Artículo de opinión de Francisco Penalva Aracil
Percibimos la música a través del sentido del oído, y al escuchar la que nos conmueve los sentimientos vuelven a su estado puro.
Que tendrá esta deliciosa sensación acústica, que forma parte de uno de los principales motivos que te llevaron a enamorarte, cuando bailabas con tu pareja al ritmo de aquellas inolvidables canciones de juventud. Aparte de ser: Color, luz, y alegría.
Su misma definición en el diccionario: Arte expresado mediante la ordenación de los sonidos en el tiempo. Es un breve poema. Para escucharla emocionándote al hacerlo, lo mejor es el silencio y si es posible la soledad, para entrelazarte entre tus pensamientos más íntimos.
Escucho a menudo, y siempre se me queda grabada en la mente durante un tiempo después de oírlas, canciones interpretadas por el Gran Luciano Pavarotti, como “Rondine al nido” (Golondrinas en el nido), acompañado de un flautista genial imitando con sus flauta el canto de un pájaro. Y esas palabras que salen de una magnifica y potente voz. Como una estrofa que dice: En la dulce penumbra del atardecer la primavera pasa. Gorjean las golondrinas ebrias de luz y de aire.
La música nos ayuda a relajarnos, y leyendo acompañados de ella valoramos mejor al hacerlo, la importancia de la armonía en un texto literario. Y al escucharla también en las películas, te lleva a entender con claridad las escenas que más te gustan.
Pero para darle forma, tienen que haber primero personas que la compongan, esos compositores que tanto nos han ayudado a fortalecer nuestro espíritu. Y que la interpretan o la canten. Músicos que con sus instrumentos o su voz, y fijándose atentamente en las notas del pentagrama, y en la batuta del director, le dan forma a una canción. Ellos experimentan un doble placer: El que sienten al interpretar con su instrumento una determinada canción. Y el de escuchar al resto de sus compañeros.
Sí, vale la pena el esfuerzo, el estudio y la constancia, en aprender a tocar bien un instrumento musical.