Art. de opinión de Juan G. Olivares

Moros y Cristianos

Llevaba años sin ver el desfile de moros y cristianos y aun así lo conozco de memoria, que para algo soy de Novelda. Cientos, ¿O quizá miles?, de mujeres y hombres vestidos con galas que jamás existieron en una espectacular comunión festera.

Mujeres aguerridas y lindos hombres pasando de diez en diez a enseñarnos atavíos producto de desenfrenos imaginativos en pos de una diversión sana, o no tanto, pero bienintencionada. Lo más cercano para muchos a la felicidad. Ese momento se desenvuelve a través logros comunes como es la organización de un evento de ese calibre o de juergas y desmadres posteriores o/y anteriores.

El cuerpo en fiestas es un cuerpo golfo, no escatimemos palabras, y esa golfería es física, que no mental, limitada a unas fechas concretas y dejada de lado a la hora de tomar otras actividades de la vida de todos y es la que guía al ser humano en fiestas. Es un cuerpo golfo y eso contagia.

Y a mi me cansa. Me refiero al desfile, que no a la golfería, aunque también.
Después de ver un traje no apto para abrazos efusivos, que bien hubieran podido dejar seis cornadas en el cuerpo abrazador, dada la cantidad de cuernos y pinchos que llevaba adosados, mi mente comenzó a divagar por otros factores.

Me fijé en los espectadores de la acera de enfrente y vi a Reme. Recordé que no era la primera vez que veía un desfile como este enfrente de ella, igual, bueno, con una diferencia. Aquellas veces ella estaba con sus padres y miraba con ojos curiosos e interesados de una adolescente. Esta, miraba con ojos protectores de madre a un imberbe jovenzuelo y a una correteadota niña.

También se posaron mis ojos, libres, en sus padres, que, sentados a la puerta de su casa, como en aquellas lejanas ocasiones ya no lucían la seguridad de personas maduras que les recordaba, sino la decencia de venerables ancianos que, rodeados de hijos y nietos cumplían la tradición anual.

Todos los desfilantes iban armados, incluso el señor de amarillo fosforito que, con las armas más actuales de todas y a la vez las más escasas, capazo y pala, cuidaba de que el señorío del desfile no se perdiera por las necesidades corporales equinas.
No sólo fue Reme y su desenlace lo que mis ojos miraron.

Los moros, pero no los del desfile, sino una pareja de hombres de Africa, inmigrantes que incrédulos y, sobre todo, no conscientes de que estaban asistiendo a un espectáculo, no a una recreación histórica, miraban anonadados la imagen que se reflejaba en el desfile. Esas caras de asombro de los protagonistas verdaderos siempre me ha llamado la atención y pocas veces ha faltado alguno para que yo observara sus gestos.

Volví a mirar el desfile y vi como aquellos contemporáneos míos que fueron los jóvenes de la comparsa ayer, hoy eran los hombres maduros, los maduros se habían convertido en ancianos apuntando a su retiro y nuevas filas, hijos de mis amigos, llenaban el hueco de los que en su día desfilaron como ancianos y alcanzaron ya su honroso retiro.

En fin, entendí que estaba viviendo una tradición, que mis hijos la vivirían indefectiblemente debido a su lugar de nacimiento, y me sentí integrado en ella. ¿Que sería de los moros y Cristianos sin espectadores como yo? Yo, ni procesiono ni desfilo, pero siento que la gente que lo hace es mi gente, y lo menos importante, los trajes. Porque una tradición para un pueblo va y viene en gastos y calidades, pero cuando la gente de un lugar se une para conseguir una meta crea unos lazos que no se desgarran como los vestidos.

No lo acabé, como casi siempre, pero me fui a cenar con el menor de mis retoños, (el resto de la familia participaba en el espectáculo), y con el sentimiento orgulloso de ser de Novelda, y de haber asistido a su día grande.

Felices Fiestas.

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3 COMENTARIOS

  1. Confieso amigo Olivares mi condición de no festero, de simple observador de un modelo festivo que indudablemente ya forma parte de nuestrio acervo cultural en Novelda.
    No puedo expresar con palabras el sentir y el fervor del fester noveldense porque no lo vivo desde dentro ni con el mismo grado de intensidad que ellos pero admiro el sentido de hermandad de sus gentes, de integración y amistad entre los componentes de esas comparsas, de esas filaes,de quienes comparten en definitiva juergas y golferías en el interior y exterior de las kábilas y cuartelillos al calor de la fiesta.

    Estos juglares del medievo o emuladores del viejo Abderramán nos ofrecen cada año en la entrada mora y cristiana un espectáculo majestuoso y de colorido singular al ritmo de los timbales .Siempre contemplando un desfile me asombran los trajes ,su confección y acabados,su impacto y brillantez visual, son autérnticas obras de arte que en muchísimas ocasiones despiertan la admiración de quienes los contemplan por primera vez.

    Llevo más de 30 años viendo desfiles y a veces confieso que no los aguanto.se me hacen interminables pero no puedo evitar acudir anualmente a su cita.
    Hemos pasado de una fiesta casi ceremonial y de conmemoraciones históricas a una fiesta con claros componentes carnavalescos que se manifiesta en actos festeros como la retreta o la embajada humorística. No soy un purista de la fiesta ni me corresponde ese papel porque los tiempos cambian y el aspecto lúdico de la fiesta también y tenemos que aceptarlo.
    Yo como nolveldero simplemente me siento orgulloso de tener una fiesta de Moros y Cristianos aunque no participe de ella más allá de mi comdición de simple espectador.

    Soy amante de la Historia y este es un espectáculo en el que la Historia está muy viva, el pasado sigue eternamente presente cada mes de Julio en las calles iluminadas de Novelda. . Un cordial saludo.

  2. ¿Sabes , amigo Juan, que yo fui uno de los 10 ó 15 visionarios que fundamos Astures y, con los Negres Betanics, en 1970 inauguramos los Moros y Cristianos? Fue el primer dsfile, embrión de la gran fiesta que hoy goza Novelda.

    Nada que ver, lo de hoy, con aquellao humildes vestidos, calurosos y alquilados, creo, en Villena.

    Hoy, con la edad, he dejado de ser socio de Astures y he dejado de ver los desfiles, pero me siento muy orgulloso de haber puesto la «semillita» a nuestras fiestas.

    Un cordial saludo, Juan.

  3. Gracias, Juan, por habernos contado «ese» otro ángulo de los Desfiles, observado desde otro lugar, el tuyo, con ese ojo vigilante y analista de la realidad y que para muchos pasa desapercibido.
    No te escribe un seguidor de los Desfiles, jamás me gustaron y no sé si algún día veré uno entero. Pero comparto absolutamente el sentimiento de «comunión» y de fiesta del que hablas para referirte a los que lo hacen y de la felicidad que puedan llegar a sentir.Creo que has hablado con mucha verdad.
    Un abrazo… y lo dicho, gracias por esta radiografía tan especial que de los Desfiles nos dejas.
    Hasta pronto!!!

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