Art. de opinión de Luis Beresaluze Galbis

E S C R I B I R

Dicen que pensamos con palabras. Para mí el verdadero acto de pensar con palabras consiste en escribir. Y escribir bien, en hacerlo con una exigencia de estilo. Pretendiendo hacer arte con la combinación de las palabras, utilizadas màs allá que como instrumentos de comunicación. Las palabras están ahí. Disponibles. La cantidad de cosas que se puede hacer con ellas es infinita.

Me exijo llenarlas de mí, de mi yo. Que escalera, o cielo, o corazón o amapola, sean los que yo digo y como los digo yo, en el singular contexto que les dispongo y organizo. Tratar de que la palabra tenga rostro y se parezca máximamente al que le quiero conferir. Y piel, sobre todo piel. Que pueda rozar, cálida y sinuosa o sudar, trabajada, o acariciar, enamorada o arañar, irritada. Que acoja o rechace y, de cualquier modo, que convoque. Que esté llena de sí, es decir, preñada de mí. Que sea mi palabra, palabra de mí, mi palabra de honor o el pretendido honor de mi palabra.

A veces compro un diario y antes de abrirlo, ruego a alguien que me lea sus columnas. Me basta con el mero comienzo. No fallo. Esta es de Umbral, aquella de Raul del Pozo, la otra de Carmen Rigalt, o Marquez Reviriego o Jimenez Losantos o Miguel Albiac. Excuso decir, Campmany, mi pobre amigo, antes de morir, o el volteriano Cándido. Si dudo, es que el prosista no tiene carácter, según mi sensibilidad y oido para el estilo. Escribe bien. Correctamente. Pero no dice personálmente, con personalidad, con la suya y solo suya, no suena a él, no huele a creación concreta y singularizada. Usa las mismas palabras. Pero de otro modo. Es solo gramática y la sintáxis, como creo que dijo Umbral, es una facultad del alma. Podrá interesar lo que dice, no como lo dice.

Escribir es amar las cosas con la palabra, revestir los sentimientos, con la palabra, entregarse al prójimo, según la voluntad evangélica, con la palabra, enamorarse del universo, de la vida, de ese raro y concreto estar aquí y ahora, con un singular destino a cuestas, a base de palabras. Mi palabra es mi mundo. Mi palabra mi patria. Mi palabra el aliento de mi sangre que corre, tubulada, por mi árbol interior, mientras yo la convoco con palabras. Hormonas, enzimas, quimica y electricidad, un yo como una casa, el yo de mi yo, expresado en palabras, en las palabras a que me permiten llegar todas aquellas circunstancias fisicas y quimicas que me constituyen, estorbadas, a veces, o, mejor, presididas, por mi alma, esa entidad sin músculo ni energía que es más yo que todas aquellas aunque sin su soporte no pudiera manifestarse.

Un verso es, a veces, un universo. Y un verso es una ocasión de las palabras. Una oportunidad de su mágica capacidad combinatoria. San Juan de la Cruz es sus palabras, a veces, maravillósamente balbuceadas en presencia de lo Alto. Y Santa Teresa, su jefa, es y está en sus palabras sabrósamente santas , sabias , castizas y sencillas, hermosas como las florecillas del campo. Como el Horacio de Fray Luis o las crudelísimas y despectivas burlas de Quevedo, solo puestas a salvo por el ingente ingenio de su encanallada intención capaz de encumbrarlas hasta lo más alto de la belleza. Quevedo era un mago trabajador de la palabra. Un orfebre de la palabra. Un Miguel Angel de la palabra. El autor de La Piedad, quitaba lo que sobraba y hacía arte con lo residual y el espacio. Quevedo barroquizaba el ingenio, arracimando los hallazgos expresivos. Yo quiero poner lo que no había y que empiece a existir, si es posible, béllamente, expresado. Quevedo hacía con las palabras lo que Velázquez con el espacio. Imposibles de hermosura.

No se puede escribir sin estar enamorado de la palabra. Sin sentirse hechizado por ella. Cuando el espíritu Santo se posó en la cabeza de los apóstoles, los cubrió con el don de la palabra. A María, la preñó de Jesús. A los discípulos, de palabras. De palabra de Dios, como decimos en la misa, despues de leer el Evangelio. La palabra es mi Pentecostés instrumental , mi exigencia de rigor y veracidad y mi manera personal de aspirar a rozar siquiera, la hermosura del concepto. Yo consisto, cada vez mas, en mi palabra. O quiero, mejor, consistir en ella, porque se trata, más que de un logro, de una aspiración. O dicho de otra manera: yo querría, gran vanidad, ,que en el modo de consistir de mi palabra, se trasluciese algo de mí. Que supiese a mí y me reprodujera en cierto modo. Eso sería, verdadéramente escribir. No solo, juntar palabras.

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8 COMENTARIOS

  1. Hoy nos escribes de escritura, querido Luis. ¿Quién por estos foros la domina como tu?

    Hay articulistas muy buenos, exquisitos, como mi propio hijo, ingenioso.locuaz y ameno. Y, como, oh, sorpresa, el bueno y balsámico, Pepe Penalva. Hay más, Paco Penalva, Jesús Navarro, a quién hace tiempo que no leo, y,como no, a mi querido y admirado Juan G.Olivares.

    Pero tu, amigo Luis, eres especial.Dominas el castellano como pocos, lo controlas, y, de vez en cuando, siento tu sabiduría, por tu gran cariño, que me corrige sabiamente errores que mi limitación se permite. No sabes lo que agradezco tus sabias correcciones. Te lo prometo.

    Me gustaría escribir, amigo Luis, en N.D. Entre tu y mi hijo me teneis acojonado o acomplejado. Lo que prefieras.

    No dejes nunca de escribir. Nos enriqueces, y el que diga que no, es que no lee, o no sabe leer. Porque leer, también es un ejercicio, hay que saber. Y yo doy gracias a Dios de apreciarte en la lectura..

    Muchas gracias, Luis, y un fuerte abrazo.

  2. Efectivamente (sin acento), cuando los escribidores se vuelven cansinos, es fácil reconocerlos. Pero afortunadamente (sin acento) no es su caso.

  3. Tú tienes don, tienes arte y cultura. Has sido bendecido, por ese Dios tuyo, con la dote de escribir y hacerlo bien, muy bien. Te has superado a ti mismo, seducido por el amor a las letras.

    Déjame decirte con cariño Luis, que cada persona se enamora a su manera, en este caso de la palabra.

    No todos tenemos tu arte, pero enamorados estamos. Puede que nos falte la magia de tu hechizo, o que necesitemos más pociones hasta encontrar la nuestra, pero ¿Cómo hacerlo si desistimos de la ilusión?

    Déjanos aprender de ti, de tu enamoramiento, de tu rigor y veracidad. A tu manera personal aspiras a rozar la hermosura del concepto. No la rozas Luis, la envuelves por completo.

    Y a nuestra manera, suspiramos ilusamente por besar, aunque sólo fuera eso, la efímera comparecencia de una musa.

    Que no te quepa duda Luis. Tú consistes en tu palabra y habitas en cada uno de los rincones que la componen.

    Al igual que tu no fallas captando a los autores de las columnas, nadie fallaría (estoy segura) la autoría de un texto tuyo.

    Permíteme decirte Luis, sirviéndome del privilegio de nuestra amistad, que incluso, cuentas con la facultad de tu alma volcada en tus letras, tal y como punteaba tu admirado Umbral. Es más, como a él, te caracteriza tu exigencia y ese toque de vanidad.

    Eres un amante del arte y yo creo que me decanto por ser amante de la expresión y del trasmitir. Acepto el “juntar palabras” siempre y cuando el contenido rebose sentimiento.

    ¿Ves? Cada uno se enamora de una manera, pero ¡que complacencia admirar criterios diferentes y con respeto!

    Un abrazo grande Luis, como a ti te gusta.

  4. Efectivamente Sr Galbis, maravilloso arte la escritura. Decía nuestro ilustre Miguel de Cervantes que la pluma es la lengua del alma.
    Escribir no es solo jugar o combinar las palabras sino que significa una aventura constante,una búsqueda incesante de caminos inesperados acompañados de nuestra imaginación y fantasía con las que pretendemos proyectar hacia el lector algo de nuestro propio yo, de ese yo consisto.
    Escribir es crear una fina tela de araña compuesta de palabras hermosas dispuestas en un orden lógico que resulten lo suficientemente apetitosas y atractivas para que el lector caiga en ellas de una forma voraz y pueda vivir sus propias emociones.
    Se escribe para los demás , para que estos pueden gozar,reir,enamorarse,entristecerse o incluso enojarse con nuestros pensamientos,con el mundo que vivimos al que se unen con la lectura de una forma temporal compartiendo nuestros sentimientos.

    Escribir Sr Galbis es poner la cara,ofrecer algo de nuestra propia individualidad,hablar de frente y sin tapujos,estar expuestos muchas veces a la incomprensión de los demás sobre nuestras creencias o nuestra forma de ser porque con nuestras palabras damos siempre algo de nosotros mismos al prójimo.
    El escritor inglés Oscar Wilde decía que solo había dos reglas para escribir, tener algo que decir y decirlo. La forma y el estilo es lo de menos, gustará más o menos al lector pero lo importante es que a través de la palabra pensamos y permitimos que otros tambien piensen y sueñen con nosotros.A través de la palabra podemos contar nuestra vida o la de los demás tal como es o como nos gustaría que fuera,podemos inventar mundos imaginarios llenos de personajes complejos con infinitas historias interiores,podemos huir de la soledad o de la frustración que nos rodea,podemos sentir y hacer sentir a los demás.
    Nunca se está solo cuando se escribe y muchas veces se escribe simplemente para no olvidar.Desde luego como usted muy bien dice no se puede escribir sino se está enamorado de la palabra.

    De cualquier forma,cuando aprendemos a escribir tambien aprendemos a leer y en ese mismo momento empezamos a comprender el mundo.Es como volver a nacer.
    Un cordial saludo

  5. Siempre tus pensamientos acompañados de tus palabras convierten tus textos en acordes armónicos, y si esos pensamientos salen de tu corazón penetran en los nuestros de igual manera que cuando uno escucha una bella melodía.

    La carga de voltaje que lleven esas conjunciones de sensaciones acompañadas de palabras pueden hacernos sentir distintas cosas, dependiendo de lo que el trasmisor pretenda con ello, y también que el receptor esté libre de interferencias. Nos pueden hacer llorar, reír, sufrir, amar, todo lo tienen las palabras dentro de su mismo núcleo, por ejemplo:

    Que bellas son las palabras
    que salen del corazón
    y que dan satisfacción inmensa,
    porque razona la persona
    y puede caminar más segura
    en la existencia que tiene programada.

    Las palabras nos pueden dar
    gratitud y concordia fraterna
    que ellas emanan del espíritu
    con estimada nobleza.

    Las palabras conexas
    tienen la luz radiante
    y a nosotros llegan
    para que podamos ver el camino
    y no divaguemos en quimeras.

    De radiante luz están
    y no hay tinieblas que las envuelvan
    porque el Padre Creador
    les dio tan grande luminosidad,
    que difícil es que aun los ciegos no la vean.

    Luis, las palabras tuyas, siempre bien utilizadas forman una articulación hermosa que llegan al espíritu y eso hace que el pensamiento se eleve y nuestro corazón enseguida se da cuenta de lo bien dicho y mejor expuesto. Ten por seguro que has conseguido que tu ser vaya adjunto a tus palabras y al escucharlas o leerlas diga Luis está en ellas.

    Un abrazo.

  6. Persista en su noble empeño, D. Luis es muy loable.
    Pero del mismo modo, y referido al estilo y enfoque de la mayor parte de sus artículos, me permito hacerle una consideración.
    Queda claro que ama la palabra y la utiliza constantemente en sus escritos, pero a mí, como lector, no deja de parecerme que el fin último de los mismos se queda en un intento de lucimiento, con toques de evangelización con constantes referencias a sus creencias y prácticas religiosas y un alto grado de autocomplacencia.
    Y, de ese modo, posiblemente su mensaje sirva para alimentar menos almas de las que debería. Cuando se publica un texto, deja de pertenecer a su autor, para convertirse en público.
    Si de verdad se piensa en los demás, posiblemente la redacción cambiaría ligeramente y llegaría de ese modo a más gente.
    Es mi punto de vista, claro.
    En cualquier caso queda patente su correctísimo uso de la palabra. Un saludo

  7. Con todos mis respetos señor Galbís:Por mucho que lo he intentado no he conseguido entender la mayoría de las frases de este texto
    En su escrito leo palabras que jamás he escuchado ni leído,por lo que me he molestado en consultar la RAE.y según el diccionario algunas frases que escribe aquí no existen.
    Me gusta empaparme de todos los artículos que en este medio se escriben,aunque no siempre logro comprender.
    Me consta sobradamente que tiene mucha riqueza en su vocabulario.
    Si usted, o algún comentarista me demuestra que no tengo razón,le pediré encarecidas disculpas.

  8. Si algún día estos textos desaparecen de nuestras pantallas, si estas enamoradas loas dejan de seducirnos en la butaca privada de nuestro ordenador… algo incapacitado quedará el lector para poder seguir llenándose de cultura, de riqueza lingüística, de pasión por la palabra; de giro inesperado, de color, de música y de tono. No te quepa duda.

    Es un placer, Luis, y lo sabes, para quienes amamos las palabras, a quienes nos encanta jugar con ellas, descubrir significados y efectos con combinaciones novedosas, pensar asidos a ellas, el adentrarnos y bucear en las tuyas. Te he dicho que, a veces, tus artículos parecen por momentos emitir sonidos, canturrearnos, llevarnos de la mano, sin brusquedad, como enseñándonos por donde hay que ir. Y ahí reside tu virtud: en no limitarte a lo «ortodoxo», haciendo una redacción más o menos correcta, siguiendo estilos conocidos, sino en elevarte y darle «distinción» a esa creación. Dándonos tu piel, en cada palabra.
    Gracias, Luis.
    Traigo relajo de un SPA, hinchazón de alma… y ahora me ha venido de perlas empaparme de este sentimiento amoroso y justo hacia lo más grande que la persona pueda construir: su propio mundo a través de la palabras.

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