En la calle Francisco Santo
Son solo doscientos metros. Si presiono fuerte se parará la hemorragia. Esta calle es solitaria, ni siquiera los que fuman marihuana en este rincón cada día, en todo momento, están ahora para ayudarme.
No le había dicho nada para que se enfadase.
Solo doscientos metros y llegaré a donde hay luz, donde hay gente. Él no es malo, sólo tiene genio, y cuando bebe se pone muy mal, le convenceré para que no beba más porque hoy se ha pasado.
No me duele, pero noto el calor de la sangre por debajo de mis vestidos, me falta la fuerza, se va por la herida. No tenía que haber dejado el cuchillo a la vista. No tengo que tropezar, si me caigo quizá no pueda levantarme y no llegaré a la luz. ¡Que lejos está la plaza!, doscientos metros interminables. Veo la fachada iluminada de la iglesia de la Plaza Vieja, como la llaman aquí. En mi pueblo, en Rumania, también tenemos una plaza bonita, la más bonita del mundo, cuando me curen me volveré sin él, sin mi marido.
Ciento cincuenta metros. Noto el líquido caliente por debajo de mi ropa interior. La parte interna de los muslos esta lubricada por mi sangre. La ropa que él me pide que lleve, impide que se vea, pero la noto correr. Al alzar la cabeza, siempre gacha para evitar tropiezos, he visto una sombra entre la plaza y yo. Es una mujer con una bolsa en la mano. Viene. Pensaba que no podría llegar, ella me ayudará. Gracias a Dios.
Ya está cerca, alzo mi mano para recibir su amparo, su vida, ella no tiene herida que deje escapar su alma y su aliento, ella me puede ayudar. Zigzaguea a mi alrededor y evita mi contacto. Me tiene miedo, me huye. He intentado hablarle, llevo cuatro años en España y chapurreo bastante bien el castellano; el rumano también viene del latín, pero creo que solo he balbucido, no me ha entendido. Quizá ha pensado que le pedía dinero. Me ha tenido miedo, seguro. No puedo volver la cabeza para mirarla, me caería, pero noto su mirada en mi espalda; tengo que llegar, solo son cien metros, hay luz, hay gente en la plaza.
Derribos “el quieto”. Hace al menos cuatro años que ese cartel está ahí, mirandolo todo sin ver nada. “El quieto”, con ese nombre aun estará muchos años más. Mañana mi hijo trabaja, va a recoger manzanas a Sax, si el medico tarda mucho en curarme no podré hacerle la comida y mañana no tendrá que llevarse. Tengo que llegar a la plaza, allí me ayudarán. La luz es mas fuerte en el suelo, estoy llegando, no puedo levantar la mirada de mis pies, pero adivino los bancos. Si llego a uno podré descansar y alguien me llevará a curarme. Mañana mi hijo trabaja.
Me he sentado, hay gente que pasa por el otro lado de la plaza. Alzo mi mano e intento gritar para que vengan a ayudarme, no me oyen, me miran, pero solo ven a una mujer envuelta en harapos gesticulando y emitiendo sonidos que no entienden, no van a venir. Me duermo, mañana no podrá llevarse la comida mi hijo. No siento dolor. No fuera del alma, ahí sí sufro, es en mi cuerpo donde faltan las sensaciones, me duermo. Alguien se acerca, me van a ayudar, me duermo.
El 12 de Agosto del 2007, una mujer rumana de 44 años, fue asesinada en Novelda por su marido. La policía encontró a una pareja cuya mujer dormía en un banco de la Plaza Vieja. Al interpelar al hombre, este dijo que había encontrado a su mujer acostada en el banco con la puñalada en el pecho. Afirmó no saber nada más. Xxxxxx murió horas después en el hospital y su marido confesó el crimen. He buscado en las hemerotecas y ningún medio dio el nombre de la fallecida, era, se llamaba, “una mujer rumana”, en todos los medios. La asesinada era una mujer, una mujer maltratada y una mujer rumana, mala combinación. Se llamaba Xxxxxxx. Nunca fue objeto de conversación en mi círculo de amistades ni en ningún otro, nadie la recuerda, nadie recuerda ese crimen. Xxxxxx era una mujer rumana. Su hijo no fue a trabajar al día siguiente, y el cartel de “El Quieto” sigue ahí, observando la calle Francisco Santo.
Fantástico relato, Juan.
Maravillosa exposición, diría, de un hecho ocurrido en nuestra Novelda y espléndidamente descrito de tu parte, con el desgarro propio y sin igual de una situación dolorosamente verdadera.
A pesar de la crudeza, bellísimo el texto en su narración. Te lo dije en tu blog: casi claustrofóbico…, y hermoso en su estética.
Mis felicitaciones.
Tienes excelente mano para la escritura. Y lo sabes.
Juan, te lo dije en tu blog. Gran y emotivo artículo. Tremendamente sensible y cruelmente humano. Esa es nuestra condición. La de huir del emigrante. Que se vaya a su país. Aquí estorba, hace daño y sí sufre, que no hubiera venido.
Y son personas, hijos de Dios, que sufren, que lloran, pero no nos importa Preferimos salir a gritar SI A LA VIDA, y olvidarnos de estos ¿hijos de Dios? Sí, hijos de Dios, más que los que aún están en el vientre de su madre. Pero estos no merecen una manifestación, querido Juan.
Me ha emocionado tu artículo, pero mañana será sólo un recuerdo. No existirá.
Gracias, querido Juan.Ojalá despiertes conciencias, como lo has hecho con la mía.
Un fuerte abrazo, querido Juan.
Muchas gracias Juan por tu relato
Mentalmente le he gritado a la gente: ¿Pero es que no os dais cuenta de lo que esta pasando? me han dado ganas de salir corriendo y ayudarla pero ya era tarde si, ya era muy tarde… Aunque así como lo has escrito parecía que estaba pasando en ese momento.
Gracias de nuevo, sigue escribiendo que aqui estaremos para leerte.
Besitos
Amigo Juan Gabriel. Excelente y conmovedor articulo,y también real, quiero decirte personalmente que cuando me entere me entristecí mucho, ya que conocía y atendía a esta familia algunas veces, ya sabes por mi trabajo, ella era una mujer callada y triste se le veía que sufría, pero agradecida siempre me daba las gracias, la mano asesina segó su vida, que cobarde, de una mujer que vino a Novelda a trabajar por sus hijos, y precisamente en la C/. Francisco Santo.que tan malos recuerdos tengo.
Un abrazo fuerte .José María Castelló
Me has comentado que habias escrito un «cuento» en este portal de internet. Lo ha ido a leer pero sin imaginar ni por un momento lo que iba a encontrar. No es un cuento bonito, con un final feliz. Es una historia, perfecta y detalladamente descrita. Que lleve al sobrecogimiento, a la reflexión, tambien a la rabia, porque es una de las lacras que tenemos en esta sociedad, y que debemos erradicar desde el ejemplo, la educación y el respeto que debemos inculcar en las generaciones que nos sucederan. Mi enhorabuena porque esta muy bien escrito y cala muy hondo
Olivares Yo te conozco y nos tenemos una Apreciación mutua de respeto y amistad.
No conocía esta impresionante faceta tuya. Este relato, es sencillamente excepcional.
Transmite una calidad humana, que sinceramente conmueve las conciencias
Permíteme que lo cuelgue en mi blog ya te pasare el enlace.
Tu amigo para Ti
Bonillo.
El desamparo de esta mujer, me trae a la memoria otros tiempos, viejos y ajados, en los que algunas mujeres, víctimas de algún cacique machista, no tenían derecho a la dignidad, ni siquiera a ser tratadas como personas. Afortunadamente, es un mal que en España, se está intentado erradicar, pese a que siguen muriendo mujeres por la violencia de género.
Lo has detallado excepcionalmente Juan, tanto que he vivido y sentido paso a paso, la angustia desvalida de esa mujer.
No podemos mirar de reojo el infierno ajeno, hay que pararse y actuar. No vale aquello de: “ojos que no ven, corazón que no siente”
La realidad supera la ficción, llevas un escritor dentro, Juan. Has conseguido con tu relato, ponerle voz a esta pobre mujer y a cientos como ella.
Gracias.
MARAVILLOSO
Gracias Juan por este relato.
Da gusto leerte.
Un abrazo
Esperando unas tapenas