Comenzar con optimismo

Consejo de Rosa Mary Rizo, psicóloga clínica.

Al comienzo de un nuevo año proliferan en nosotros los buenos propósitos y elevadas intenciones. Hacemos balance de cómo nos fue el año concluido y repasamos lo que hubiéramos querido alcanzar, sin demasiado éxito. Todo ello nos sirve de punto de partida para planificar nuestro rumbo para el año recién estrenado.

Sin embargo, partir de las frustraciones, de lo inacabado, tomar como referencia lo que no hemos podido conseguir puede implicar cierta desesperanza o sentimiento de fracaso. Resulta más aconsejable iniciar el nuevo año proponiéndonos metas accesibles, que podamos alcanzar tras un esfuerzo tolerable, potenciando nuestros puntos fuertes.

Hacer una valoración precisa de nuestra trayectoria vital es importante para tomar decisiones acertadas sobre nuestro futuro. Debemos pensar cuáles son nuestras fortalezas, preguntarnos en qué somos buenos, qué se nos da bien y dónde podemos triunfar. Reflexionar sobre nuestras capacidades y sobre cómo podemos explotarlas para ser más felices, nos acercará más al éxito que empeñarnos en conseguir alcanzar objetivos que nos resultan muy difíciles o inaccesibles para nosotros, con la posible consecuencia de que no los consigamos, lo que nos llevará irremediablemente a la frustración.

El primer paso entonces sería preguntarnos: “¿cuáles son mis puntos fuertes?

La diversidad es una característica inherente a los seres humanos. Somos diferentes, y tenemos diferentes aptitudes y habilidades. Definir qué se nos da bien es la primera etapa de nuestro camino hacia el éxito. “¿Soy una persona constante, o quizá me caracterizo por mi capacidad para empatizar? ¿Soy una persona original, ingeniosa? ¿Soy perseverante, tenaz, voluntarioso?”, son ejemplos de interrogantes que debemos responder para conocernos mejor.

Una vez conocemos nuestras fortalezas, el siguiente paso consiste en plantearnos de qué forma podemos activarlas, utilizarlas de manera que empleemos nuestras fuerzas y energía en sacar partido a nuestras potencialidades, y no en empeñarnos en ser o comportarnos en contra de nuestra propia naturaleza. Si elegimos un objetivo inadecuado, la probabilidad de no alcanzarlo será elevada, por lo que hacer una elección apropiada de nuestros propósitos para los próximos 12 meses resulta fundamental.

El sentido de futuro está profundamente arraigado en los seres humanos, y parte de nuestros planes, nuestras ilusiones y expectativas, se alimentan de la esperanza. Planificar razonablemente nuestro programa de vida es un ingrediente fundamental de nuestra tranquilidad, de nuestro equilibrio mental. Dediquemos entonces un momento a meditar en qué vamos a emplear nuestro tiempo, nuestra ilusión y nuestro esfuerzo.

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