Vicente Sala: la dignidad a ambos lados de la CAM
Todas las personas tenemos un lado público y otro privado: cualquiera nos puede ver en la calle, haciendo la compra, viendo una película en el cine…, pero también tenemos un lado que únicamente conocen quienes nos ven dentro de los muros de nuestros hogares, aquellos que nos contemplan despojados de todo lo superfluo, y sobre todo, distantes de nuestro rostro profesional. E incluso, hay personas, cargos públicos o personalidades de cualquier rango o ámbito de la vida social, cuyo lado público es, además, analizado con lupa diaria por la prensa (del color que sea) y los medios de comunicación en general.
Saber conjugar ambos términos de la vida de uno mientras se está en constante exposición pública es, en ocasiones, una cuestión de puros malabares. Saber desenvolverse a la perfección en los dos ámbitos, el público y el privado, sin que ninguno contagie al otro ni los dos se superpongan, ni se saque provecho personal (ni económico) de uno hacia el otro, es una de esas tareas necesarias que dejamos relegada, por considerarla imposible, al puro azar. Menos en contadas excepciones, como el caso que nos ocupa. Y, por supuesto, saber volver a la vida privada tras pasar varios años en la esfera pública es algo que, si se hace con criterio y dignidad, demuestra eso mismo: buen criterio y mejor dignidad.
Vicente Sala Belló lo ha logrado. Desde que en febrero de 1998, mi paisano noveldense fuera nombrado Presidente del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, en sus más de diez años en el cargo ha mostrado en la Caja el fiel reflejo de su personalidad: amabilidad, humildad, búsqueda de consenso, prudencia, eficacia y humanidad. Prudencia en sus actos y actuaciones, en sus comparecencias públicas, en su quehacer diario. Búsqueda de consenso común entre unas partes distanciadas, en una época convulsa en lo político. Humildad, algo muy importante y valioso para un empresario de éxito que lleva más de cuarenta años, como suele decirse, al pie del cañón. Amabilidad, algo que podemos asegurar muy bien las personas que tenemos la suerte de conocerlo personalmente. Y, por supuesto, y a los datos me remito, efectividad espectacular la que ha logrado la CAM en sus años de mandato, junto a su excelente equipo directivo, situándose como la cuarta Caja española y el octavo grupo financiero del país. Por último, su humanidad, que la demostró multiplicando año tras año los beneficios destinados a la Obra Social. Fue su mayor orgullo y así lo manifestaba en todos los Consejos con emoción.
Vicente Sala ha vuelto ahora a la vida privada, a la vida junto a su mujer María del Carmen. Es posible que ahora haya retomado la lectura de esos libros que le quedaron pendiente en las estanterías. Quizá ahora sean más largas las charlas con los amigos, las conversaciones con sus hijos, los juegos con sus nietos. Tal vez hoy pueda posar su mirada más tiempo en los recuerdos en forma de piezas artísticas que decoran las paredes de su casa y, entonces, la memoria se le vaya a todas esas experiencias vividas, las anécdotas pasadas. Pero todo eso queda en el nivel de las especulaciones; es lo que sucede cuando el lado público desaparece. Vicente Sala vuelve a tener solamente su vida privada; sin embargo, ha dejado constancia limpia y clara de su exitoso paso por la Presidencia de la CAM. Y eso hay que saberlo valorar, reconocer y agradecer como empresario, persona y amigo. Y, además, en público.