Art. de opinión de Gonzálo Maluenda, concejal y presidente del Partido Popular (edición impresa)

Palabras

Acabamos de abandonar un tiempo del año en el que las palabras y las frases hechas superan a los gestos, a los propios sentimientos y a la realidad vivida. Una época en la que perder la palabra amable, dicha a tiempo, con cierto estilo, parece signo de haber perdido pulso, de no estar impregnado del espíritu de la Navidad. Aunque todos sabemos que, muchas veces, palabras y realidad se encaminan por sendas distintas. Por eso, sólo los más pequeños, ciertos niños de cuerpo o de espíritu, que también los hay y muchos, están verdaderamente en sintonía; los demás, fingen en muchas ocasiones. Quizá, en el mejor de los casos, queremos alcanzar pequeñas utopías y eso no es malo, siempre que no fabriquemos una realidad virtual.

No seré yo quien reproche a nadie que quiera vivir un sueño, menos en tiempos de tribulación, pero lo que no podemos vivir intemporalmente es en la mera palabra o en la mera ensoñación.

Con demasiada frecuencia se pierde el viejo sentido de la palabra en cuanto compromiso, en cuanto confianza y echamos de menos más silencios, más reflexión y más hechos comprometidos, donde cada uno pone lo mejor de sí mismo en la construcción de lo colectivo.

Hoy debemos recuperar el tono, siempre mirando hacia delante; hay que recuperar la palabra dicha a tiempo, a los hombres y mujeres de palabra, la reflexión que nos lleve a recordar aquello de que “la mejor palabra es la que está por decir”. Es el tiempo de recuperar el llamar a cada cosa por su nombre, el de no darle vueltas a palabras vacías. Es tiempo de compadecerse menos y poner más garra, más valentía y más empuje en los asuntos de cada día, esos que construyen desde todos los niveles la realidad

Todos los que formamos parte de la corporación municipal, cada uno desde su opción política, adquirió un compromiso con los ciudadanos de trabajar por la ciudad, cada uno desde el ámbito que le corresponde y la posición en la que le han puesto las urnas. Las palabras, los mensajes, los gestos, no pueden ser como bolas de Navidad que cuando desaparecen sólo queda un árbol vacío y quizá seco. Es hora de la palabra que mira hacia adelante, de la que construye y no de la que intenta destruir.

Recuperar la autoestima individual y colectiva, la confianza en nosotros mismos, es esencial para avanzar como sociedad huyendo de espejismos y dando valor a lo esencial, a lo importante. Y lo importante en estos momentos es que no nos entretengamos ni un minuto en discusiones estériles que no llevan a ninguna parte y, sobre todo, que se alejan de lo que los ciudadanos esperan de nosotros en un tiempo tan crucial como el que vivimos.

Son mis propósitos para un año que estrenamos con escepticismo, con mucha precaución, tanta como para que algunos lo den por perdido, como dieron por perdido 2011, sin haberlo intentado todo, sin haberlo vivido, y eso no nos lo podemos permitir, los años no se recuperan.

¿Nunca han sentido el efecto de una risa contagiosa? El pesimismo también se contagia. Merece la pena trabajar por que se extienda el optimismo. Pidamos a los magos de las palabras que, al menos, las utilicen para contagiar al ánimo colectivo con buenas vibraciones. Los demás, a trabajar con rigor, seriedad y con objetivos. Y, si es posible, borremos ciertas palabras de nuestro vocabulario, consigamos que se las lleve el viento.

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