Todo por mi madre
Parte 1
“Tengo muchos hijos y veo correr su sangre día a día sin poder hacer nada para evitarlo. Aquellos a los que tanto amé y a los que tanto amo, se desangran en mi nombre y me matan una vez tras otra. Quiero gritar mi dolor y un insoportable obstáculo impide que el aire salga por mi garganta, la angustia de verlos morir y matar, cubiertos sobre mi manto y buscando la razón de su odio en mi, mientras yo, las más de las veces, busco la razón de mi amor en ellos.”
Soy mujer, coqueta y alegre, concebí a mis hijos fruto del amor, me gustan los colores y flirteo con ellos frecuentemente en mi indumentaria. Mi larga vida siempre ha sido agitada y rampante, pues con uñas y dientes se lucha para sacar adelante una familia tan diversa y numerosa.
Aquí, en España, el colorido de mis ropas se disgrega y crea una maravillosa capa de tintes que podría ser la mas hermosa si sólo en ese detalle fijáramos vista y entendimiento. La luz de vuestro sol es la que mas brillo da a mi pelo, contemplar vuestra tierra desde arriba se me antoja unos de los placeres de mi existencia. De norte a sur y de Portugal al mediterráneo, mis ojos quedan impregnados por la belleza de esta naturaleza, domesticada y salvaje, agreste y podada. Cierto es que la visión no deja de estar distorsionada por la daga del amor impoluto hacia mis hijos de esta tierra, y de las demás también, pero ahora estoy hablando de esta, que siembra mis entrañas y que, me consta, hace que no repare las mas de las veces en la miseria y ruindad que también abundan, pero quiero recordar que soy madre, y si algo hemos aprendido las madres es a estar ciegas a conveniencia. Ciegas y sordas, que no he de desmerecer un sentido mas que otro, no vaya a ser que el creador de todas las cosas, con el que tengo tratos a diario o incluso más que eso, tenga a mal recibir criticas a su obra maestra de una humilde y supeditada servidora.
En una de mis visitas escuche a uno de mis hijos, “El más recto”, difícil cualidad si recordamos que no es una madre quien decide cuales son las cualidades de sus hijos, de ser así todos serian perfectos, aunque bien pensado eso es mucho suponer, viendo el ideal de la perfección de algunas madres, para andar por los caminos torcidos de Dios. Es posible que siguiendo esos patrones de hechura, la especie humana mutase hasta hacerse irreconocible y no estoy muy segura de que todo fuesen parabienes y congratulaciones. Pero no nos desviemos, ya que el lector estará ávido por conocer el origen de las críticas del “Más recto”. Este, criticaba con voz firme y no exenta de fiereza el color de uno mis vestidos, realmente lo hacia con todos los que no elegía él, pero en este caso era uno en concreto, lo normal hubiese sido que ,ya que al parecer no era totalmente de su agrado, lo hubiese hecho con consideración y respeto por las decisiones ajenas que aun viniendo de su hermano, el “mas díscolo”, tienen el derecho a ser respetadas, aunque solo hubiese sido por el amor debido a la progenitora y a la que constantemente va declarando su amor ese hijo en concreto.
-No se puede vestir a una mujer que es cabeza de familia de cualquier manera, es imprescindible un recato, un clasicismo que nos identifique como grupo homogéneo y unido, a las buenas o a las malas, pero unido. Cualquier día, a cualquiera de mis hermanos se le puede ocurrir vestirla de cualquier manera y ¿Que tengo que hacer yo? ¿Permitirlo?
Que queréis que os diga, a mi no me sentó bien. Una se viste como quiere, cuando la dejan claro, que en el fondo se sigue siendo mujer con todas sus consecuencias, sean estas las que sean, o mas bien las que son, que conocemos las pasadas, las presentes, y aún no se ven mejores perspectivas para el futuro, las decisiones de las mujeres siempre tienen cortapisas, no hay celebración en la que no me caiga uno nuevo, con los problemas que traen. Vestidos de país, de región, de equipo, de empresa…Da la impresión de que me los regalan, mas que por agradarme, para reconocerse a si mismos una superioridad que solo ellos ven y solo ellos sienten con respecto a sus hermanos. A veces pienso que ni siquiera me aman, bueno, es que las madres aun no hemos podido desarrollar la cualidad de no pensar, pero ya habréis adivinado que son extravíos de una mente a veces cansada de tanto visto. El asunto, es que todo hubiera quedado en una simple crítica, de mal gusto eso sí, a mi indumentaria, o mejor, a la indumentaria escogida para mi por sus hermanos, si no hubiera sido porque después fue a buscarle, violó a su mujer, mató a sus hijos, a su hermano, quemó su casa y arrasó sus tierras.
Parte 2
Aquellos entierros fueron tristes, porque después siempre hay entierros, nunca es agradable, a pesar de la costumbre, enterrar a un hijo. Me coloqué el vestido que me había regalado el “mas recto” y le acompañe a ver como descendían el cuerpo de su hermano bajo tierra, mientras él, con un gesto indefinido murmuraba que el otro nunca debió regalarme un traje. Nunca llegó a comprender que mi abrazo alcanzaba a sus hermanos, como a él, independientemente de las ropas que luciera en el momento de darlo, mis brazos son color carne, mas morenos cada vez que estoy en España pero su color es independiente del de la tela que me cubre. El “más recto” aseveró que mis ropas, sus ropas, serian a partir de ese día las que llevaría en adelante, y ninguno de sus hermanos tuvo fuerzas para oponérsele, por lo que con el vestido del entierro pasé una larga temporada, larga y gris, porque a pesar de que los colores del vestido eran bonitos, no dejaban de recordarme que vi los miembros desperdigados de mi hijo y su familia, que el olor a sangre impregno mis pituitarias de tal manera que nada hacia que cambiase mi sensación de estar mojada en ella, la sangre de mi hijo muerto. Yo creo que el “más recto” no estaba feliz, pero como tiene ese carácter no dio muestras de arrepentimiento ni de haber reconsiderado nada. En fin, yo soy su madre, pero es él el que debe dirigir su vida, y si pensó que matando a su hermano y a su familia se libraría de mis vestidos nuevos yo no puedo hacer nada para evitarlo, y aunque pudiera, mis hijos lo hacen tan a menudo que creo que les quitaría buena parte de su “modus vivendi”, lo que probablemente acarrearía serios problemas de identidad a mas de uno de ellos, lo que a su vez, podría interpretarse como una decantación mía de preferencia de un hijo sobre los demás, algo que ni puedo, ni quiero, ni debo hacer.
Desde el alto del cementerio se veían las tierras de mi hermana, Patria, otra a la que sus hijos la sumen regularmente en situaciones como la mía, cuando no peores, aunque realmente ambas vamos casi siempre de la mano. Unos mares azules al final de las tierras, mirases en la dirección que fuese, adornaban tanto los pastos de amarillo oscuro como la fértiles tierras de los pies de las montañas. Distraía mi mirada viendo los desiertos secarrales de matojos que desesperaban a sus habitantes en tiempos de hambre del sudeste, cada vez más extensos y crueles, pero no exentos de una belleza singular, cuando el “más Díscolo” levantó la cabeza de su ataúd y me espetó.
-¿Que te ha parecido? ¡Otra vez se le ha disparado el automático al “Más recto”!. Esto es un sin vivir mamá, yo no se como hacer para que esto no ocurra, y ya sabes, después de mi van los demás, que este nunca tiene suficiente.
– Ten calma cariño, ya sabes que estos sucesos son recurrentes y es su forma de sentirse seguro. Tu hermano en el fondo tiene un sincero aprecio por ti y sabe que nunca podrá matarte del todo, pero yo no puedo hacer nada, solo asistir a vuestros entierros y contemplar vuestros actos.
-No se mamá, pero yo estoy cansado de pasar tantas temporadas enterrado para volver y encontrarme con que nada ha cambiado.
Acto seguido volvió a tumbarse en su féretro cariacontecido y con gesto agrio. Supondrá el lector que yo me sorprendí, pero no sería ese el caso si antes le hubiera explicado ya que mis hijos tienen por costumbre matarse y enterrarse regular y constantemente a lo largo de sus, a su vez, largas y cortas vidas. Siempre conmigo y mi hermana Patria al frente de las tropelías contra sus hermanos, y con su padre, claro, siempre sin ver como nuestros ojos salpican sus cuerpos con las lágrimas que arrastra el viento en las violentas carnicerías propias de quienes no entienden que la vida nos ofrece mejores dadivas, siempre “por nosotros”.
Pasó mucho tiempo hasta que decidí ponerme de nuevo los trajes que mis hijos me ofrecían, porque aunque cueste creer nunca dejaron de ofrecérmelos, estando aplastados, muertos, oprimidos, otra vez muertos… Nunca falta una mano que se levanta del subsuelo con nuevos vestidos, nuevas prendas, o viejas para convertirse en nuevas, y yo me resistí mucho antes de dar el paso de estrenar nuevos colores y salir a la calle con ellos, tenían derecho a vestirme los otros hijos.
Mucho tiempo estuvo el “más recto” a cargo de las tierras de sus hermanos, las cultivó, las amansó y las acomodó al nuevo orden, impidiendo, o intentándolo, que ya hemos dicho que nunca conseguiría que sus hermanos olvidasen que tenían otras preferencias, que sus colores eran otros, que siempre quedaría en sus corazones las veces que murieron en manos de sus propios hermanos y que solo conseguía incorporar nuevas fuerzas, nuevos ánimos para intentar vestirme.
Supongo que después de haber leído esto el lector estará buscando culpable, si es humano claro, ya que es bien sabido que en vuestra raza tener un culpable, un enemigo, es básico para mantener vuestra ansiada identidad, de ahí esa manía de descuartizar hermanos que es en suma lo que habéis estado haciendo toda vuestra existencia. Cegados por vuestra locura dejáis de reconocer al hermano para convertirlo en enemigo, buscáis razones, como la de mi indumentaria para poder masacraros entre vosotros, ninguno de vosotros es capaz de ver que a mi, o a mis hermanas, a vuestras madres, que lo que nos gusta son las transparencias, estar desnudas y vestidas por las manos de nuestros propios hijos al mismo tiempo, a nosotras, las banderas, nos vestís vosotros, mientras todas añoramos la desnudez de la vida, y no los vestidos de la muerte que constantemente nos regaláis.
Después esta Él, Él, que pudo haberlo hecho diferente, Él, que escogió cuales serian vuestras virtudes y vuestros defectos, al que llamáis padre y por el que os matáis tanto o más que por nosotras, la única diferencia es que Él sí pudo haberlo evitado con tan solo un poco de cuidado a la hora de crearos. ¡Recórcholis!.
Muchas felicidades, Juan. Me parece un escrito magistral, que enseña muchas cosas sobre la madre.
Él no puede evitar que sus hijos sean como son. Ni los crea, seguramente, y, por supuesto, no puede evitar que sean como son. Es su libertad, la de los hijos y Él no puede cambiarlos.
Si pudiera no consentiría las terriblesi njusticias que todos los días vemos. No habría un cuerno de África, no habrían matanzas, hambre, desigualdades, visitas de Papas coronados con pompas reales, mientras todo esto sucede.
Esa es la triste y cruel realidad, y nadie puede evitarlo. Ni Él. Un saludo.
Un artículo subrepticio en primera instancia. Como lectora, creo que he descubierto el memorándum que quieres trasmitir, a medida que he ido introduciéndome en el texto. No ha sido fácil para mí, lo reconozco. No por tu forma de escribir, que denota una fusión perfecta entre sentimiento y mente, sino porque me ha costado asemejar las banderas de los dos bandos, a una madre. Pero tienes razón, una madre no quiere que sus hijos disputen entre ellos, pero a veces no puede hacer nada por evitarlo. “La libertad de uno, empieza donde termina la de otro”, ¡qué triste realidad!
La ideología, cuando se convierte en una lucha sectaria, ocasiona la perdida de objetivos reales. Cambian los valores, cambia la gente y cambia su conducta.
Estamos viviendo una guerra fría, un sinsentido, y parece que poco hemos aprendido de nuestros predecesores.
Gracias por recordárnoslo Juan.
Un texto simbólico en el que las banderas y los dioses actúan de justificación, y explicación de barbaridades, para la autodestrucción del ser humano y tropelías miles; uno contra otro, contra todos, mediante la inmolación, si es preciso, pues de eso vive y se nutre el fanatismo; especialmente cruento, cuando, como de costumbre, lo hace y se manifiesta en nombre de algo superior: un dios, una bandera… una patria.
Buena denuncia de una abominación inexplicable, y diría que de difícil o de casi imposible erradicación.
Un abrazo, Juan.
Amigo Juan, un texto metafórico de dificil hermenéutica que se nos presenta como una alegoría contra la barbarie y la sinrazón del fanatismo ideológico amparado en la simbología de la patria y la bandera. Cuantos han muerto inutilmente por ello!.Ese dolor impasible de la madre viendo como se vierte en inútiles disputas la sangre de sus hijos es el dolor de todos los que han luchado a lo largo de la Historia por un mundo en paz y libertad dando muchas veces la vida por ello. Sin embargo a otros, una bandera de crueldad y sectarismo les ha robado en infinidad de ocasiones la razón y la vida.Como dijo el poeta «sobre la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida». Y el Amor más grande siempre es el de nuestra propia madre que nos da la vida.
Muchas gracias a todos por vuestra atención.
Así es Alicia ,Wifredo y Claudio de eso trata el texto. Pero mal camino el mio cuando hay que explicarlo porque muchos no lo entienden.
Señor Pellín a usted más reconocimiento aun por su intención, gracias.
Sólo una cosa, el texto no habla de las madres, autores que las ensalcen hay muchos. Pretende hablar del fanatismo y de la palabra única. De como, por mor de ideas fijadas e inamovibles el hombre se destruye a sí mismo a lo largo de la historia cuando sólo con tolerancia , comprensión, e intención de aplicarlas, se podría evitar tanto desmán. Todos los países, las religiones, incluso los equipos, tienen una intención en su palabra que es deformada por seguidores ciegos que acaban empleando la violencia para imponerla. Ni la palabra de Dios, ni la de ninguna ideología insta a matar, , todo lo más a convencer, somos los hombres los que , haciendo uso del fanatismo, lo hacemos.
Si se fija usted, esto podría ser un sermón si sólo hablara de Dios, pero es que no es Dios, es cualquier idea que pase por el filtro de los hombres.
De nuevo muchas gracias.