TOCA FÚTBOL, RECUERDO A PURISTAS
De tópicos parece que a veces viva el hombre. Hoy me he levantado pensado en eso; puede que tonterías. Desde el inocuo “cuánto calor hace, ufff…”, soltado entre las claustrofóbicas paredes de una ascensor compartido de mala gana con el vecino del quinto; pasando por la “caja tonta”, que nos encasilla como zotes, si relegamos el documental o la peli histórica en favor del programa del corazón (¡horror!); hasta “el fútbol es el opio del pueblo”, no pocas veces utilizado por quienes se atusan el cabello con suavizante pseudo-intelectual y modernísimo a rabiar, se da una invasora plaga de topicazos que nos zarandean y aturden, cuando no culpabilizan por elegir esta o aquella conducta, este o aquel programa; cuando en realidad, algunas de esas frases “escaparate”, no esconden más que las inseguridades y complejos personales de quien las emplea y sobre las que levanta su juicio vacío y temerario acerca de otros y de sus costumbres, a quienes apenas conocen.
Sin embargo, y esto es lo más desalentador, el pueblo acoge esos tópicos con la placidez con que se espera la buena nueva del heraldo, sin sopesarlos. Llenan sus oídos hasta que rebosan siendo conquistados por la vacuidad de un grito más sonoro que didáctico, más acomplejado que objetivo y comprensivo. Hay un sinfín de ellas. Expresiones de oropel; sentencias con perfiles de palacio o monumento, pero que a poco que abramos un centímetro nuestras entendederas y las traslademos a la báscula moderada de la razón propia, no superarían la categoría de puente defectuoso en estado de desvencijo, en su más generosa consideración. Pero como digo, toca fútbol. Excelente vivero para la creatividad de quien cree desenvolverse un escalón por encima del resto.
Sí, porque ver a veintidós tipejos semidesnudos tras una pelotita, alentados por una masa beoda que desde la grada entona cánticos desacompasados y vuelca sobre el árbitro las frustraciones que trae de casa o que le produce el trabajo o la vida misma por el mero hecho de vivir, bien podría ser propio de personas rayanas mentalmente en lo plano. O esta otra, la del “opio” susodicho, graciosísima y que casi me traumatiza la primera vez que mis oídos taladró: el pueblo, comportándose como ganado sin criterio, queda subyugado, medio drogado, ante la celebración de una competición futbolística, hasta el punto de que ese día, y no otro, es el prescrito por psicólogos y demás tratantes del alma ajena para la aprobación de medidas impopulares de difícil salida en otros tiempos en que no ruede el balón. ¿Tan simples nos hacen? A más, cuando debutó España hace nada en la Eurocopa, muy conveniente resultó la coincidencia (disculpen los iluminados) para que el Gobierno trajinase por fin el áspero y maloliente rescate de los miles de millones de euros, que días después insistiría Rajoy que “exigió” a Europa. Como si el cálculo para el rescate llevara fecha de partido.
Uno, que ya no tiene empacho en reconocer que el pasado sábado se tragó de buen humor La Noria, que asistió medio estupefacto hace más de diez años a la irrupción de Gran Hermano, poco después a la de Operación Triunfo o que, incluso, cuando juega su Selección, no hay otro haz de luz que brote de su pantalla que el intenso verde del césped, no le queda otra que recordárselo a los prebostes intelectualillos que pueblan los corrales de la censura emocional en columnas, televisiones y redes sociales. Aun a riesgo de que le incluyan en el panteón de la superficialidad extrema e irrecuperable. Pues de todas, estoy seguro, que aconsejaría tales distracciones para que el alma se marcarse un par de birras con amigos una tarde de fútbol, o de darle con gusto al pábulo de la rumorología amatoria de nuestras estrellas cinematográficas sin que por eso se nos caigan los anillos de la dignidad… Y Luego, puede, en la soledad, esa a la que pocos llegan, darle un buen chute a los Diálogos de Platón, meterse una tarde entera la última novela de Zafón o echarse simplemente unos largos en la piscina en pleno junio… sin que desentone. Se lo aseguro.
Toca fútbol, censores de la distracción. La vida sigue, por desgracia la misma, ahí fuera. ¿Me dejáis, “cohone”, celebrar el gol de mi Selección y desollarme la piel, si me apura el entusiasmo, sin que sobre la mesa de mi casa surjan las palabras ‘crisis’, ‘recortes’, ‘rescate’, ‘paro’, ‘riesgo’ y demás miserias diarias? Fijo que no me olvido. Mi banco me lo recordará mañana, a fuego.
Sólo por dos horas. ¿Vale? Pues eso. Prepara el condumio que yo traigo las banderas. ¡Dale!
SOY ESPAÑOLLL – ESPAÑOLLLL – ESPAÑOLLLL – VIVA LA ROJA
Antes de las 20.45 de hoy somos una cosa, y espero que a las 23 horas seamos otra. El fútbol es así, como Rajoy, inesperado, sin saber que va a pasar, es una cosa y la contraria en el plazo de horas,
Genial el artículo, Claudio.
Un abrazo