos,
vivamos en concordia
seamos justos y no miserables,
y tendremos la recompensa
de tener a Jesús de Nazaret
en nuestros umbrales.
Me parcece muy acertada la expresión «naturaleza santa», la naturaleza de las cosas, la misma esencia en cuanto principio de operaciones; por eso es santa, porque procede de nuestro Creador, el res veces Santo.