Este jueves 21 de diciembre a las 19:00h en el Casal, charla coloquio ‘Genocidi a Gaza, no en el nostre nom!’
¡Tiempos aciagos nos ha tocado vivir! El plural de la frase que utilizó el rey Theoden de Rohan, en el Señor de los Añillos, cuando lamentaba la pérdida de su hijo, podría describir perfectamente la realidad que nos rodea. La capacidad psicológica que tenemos la humanidad para recuperarnos singular y colectivamente de experiencias traumáticas, la desgatada resiliencia, no ha sido suficiente para asimilar la concatenación de crisis y situaciones adversar que hemos ido encajando en este último lustro.
Cuando parecía que estábamos a punto de superar, en algunos ámbitos de la vida, una crisis global, provocada por la avaricia de los mercados financieros, aparece una pandemia mundial, relacionada directamente con el modelo de producción capitalista y de sobrexplotación de la naturaleza, intrínsecamente asociada, al ya incuestionable, cambio climático, y que nos recuerda que estamos expuestos, como cualquier organismos vivo, a la reacción de la naturaleza contra el ataque persistente al que la sometemos. Pero, cuando a base de ciencia pareciera que podríamos contener al virus, se desencadena un conflicto bélico, por una reorganización del neoliberalismo en crisis, en plena Europa y tras casi 30 años en paz relativa, que vuelve a convulsionar nuestras ya complicadas vidas.
Y digo complicadas porque todas estas crisis han tenido un impacto negativo en miles de familias. Unas, tras la fallida económica que provocó el crack financiero, se empobrecieron, perdieron sus casas y sus proyectos de vida, otras además perdieron dramáticamente a familiares y amigos en los meses más duros de la pandemia, y todos y todas vimos como el aumento de los carburantes o de los alimentos de primera necesidad, con la excusa de la guerra, reducían drásticamente nuestra calidad de vida.
Desgraciadamente, el shock que provocan estas situaciones parece que, al contrario de lo que se pronosticaba, se ha saldado con más individualismo y egoísmo, intransigencia e insolidaridad. Las propuestas políticas autoritarias, punitivas y antidemocráticas tienen un apoyo popular significativo. Algunas de estas propuestas ya gobiernan nuestros pueblos y ciudades. Hasta han llegado a autonomías como la valenciana.
Y, ya sé que algunas y algunos estáis pensando en factores coadyuvantes como los medios de comunicación, la lawfare, la necropolítica, la postverdad, el poder económico, las claudicaciones de la izquierda gobernista, etc. Pero más allá de los cantos de sirena y de las estrategias de la ultraderecha, la ola reaccionaria es permeable porque la ciudadanía tiene miedo, está insegura y le asalta constantemente la incertidumbre.
Hasta tal punto es el desinterés y el “sálvese quien pueda” que estamos asistiendo a un genocidio televisado en Palestina perpetrado por el gobierno ultraderechista y fundamentalista de Netanyahu, y apoyado por EE.UU y la UE, y aparentemente no genera rechazo alguno entre la población, no se cuestiona en tertulias de amigos y familiares, en los bares o los almuerzos entre compañeros de trabajo. Y si se cuestiona es metiendo a todos en el mismo saco. La equidistancia y la pasividad, que van de la mano, impregna todos las esferas de la vida.
Afortunadamente, como le dijo Arwen, hija de Elrond y Celebrian a Aragorn, aún hay esperanza. La cual está depositada en esa misma gente que a pesar de sufrir la concatenación de crisis, o también por ello, a pesar de sentir miedo, inseguridad y incertidumbre, entiende que el enemigo no es el diferente, no es el inmigrante, el pobre, el catalán o el vasco. Tampoco el islam, o el judaísmo o el independentismo. Gente que señala a las koplowitz, los Torres Vila, los Cotina, los Florentinos Perez, los Calvo-Sotelo o los Blas Piñar, como los representantes de ese poder económico y político que maneja los hilos, y que mantiene, por puro interés lucrativo, el modelo depredador del ecosistema y generador de desigualdad y sufrimiento de la mayoría social.
Hay esperanza en tanto que hay muchas que no se creen las patrañas que vomitan los voceros de los medios de comunicación, que se la juegan a pesar del lawfare y la ley mordaza. Que contraatacan con sentido común, y evidencia científica, al negacionismo global y que ponen límites a la ignorancia, al racismo y a la intolerancia. Esperanza pues son muchos y muchas las que reconocen al lobo con piel de cordero. Que cuestionan el oportunismo gobernista y que se organizan para defender lo común, como la sanidad y la educación pública, defienden sus convenios colectivos o que aspiran a una sociedad en igualdad y sin patriarcado.
Esperanza porque hay rechazo a que, por el negocios de unos pocos, se amplíe el puerto de Valencia y así seguir destruyendo el ecosistema, como está pasando con la Albufera y que media de la plantilla que trabaja ahora en el puerto se vaya a la calle. Que acuden a concentraciones y manifestaciones en contra el genocidio en Palestina y que se implican en el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel. Esperanza porque hay personas que el jueves 21 de diciembre, a las 19h de la tarde, en el Casal del Juventud de Novelda, participarán en la charla coloquio sobre la situación en Gaza con el objetivo de dar una respuesta ciudadana a lo que nuestros gobernantes no dan respuesta. Porque, como dijo Aragorn hijo de Arathorn pensando en Frodo y el anillo: la sombra se cierne, pero siempre hay esperanza.
Sergi Cremades