FIESTA EN LO ALTO
Aquella pobre mujer, de origen inclusero, no tenía a nadie en el mundo. En ella terminaba toda su familia. Llegó el día dos de noviembre y, muy animosa, se acercó al Paraíso, cuyos jardines estaban prácticamente allí al lado, inmediatos. Tomo una brazada de flores y buscando un lugar llano y limpio, difícil porque allí nada era sucio, se tumbó delicadamente sobre el santo suelo, nunca mas santo y comenzó el trabajoso intento de colocárselas sobre el pecho, tórpemente, porque extendida, acostada, se manejaba mal, a tientas, respecto de su propio torso. En esas estaba hasta que se le acercó un ángel cuya atención llamaron sus extraños manejos y se las dispuso cariñosamente en el mas perfecto orden.
La ceremonia parecía reproducir la que tantas veces se da entre nosotros, cuando los vivos llevamos ramos a nuestros muertos, visitando la otra ciudad de Claudio, en el día de Difuntos.
Ella, sorprendida, solo supo justificarse ante aquella blanca y resplandeciente criatura: “ Me hacía mucha ilusión. No tengo ningún pariente en la tierra, allí donde está, realmente, lo quede de mi. Y los que tenga aquí, ni me conocen ni yo a ellos.”
El ángel sonrió, como diciendo, “ te tienes a ti misma, y a mi, que allí, ya entonces, me cuidaba de tu custodia. Nuestro compromiso sobrevive un tiempo…”.
Él siempre había sido de su familia…El único de ella, mas allá del ningún papel…
Como me alegro de leerte. Espero que no nos falles todos los fines de semana, aunque, te advierto, el próximo estaré lejos y no te podré comentar, pero te leeré desde el teléfono, si me aclaro, que soy un poco torpe en estos menesteres.
Y respecto a tu artículo de hoy, veo el cariño con que tratas la historia de una señora, nacida en una inclusa y que no tiene a nadie que le suceda, que le llore, que le entierre.
Y hasta ella, en su deliriro de la muerte, se ve tan sola que hasta quiere ponerse ella las flores, enterrarse y, si pudiera, hasta llorarse.
Pero entonces aparece su ángel, ese del que ya tan delicadamente nos has hablado en otras ocasiones, y acude en su ayuda. Está él, que no se preocupe. Le espera el Paraíso, le espera Dios.
Gracias, Luis y hasta otra ocasión.
Querido Luis:
Me encanta que cites a los Ángeles Custodios. En el Colegio aprendí esta devoción: cada uno tenemos un Ángel de la Guarda que nos proteje durante toda nuestra vida. Le podemoos poner un nombre a nuestro Custodio, para tratarle de tú a tú.
Muchas felicidades y un fuerte abrazo.
Cómo me gustaría escuchar esa última conversación, en especial la de un familiar mío. Pero ya le dedicaré un artículo en un futuro próximo. A lo mejor, medito e intento recrear una hipotética charly, digo charla entre ellos: su ángel y su divorcio con el Ser Humano.
Gracias por la inspiración, ésta siempre recorre caminos misteriosos.
» Angel de la guarda, dulce compañía no me dejes solo en mi última agonía».
Amén
Como dice mi nieta me guta….
Este lunes me he levantado con las posibilidad de disfrutar de este pequeño tarro de esencias en forma de relato, llevado entre destacadas dosis de lirismo. Estupenda historia, Luis, pura recreación mental que me deja pensando en la posibilidad de que efectivamente así ocurra. Desde luego, como se apunta más arriba, también yo soy un convencido acerca de la existencia de los Ángeles Custodios. Hace ya mucho.
Y gracias, querido Luis, por el recuerdo fugaz y la cita a «Nuestro otro pueblo», que ya casi cumple un año desde que fuera escrito.
Un abrazo.
Hablas de ángeles celestiales con mucha convicción. Sin embargo, tu reflexión me trae a la mente los ángeles sin alas. Haberlos los hay; humildes y sin afán de protagonismo. Vigilantes fieles de historias propias y foráneas. Esos seres especiales, que aunque no tengan alas, saben cómo trasmitirte paz y serenidad.
Hermosa e inocente tu reflexión.