Jesús Navarro Alberola, un ejemplo para los nuevos licenciados

El empresario noveldense, Jesús Navarro Alberola, de la empresa Carmencita, ha sido el padrino de la V Promoción de Licenciados en Administración y Dirección de Empresas de la Universidad Cardenal Herrera. Navarro ofreció un espléndido discurso ante un Auditorio del Palacio de Congresos de Valencia repleto de público.Treinta y un estudiantes en total, recibieron su beca de fin de estudios. El acto fue presidido por la Rectora de la CEU-UCH, Rosa Visiedo, que estuvo acompañada en la mesa presidencial por la decana de la Facultad de Derecho, Empresa y Ciencias políticas, Rosa Pascual; la vicedecana de Empresa, Desamparados Lluch; el padrino de la nueva promocion, el director General de Carmencita, Jesús Navarro Alberola. Por parte de los estudiantes intervinieron Carlos Vicente Brull Puchades y José María Salvador Pechuán

«EN LA DERROTA»

Jesús Navarro Alberola.-

Buenos días a todos los alumnos, a los familiares y a los profesores aquí presentes, en este día tan especial e inolvidable: culminación de un esfuerzo acumulado, día a día, examen a examen. Mi más sincera enhorabuena a los que habéis llegado hasta aquí, hasta la meta… ¿Hasta la meta? ¿O donde habéis llegado es realmente a la salida…? Bueno, es igual; sea donde sea, es tiempo para parar y saborear este momento de tanta felicidad.

Cuando me llamó la Vicerrectora para proponerme el estar hoy aquí, confieso que sentí algo de rubor: yo fui un pésimo estudiante y la verdad es que no me veo hablando a personas como vosotros, que habéis demostrado esfuerzo y sabiduría y, además, con un título que hoy vais a recibir con todos los honores. Pero vuestra profesora me dijo que conserváis un grato recuerdo de nuestro reciente encuentro y eso desdibujó el rubor y me animó a volver a veros en este día tan especial en vuestras vidas.

Humildemente os digo que pocos consejos tengo para vosotros. Mis propios consejos no los sigo ni yo mismo, así que podéis imaginar lo poco fiable que soy como consejero. Lo que sí puedo transmitir, como hice hace unas semanas, son mis experiencias, mis vivencias, mis fracasos, que, como recordaréis, se pueden convertir en grandes éxitos… «Lucha por amar lo que haces y no tengas miedo al fracaso», podría ser el resumen de nuestro encuentro.

Llegáis hoy a una meta importante en vuestras vidas, pero sabéis que realmente es una meta volante; tenéis la técnica, la teoría, que es vital en la actualidad (y más vital será en el mundo tan competitivo que nos espera), pero os falta, como es lógico, poner en práctica toda esa teoría. El escenario que os encontráis en este punto de partida, en esta salida de vuestra carrera particular, es muy negativo: nuestro país está sumido en una espiral de crisis y no se ve la luz todavía. Es un momento difícil y el fantasma del paro asola todas las ilusiones. Pero no hay nada imposible; al revés, en estos momentos de dificultad o de fracaso del propio país es cuantas más oportunidades y más enseñanzas podemos recibir para lograr el éxito. Recordad mi charla: «detrás del éxito solo hay una borrachera de felicidad incontrolada y, lo que es peor, una proyección del éxito que te lleva al más profundo de los fracasos».

Anoche mismo, leía en el Hotel un artículo del escritor y crítico británico Adrian Anthony, que decía: “la victoria no nos ofrece ninguna revelación, ni enseñanza. El ganador ha hecho lo previsto, lo esperado, lo soñado … perder y la manera de perder, de enfrentarse a la derrota, he aquí el verdadero drama, la verdadera enseñanza. Observen ese rostro de boxeador vencido y tumefacto: ofrece una fugitiva imagen de nuestra humanidad común. El vencedor, por su parte, solo es un niño que acaba de ganar su pelea”. Refiriéndose al amor y al fracaso dice: “uno se vuelve mejor amante cuando le han roto el corazón … no cuando se pasa la vida rompiendo corazones”.

En resumen, se aprende más de la decepción que del triunfo. Quizá esto fue lo que le ocurrió a la España de los gloriosos años de la década pasada: nos cegó el triunfo, los perros los atábamos con longanizas y proyectamos el éxito, y así estamos…

Ahora, sumidos en el fracaso, es el momento de reflexionar, de aprender de los errores, de preparar un camino distinto, de eliminar lo que sobra, lo superfluo, lo que no conduce a nada, de dejar solo lo importante de sentar unas bases sólidas que garanticen el futuro éxito de nuestro país que, sin duda, llegará tarde o temprano, y llegará de vuestra mano.

Tenéis ahora la oportunidad de experimentar una situación dificilísima, pero, al mismo tiempo, profundamente aleccionadora. Vais a salir a navegar en plena tormenta, vais a tener que luchar para sobrevivir en el mundo profesional, y eso os va a fortalecer. Vais a aprender mucho más rápido, vais a ser mucho más listos, más hábiles en el manejo de cualquier situación, vais a desarrollar más la inteligencia, vais a calcular mejor los riesgos y vais a ser verdaderos expertos en tomar decisiones rápidas y eficaces.

Las olas que al principio os parecerán insalvables, las superaréis, y cada vez os parecerán más pequeñas; al fondo, en el horizonte, os espera un amanecer en calma, un remanso de paz y una gran lección aprendida. Bien aprendida desde la dificultad, y esto os hará, sin duda, ser mejor que nadie. En el éxito seréis personas responsables y administradoras sensatas de la felicidad, después de haber superado momentos tan difíciles.

Os contaba durante aquella charla la historia de mi abuelo y el proyecto que desarrolló con Carmencita. Él se enfrentó a momentos mucho más difíciles que el actual. El escenario de su aprendizaje fue, ni más ni menos, la Guerra Civil española y la triste posguerra que le siguió. Creció en la adversidad y no tuvo ninguna meta volante como vosotros; a los 19 años aprendió a leer y a escribir. Su única fuerza era la ilusión y el empeño que puso en desarrollar una idea. Luchó y luchó en tormentas con olas gigantescas, en un país partido por la mitad y con las mitades matándose entre ellas. Aprendió rápido, y no solo a leer y a escribir: aprendió a llegar al éxito con humildad, con la sabiduría que da el pasar hambre, con la fortaleza que recibe el que lucha cada día a contracorriente.

Mi abuelo tenía una ilusión que os quiero transmitir hoy aquí. Su ilusión era ser independiente, «trabajar para él mismo», según sus propias palabras. Y lo consiguió. Pero, además, se preocupó de su entorno social. Con emoción, mi padre me contaba que, en plena posguerra, mi abuela Carmen y su hija Carmencita, la niña de la marca, preparaban la merienda para todo el barrio y su casa tenía siempre las puertas abiertas para todo el mundo, en unos momentos de dificultad extrema, incluso por sobrevivir.

Es muy importante este punto, porque para mí es lo que marca la diferencia entre un emprendedor y un especulador: la preocupación por el entorno social que te rodea. El especulador solo tiene una preocupación: ganar cada vez más dinero, sin importarle nada más. El verdadero empresario, el verdadero emprendedor, es el que lucha por su empresa, pero también por su país, y ese es el único camino que nos llevará al final de esta crisis y ojalá sea de vuestra mano, de vuestro espíritu independiente y de vuestra elección por ser un verdadero empresario. Es momento de recordar aquella famosa frase del presidente Kennedy: «no pienses en lo que tu país puede hacer por ti, sino en lo que tú puedes hacer por el país».

Mi abuelo y mi padre fueron emprendedores continuamente preocupados por su entorno social, y esto les llevó al éxito. Carmencita, hoy en día, es la prueba palpable de esta realidad. Creo, humildemente, que es un ejemplo a seguir. Recordad que terminaba la conferencia hablando de mi padre, recientemente desaparecido, y la difícil relación que yo tenía con él, la eterna competencia entre padre e hijo. Con emoción confesaba lo difícil que era para mí decirle simplemente que lo quería. Conseguí decírselo ya en el hospital y esto me llenó de satisfacción. Desgraciadamente, poco tiempo disfruté de ese momento.

Os dije que mi único y último consejo era que cuando llegarais a casa abrazarais a vuestros padres, un abrazo y solo dos palabras: “os quiero”. En este día de tanta felicidad y alegría, y teniéndolos tan cerca, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Todo lo demás es secundario. Un abrazo a todos y mi más sincera felicitación.

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4 COMENTARIOS

  1. es necesario que los empresarios experimentados sirvan de guia a los jóvenes que tienen inquietudes y ganas de emprender cualquier actividad. Felicidades a todos los licenciados

  2. Una lectura emocionante, clarificadora, real, sobre algo que no se enseña en el mundo académico, sino en la vida misma.

    Cuando alguien es capaz de desvelar públicamente sus emociones internas de esta manera, lo que hace no es solamente ayudarse a si mismo, sino también ayudar a los demás.

    Magnífico Jesús!

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