Hacer cola y no morir en el intento
En las colas de los supermercados uno siente que su tiempo está controlado por lo que tardan los de delante y el que los atiende. Es una especie de acoso al que nos prestamos y que solo está en nuestra mente. Es solo cuestión de controlar nuestros pensamientos para que no suframos ese sentimiento fútil y estéril. Pensaba en esto y en lo que había leído sobre el control de las emociones de Goleman y Dyer, cuando me sucedió lo siguiente:
El carrito lleno, sábado por la mañana, hay una especie de prisa de sábado de compras que me atrapa y me acelera; hasta parece que las ruedas derrapan en las curvas y el peligro de choque con estanterías y otros carritos se hace inminente. A mi alrededor la gente se mueve con rapidez y determinación como ahorrando tiempo, la voz por el megáfono pide ayuda a las señoritas de las cajas. No sabes por qué pero sientes que te espera una cola importante. Las colas no son importantes, de hecho no tienen importancia; pero me obsesionan como un sentimiento de desesperación que nos apresa como una fobia. Hoy vengo dispuesto a acabar con ese sentimiento de desesperación. Tras la última curva diviso la meta: dos cajas con sus respectivas colas. Valoras cuál elegir. El mismo número de clientes en espera. Rápida valoración de la cantidad de productos que lleva cada uno y se amontonan en la cinta. Intuitiva decisión que me coloca en la de la derecha, reforzada por un repentino cambio del último de la derecha que decide pasarse a la izquierda. No me detengo en el porqué. La decisión está tomada. Me detengo, me relajo e intento pensar en cosas agradables.
Tras unos momentos de espera empiezo a poner en práctica el ejercicio mental que consiste en no desesperarse en una cola. En la otra caja, el que se pasó a la izquierda ya está cargando bolsas y yo no me he movido. No pasa nada, sácale partido al presente, “no te dejes atizar por la prisa, no existe, es una ilusión. Por la puerta entra un amigo. Le hago un comentario de broma improvisada y poco afortunada.
Vuelvo a la obsesión de la cola. Intento dominar al “enemigo”. Me digo: “No puedes cambiar nada, intenta sacarle partido a la situación. Solo tienes a dos por delante; aunque ya hayan pasado diez por la otra caja”. Y el primero ya está a punto de terminar Pero al recoger su último artículo arguye que le han cobrado peras por manzanas por un error de la pegatina. No es cuestión de buscar culpables, cometemos errores porque somos humanos, afortunadamente. Esto le lleva a la cajera a tratar de abrir una bolsa con un nudo concienzudo y cabezón que se resiste a ceder. Estresadísima, abandona su denodado esfuerzo para pedir ayuda por el teléfono: hay que cambiar la bolsa y la pegatina, y hacer un reajuste en la cuenta. Mientras, y para asombro de todos los que estamos de este lado, van pasando por la otra caja seis o siete que apenas llevaban artículos y circulan con gran fluidez, incluido el amigo que había saludado antes y que ya se iba. Me repito: tranquilidad, respira hondo, no te dejes que una emoción primitiva secuestre tu sentido común, aunque te quede poco.
Viene la ayuda. La encargada, creo. Un diálogo decoroso que no escuchamos y caras de desolación. Llega tarde la ayuda, ya da igual. Se va. Le llaman por el teléfono, supongo que otro “resuelve-crisis”. Escucha en silencio con cara de “a ver si te callas ya”. “Ahora no puedo que tengo la caja llena de clientes.”- le dice medio enojada. Cuelga como el que dice “ya era hora”. Se soluciona lo de la bolsa. Por la otra caja siguen pasando más clientes y el único que me queda delante no tiene para mucho. Entonces un código lo se lee y llamada a la señorita fulanita de tal. A esperar toca. Me digo con tono terapéutico: “Controla Charly”.
Justo entonces, que ya lo tienes controlado, viene un hombre con voz de buena persona (y seguro que es buena persona), solo lleva dos barras de pan, no tiene prisa, pero esperar a la montañita de artículos que hay sobre la cinta no es ético en el contexto del modus operandi de un supermercado. “No, hombre, no pasa nada. Pase usted yo no tengo prisa, no vale la pena esperar por dos barras de pan”. Pienso en decirle que por la otra caja todo va más rápido; pero mejor me callo y respiro hondo sin que se note, no la liemos. El señor, viendo que ya se ha colocado entre el cliente de delante y yo, empieza a sentirse incómodo y comienza a reiterar las gracias a razón de intervalos cada vez más cortos y que su consternación e impaciencia hacen cada vez más largos.
Cuando por fin ha pasado todo por el pip del lector del código de barras, y pides una bolsa porque acabas de romper con la punta del pan la que está a punto de estallar, te dice la chica son: “Son 76”. Descubres que solo llevas 65€ y, pese al cheque de 6€ de descuento, todavía te falta. No hay problema, pago con tarjeta. Desastre: me he traído la tarjeta del gimnasio. Me quedo bloqueado. He perdido, me ha atrapado la inmovilidad. Los de la cola deben estar pensando: “Lo que faltaba”. La cajera, que está cansada de encontrarse con situaciones similares, me dice: “Déjate algo”. Y con un movimiento de puro instinto dejo una caja de plásticos para tapar tupperwears que han perdido la tapa al igual que casi pierdo yo la cabeza.
los has clavado Fernando
«Controla Charly»…: las únicas colas importantes que merecen la pena, son las de los animales a quienes les sirven para espantar a las moscas… Haz lo que yo, y que sea la señora quien haga la compra. Nosotros tenemos paciencia para pasarnos las horas muertas observando y palpando, por ejemplo, plumas estilográficas, pero hacer cola es otro cantar; somos así de humanos, por suerte, como también así de inútiles y, con frecuencia tan estúpidos como las mismísimas colas. Aparte de mi broma, me gustan todas tus elucubraciones sobre las fastidiosas colas. Tienes buena pluma y me gusta tu estilo. Un saludo amigo.
Amigo Charly,si los hermanos Marx volvieran al cine en el siglo XXI una de sus películas sería «un día en el supermercado».Seguro que el ingenio ácido de Groucho sacaría un inmenso partido a nuestro comportamiento en la cola de uno de estos establecimientos y que con gran acierto relatas en este artículo fundado en tus propias vivencias personales que de alguna manera son las de todos.
España es un país que rinde culto a las colas, es raro que a lo largo de un día en la vida de un ciudadano cualquiera este no pronuncie la frase ¿Quién es el último? y tenga que soportar la impaciencia de alguna cola.Aparte de las cola en urgencias de un hospital o la de un Banco, la de los supermecados es una de las más desesperantes,uno tiene tiempo para todo porque precisamente cuando más tiempo consumes es cuando vas a pagar. En este intervalo uno puede incluso meditar sobre la amabiliidad de la gente y comprobar asombrado que esta es inversamente proporcional a la cantidad de productos que ha comprado la persona que tienes delante de ti en la cola.
También tienes tiempo para pensar si habrá sido correcto ponerse en esa cola y no en la de al lado que parece que va más aprisa siempre que la tuya.
Inmerso en estas cábilas llegas a la caja casi sin darte cuenta y te sorprendes porque la cajera acaba de irse a no se sabe donde y tienes que esperar a que vuelva.En ese momento te acuerdas que se te ha olvidado algo pero ya no te atreves a salir de la cola por si acaso te echan la bronca. Bueno volveré mañana ,te dices a ti mismo, a lo mejor tengo más suerte y no hay tanta cola.
A veces pienso que el precio que debemos pagar por los alimentos que compramos debería bonificarse en función del tiempo que nos han hecho esperar en la cola porque el tiempo de los ciudadanos tambien vale dinero y merece un descuento. Cuanta más cola y más teimpo de espera más descuento. Que curioso que esto nunca lo propone ningun partido político,será que estos señores nuncan van al supermercado ,bastante tienen con perder el tiempo en otros sitios.
eso me pasa a mi dia si y dia tambien por lo que le he presentado la dimisión a mi mujer para ir a comprar, lo que pasa es que no me la acepta. Seguiré con la penitencia
muy bueno Charly,tan cierto como la vida misma,Lo has cladado.
Me cachis en las colas y en quien las inventó y en el quitó las bolsas de plástico gratis. Encima que pagamos todo son impedimentos. Buen artículo señor
En las colas, si estamos fastidiados porque los que van delante nos preceden, ¿no será que no desesperar es lo que nos conviene?
Para empezar, Charly, me parece bien que también y además escribas. Los artículos de opinión en prensa siempre han sido de mis favoritos, pues hay que resumir al máximo – lo fácil es lo contrario – y transmitir la esencia en breve. Quevedianos.
Transmites muy bien la fobia y el odio a la situación, y te quedas corto en la descripción de la situación.
¿Dónde está la arqueotípica mujer que, cuando vas con el carrito cargado a tope, intenta gratuitamente la trayectoria de colisión contigo? A mi me desesperan, te ven y se te meten por delante, como para forzar la galantería (perdida tiempo ha) de que las cedas el paso.
¿O las que van de paseo delante tuyo, y de pronto se te paran?
¿O los que llevan a los niños a que corran libres como el viento, en fútil intento de que los aplastes y los libres de ellos (denunciándote de paso y sacando unos eurines)?
Pero la 7ª Ley de Murphy («La otra fila o carril siempre vá más rápido») la describes bien. Como a la cajera amable que te ayuda a no meter nada pero te insiste – te ha faltado decir que con rintintín de funcionaria de ventanilla vieja y acomplejada – en que la vayas pagando. Conmigo siempre consiguen mi mejor sonrisa, mientras paro de cargar, y las digo alto y claro: «Ahora mismo, en cuanto acabe de cargar la pago CON TARJETA» (aunque tenga el efectivo exacto) y continúo parsimoniosamente.
Al de las barras de pan, lo siento. No soy merecedor del Cielo. No pasa. ¡ Que agarre un carrito, lo llene, añada las barras de pan, se ponga atrás y espere !
Ahora bien, tu has descrito una situación que evito: la de ayer primer Sábado de mes, frío y lluvioso. Recién cobrados y sin otro sitio mejor donde ir.
Yo voy a mediados o finales, recién abierto o a punto de cerrar, y tengo ya pulida la habilidad de «embrutecerme», ponerme a masa y cerrar mis entendederas hasta tener la mirada y reflejos de una vaca Hertford (y ya sabes la maldición de » QUE TE PISE UNA VACA»…).
Además, el pedido «mensual» de productos duraderos la hago por internet (empecé comprando plumas a REBEL hace años, y viendo que funcionaba, empecé con los Hiper), que por unos euros me lo traen ¡ y suben a casa ! en las bolsas que de otra forma me cobran. Survival puro.
Por último, me ha sorprendido que tu, ¡ oh escritor telegráfico en pos del tiempo inexistente !, hayas escrito tanto y seguido.
Sigue así, que un día hasta me contestas.
¿Y cuando a la cajera de turno le da por intercambiar con la clienta «amiga» sus impresiones sobre cualquier cosa? ¿Y la señora entrada en años que se empeña en exorcizar su monedero para encontrar los quince céntimos de euro de pico, por no cambiar uno y que finalmente no aparecen? ¿Y cuando a la cajera de turno le da por no echar una mano al cliente, haciendo que a éste, le falten manos para ordenar las bolsas, pagar a la cajera, darle el ticket del aparcamiento y, en algunos casos, elegir la tarjeta bancaria adecuada, encontrar el DNI y esperar la firma digital?
Sí, Charly, sí, la compra semanal, se está convirtiendo en toda una Odisea. En mi caso, invierto una cuarta parte de todo el tiempo empleado en comprar. El resto, ¡sí! efectivamente, se pasa en la cola de la caja… Felicidades Charly, has conseguido que muchos y muchas, nos veamos reflejados en tu relato.
eres un CRAK charly, si ya te tenía por un buen profesor y fotógrafo, ahora también tienes mi consideración como articulista de cosas mundanas y reales las otras se las dejamos al Sr. Beresaluze que las escribe y expresa también muy acertadamente. Novelda Digital nos está descubriendo una serie de vecinos, de los que nos cruzamos todos los días con ellos, en excelentes articulistas,D. Luís a parte que juega en otra división superior.
Genial Charly, me encanta. A mí me pasan cosas similares en las colas del mercadona con mucha frecuencia pero ya voy controlando un poco….
Me ha gustado, Charly, este paseo por todo un clásico: las colas y la desesperación que a veces nos producen. Descripción de un hecho del que, no por habitual, conseguirnos acostumbrarnos. Estoy en ese lado de los que se agobian ante la espera, aunque para mí es mucho, mucho más desesperante que las colas en los supermercados, no sé por qué, la espera en el médico o en el banco. Con estas dos últimas no puedo, me supenan. Pero como apuntan más arriba, tendremos que acostumbrarnos (a eso también se aprende) a trabajar la paciencia.
Un abrazo.
Es cierto, somos unos prisas, ya nadie tiene paciencia, y eso es muy malo para la salud mental.
Un buen articulo , has sabido plasmar muy bien las sensaciones que sufres en las colas de los supermercados, ¡ FELICIDADES!
Eres increíblemente polifacético. He conocido muy poca gente así. Tienes mi admiración.
Como buen escritor, Charly ve esa otra realidad que los demás vivimos sin percibir sus matices. Y luego viene y nos cuenta lo que todos sabemos, consiguiendo que nos sorprendamos con ello. Esto tiene un nombre: literatura. Además sin falsas retóricas ni almibarados adornos innecesarios, espartano como Delibes, con las necesarias y corteses diferencias con el Maestro de Maestros, y con un toque de humor socarrón, casi Pérez-Revertiano, que nos hace pasar un buen rato a todos. Esto no es un artículo, Charly, es casi un cuento. Quiero más.
Es de agradecer que haya alguien que se atreva a expresar lo que todos sentimos de forma casi cotidiana. Nunca había leído nada parecido al respecto de lo que siento con cierta frecuencia.
Fernando tienes mi consideración y, de nuevo, mi agracedimiento.
Hola Charly, has clavado la escena, lo más desagradable de comprar en esos hipermercados es cuando ya te vas y enfilas el pasillo de las cajas, abarrotadas todas ellas de esos carros llenos de todo tipo de viandas y utensilios, y por la veteranía de haber pasado esas fatigas que tú describes, te hacen elucubrar todas suerte de estrategias para salir cuanto antes de ese calvario al que uno se va a someter, y lo que ya te saca de quicio definitivamente es que la tarjeta de crédito o débito te falle, entonces todos te miran pensando ¡ Este no tiene dinero! y tu corazón se te descontrola y aunque antes hayas hecho ejercicios de control mental, la adrenalina en esos momentos no te conoce.
Un saludo, Charly.
Amigo Charly.. muy bueno tu articulo y en verdad refleja lo que nos sucede al elegir una fila para hacer cualquier tramite, solo te falto, el que ya para llegar a pagar, a la cajera le tienen que hacer el corte del dinero pues ya se saturo y tiene que llegar otro empleado para hacer el corte de caja… o alguien quiere pagar con una tarjeta que no pasa y el cliente se empeña que tiene dinero suficiente en su cuenta y que haga otra vez y otra vez el intento de pasarla, esto me ha sucedido en varias ocasiones, solo nos queda paciencia y tranquilidad.. un abrazo y Felicidades.
Es increible que estando en continentes tan diferentes existan pequeñas cosas tan similares… las colas en las tiendas no tienen fronteras!!!!!
Muy bueno Charly, es el relato de cualquier dia de los que voy al supermecado, elegir la cola adecuada, contar los articulos del que va delante, etc…
Para el 19: conque llene el carro de la compra y luego ponga las barras de pan en el carro. Tú eres tonto o qué. Espero no encontrarme en la cola contigo, la proxima vez, como yo esté delante con el carro lleno y tú solamente, por poner un ejemplo, lleves una bolsa de caramelos, no te dejo pasar ni de coña. ¡ Ah! te recomiendo que vayas a otros supermercados, donde no hay mujeres impertinentes y apenas hay gente.¡¡Ale, ale!!
Esta muy bien Charlyes parecido al que nos dijistes el año pasado a nosotrtro en clase pero este esta muy bien tambien
Un SAludo Charly
Y cuando, después de todas estas peripecias, te viene otra cajera a descongestionar la cola y dice: «Pasen en orden a la caja nº X». Bueno, no veas, allí pasa de todo menos el orden. Empiezan:»Que si yo estaba primera», o «que si yo he llegado antes», etc.; y,después de discutir maleducadamente y quedarte con las ganas de estrangular a alguien, cuando le toca a uno, va y se le acaba el rollo a la máquina registradora. Casualidad que la cajera es novata y tiene que llamar a una compañera para que la ayude…¡ni te cuento!
En resumen: Me siento en esos momentos como en la finiquitada URSS; haciendo interminables colas (solo que aquí hay de todo).
Nos veremos, amigo Charly.
Gracias. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y por vuestros ánimos. Si he conseguido una sonrisa, me doy por satisfecho. Seguiré practicando, si es que le puedo sacarle tiempo al tiempo que no me quiten las colas y otras desventuras de la modernidad.
La idea de escribir me producía vértigo por raros temores que uno no sabe bien cuando adquiere, ni por qué; pero me he propuesto echarle cara como el que pide colarse porque lleva poco que pagar.
Que paséis un feliz día.
Muchas gracias Javier. Ya quiesiera parecerme. Siempre he sido un lector reincidente de sus greguerías.
Muchas felicidades al autor. Es un relato costumbrista que hoy podría escribir
Ramón Gómez de la Serna.
Amigo Charly, has hecho el retrato de una situación en la que casi todos podemos reconocernos.
No sé por qué dices que tenías miedo a escribir si lo que fotografías y lo que escribes necesitan conocimientos similares: observar, encuadrar y disparar. Lo difícil es saber qué fotografíar o sobre qué escribir y tú, eso, lo tienes claro.
Hasta pronto.
Formidable¡¡¡¡ Que grande eres.Enhorabuena
Todo esto nos pasa en pleno siglo XXI, por (en general) haber preferido los supermercados a la «Tienda de la esquina» o a «Ca Xaumico» No hay cosa que mas me fastidie , y siempre vamos a los que hay mas gente… pero nosotros erre que erre.