Sabina y Magdalena
Ya estamos próximos a la segunda Pascua. Oliendo, casi, a Navidad. Concernidos, cada día más, por aquel Cristo, que nació donde el ganado y murió entre ladrones. El Nacimiento, Los Ramos, La Cena, el Prendimiento, la Pasión y la Cruz. Todo lleno de las dos figuras centrales, el Hijo y la Madre y siempre olvidada, la tercera protagonista, la otra María, Magdalena, la enamorada del Hombre Jesús, que lo espera, sola y lo recibe, de vuelta, con el mensaje de la Resurrección.
Siempre, llegadas esas próximas fechas, he echado mucho de menos en las conmemoraciones, a la segunda mujer en la vida humana de Dios, partícipe de lo que acabó en la otra Pascua, hasta grados que solo explica el amor, humano y sobrehumano. Mi mujer, la pone siempre, anacrónicamente, en nuestro Belén. Y cada año, llegadas estas fechas, la añoro e incluyo doblemente, dolido por el recuerdo de aquella canción de un álbum de gran éxito lanzado hace unos años (1.999), por estas calendas, por un sujeto llamado Joaquín Sabina, objeto de mil premios, a su propósito. Ahora presenta otro, entre nuevas alharacas de la progresía más hortera. En aquel, de lastimoso recuerdo, creo que se llamaba DIECINUEVE DIAS Y QUINIENTAS NOCHES, incluía un «tema», de grosera vejación a la Santa. Sonó en la TVE que pagamos todos los españoles, y ahí la sufrí yo, hijo devoto de mi patrona, en un programa «El Séptimo de caballería», que coordinaba Mercedes Milá. Desclasado y casposo, este antiguo frecuentador de la Bodeguiya gonzalera y, se ha dicho, anfitrión de etarras en Paris, humo y alcohol más el probable concurso de alguna otra sustancia, hizo que Magdalena saliera de su boca ennegrecida y descuidada, cubierta de basura, ludibrio y vileza. Reproducir la letra de su “balada” CANTO A MAGDALENA, sería hacerle abyecta propaganda. A los pocos días, salía en la 2, entrevistado por Pedrito Ruiz. Evidente que esta escoria vende y tiene bien extendida la red de sus intereses, entre productores, realizadores etc. Hasta en la episcopal “La Linterna”, de la COPE, escuché a Jiménez Losantos, (entonces trabajaba en ese programa y por la noche, antes de pasar a su escasa Radio/Es, de ahora,) intelectual a quien estimo, hombre valiente y honrado, hacerse lenguas de este mameluco. Nada menos que en la emisora de los obispos, celebrando a un sujeto capaz de irreverencias y blasfemias brutales y del peor mal gusto. ¿Estaré loco, me dije? Aún me lo planteo….
En su puerca canción, relacionaba a Magdalena y Jesús con el tráfico de las casas de lucecitas de colores. Como si la Santa de los noveldenses fuera una “madame” de lujo y Cristo, (“Si sería buena en lo suyo que hasta un Hijo de Dios se fué con ella”), decía, aproximadamente, en una de las partes de su canción encanallada), su cliente, no ya con la mayor de las irreverencias, sino desde una expresión halitosa inasimilable a partir de la menor exigencia de delicadeza moral. “La más señora de las putas y la más puta de las señoras”, añadía, literalmente, en otro segmento del engendro. Si los hijos de mi pueblo se consideran hijos de Magdalena, (así lo afirman en su himno), este “chulín asilvestrado” como lo calificara una vez “El País”, nos llamó, a todos, hijos de puta. Este desarrapado que jamás ha peinado sus greñas grasientas de cesante guarro, que lleva en la cara el espejo agrietado de su alma astrosa y desvencijada, que es capaz de corresponder al trato incomprensiblemente amistoso que le brindan los Príncipes de Asturias, publicando en un libro, casi reciente, presuntos chistes procaces contados por doña Letizia, en cenas íntimas de inconcebible celebración, carece de la energía moral necesaria para poder ofender. Apenas entristece y da asco, como ciudadano próximo y prójimo. Manos blancas no ofenden, doña Mercedes Milá. Ni espíritu rojo, decadente, fósil y tramposo. Ni el consentidor Don Pio Pio, el muy poco Pio, (entonces regentaba la TVE, don Cabanillas hijo) salvo que estas atrocidades le pareciesen, como a otros que se la cogen con papel de fumar, “libertad de expresión”. Este ruiseñor pestilente, metido a poeta de alcantarillas y pajarraco del asfalto, nos escupió en el alma, sobre la imagen que venero, hortera de todo a cien, voz rota, jilguero macarra, piltrafa humana, cuyo único crédito solo renta asco y lástima.
Ofender a la segunda principal mujer de los Evangelios, la enamorada de Dios, la “apóstol de los apóstoles”, la que amó al Hombre Dios y al Dios Hombre, en el más bello mestizaje teológico de la Biblia, mujer mujer y Hombre Dios, dando a su relación unas valencias místicas tan de carne y hueso, es como maltratar a mi madre. Y hasta ahí podíamos llegar, don Joaquinito….
Decidí olvidarme del asunto, para paz de mi espíritu. Pero es que luego lo ví, nuevamente, invitado por Sánchez Dragó, en ”mi” TVE, porque me afecta su billón de deuda, para hablar de poesía, ofendiendo a todo los posibles universos de versos el mundo de la dignidad y la belleza. ¡Esto es ya demasiado! Yo, de tratar con él, luego, me fumigaría…
Ya solo falta que me lo metan el la real Academia. Gente mas burra hay. Como el Cebrián que en su novela La Rusa, única creación que se le conoce, llamaba al resultón botoncito de las féminas, “clítorix”, así, con X de película marrana.
Quien quiera que celebre el apolillado rock urbano de este poeta del Bombin y las guedejas. No soy nadie para juzgar las tragaderas literarias y musicales del prójimo. Hasta al mal gusto se tiene derecho. “Hay chent pa tot”…Pero, pensando en Magdalena, que cuenten siempre, él y sus seguidores, con la expresión de mi desagrado más profundo. Alguien le ha robado un martes a este jienense, como al almeriense Escobar le quitaron también un carro. Y él quiso robarnos la dignidad de Santa María Magdalena. Ladrón malasombra…