Mirella y yo, pasemos la noche en lo alto de una montaña, dentro de una cueva. Esperando que amaneciera desde su interior en duermevela, veíamos en el horizonte la incipiente luz del alba que tímidamente quería salir. Cuando de pronto una potente luminosidad que surgió de un sol inmenso del color del fuego y un penetrante aroma a tomillo nos despertó.
Al salir cayeron sobre nuestros cuerpos calientes, las ultimas gotas de una lluvia reciente llenándonos los ojos de monte mojado en el que las mariposas alegres tras la lluvia, se posaban en las flores de romero, y el verde que podíamos divisar brillaba con fuerza. Al atardecer caminemos sin rumbo, observando lentamente la luz de la primavera, que es, ya sabéis, especialmente poética y sensual.
De pronto ya de noche, notemos la presencia a lo lejos de alguien que nos seguía ocultándose entre los arboles, pero el reflejo de una intensa luna llena la delató al iluminar su rostro. Era una joven morena; Mirella la llamo ofreciéndole un manojo de madroños y ella los cogió sin hablar y se los fue comiendo. Después de unos instantes de sonrisas entre los tres, por fin hablo. Dijo llamarse Cloe que quiere decir “Brote de hierba verde”, nombre que le pusieron por haber nacido en este maravilloso lugar lleno de vigor y hermosura. Vivía sola en una casa de madera que fue de sus padres. Su vida transcurría rodeada de ciervos, ardillas, pájaros de mil colores; ademas de cabras, gallinas. Y lobos que la acompañaban y protegían.
En su hábitat estaba rodeada de naturaleza salvaje en el sentido mas grato y dulce de la expresión y era poseedora ella sola, – ademas de testigo privilegiado – del tierno sol del otoño. El frio cálido de nuestros inviernos. La belleza los aromas de la primavera. Y los calurosos veranos junto al rio igueña.
Le dije a Mirella si nos quedábamos allí, y se le iluminaron los ojos de estrellas y deseos.
Cloe tenia una expresió dulce y risueña en su rostro, era feliz. Su vocación era la de dibujar con lapices de colores frutas; manzanas, melocotones, sandias abiertas con su rojo intenso. También ramos de flores. Pájaros con muchas plumas. Y arboles tupidos de hojas y ramaje de un verde intenso. Escenas campestres. Entre nosotros surgió una gran amistad, y estuvimos con ella un largo tiempo. Hoy Cloe se ha convertido en una gran pintora, y vive de vender sus cuadros.
Firmado: P&A