Peregrinación noveldense inolvidable a Tierra Santa y Jordania

A la expedición también acudieron el párroco de San Pedro de Novelda, Eduardo Lorenzo, y el párroco de El Buen Pastor de Elche, José Manuel Íñigo

El pasado mes de agosto un grupo de fieles, acompañados por Don José Manuel Íñigo, párroco de El Buen Pastor de Elche y por Don Eduardo Lorenzo, párroco de San Pedro de Novelda, emprendían una peregrinación única a Tierra Santa. Tras volar desde Madrid a Tel Aviv darían comienzo a esta aventura espiritual. Comenzaron su recorrido por Nazaret.

«Al visitar la Basílica de la Anunciación, los fieles nos sumergimos en el misterio de la Encarnación. También visitamos la Gruta de la Anunciación, lugar de oración situado debajo de la basílica donde tuvo lugar el anuncio del Ángel. Los peregrinos encontramos una gran inspiración, conectando con la importancia de la fe y la humildad de María.

La siguiente parada la realizamos en Caná de Galilea donde los matrimonios pudieron renovar sus promesas matrimoniales en la Iglesia de las Bodas de Caná. A continuación, dedicamos el día completo a visitar los principales lugares de Galilea en tiempos de Jesús.

Nos movimos por el entorno del Lago Tiberiades, lago que tiene un profundo significado en la vida de Jesús ya que, muchos milagros y enseñanzas, tuvieron lugar en sus orillas. Pudimos visitar el Monte de las Bienaventuranzas, el santuario de Tabgha, escenario del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, el santuario de Mensa Christi y el Primado de Pedro.

También conocimos Cafarnaúm. Una de las experiencias inolvidables de esta peregrinación sería la travesía en barco por las aguas del lago Tiberiades. Durante la misma realizamos momentos de oración y reflexión, aprovechando la serenidad de sus aguas.

Sin duda una de las visitas más esperadas era la de Magdala. Esta visita nos permitió conectarnos con la historia bíblica y con la importancia de las mujeres en el ministerio de Jesús. Pudimos recorrer el sitio arqueológico y honrar a Santa María Magdalena, nuestra Patrona. Con posterioridad, nos desplazamos hasta el Monte Tabor y la Iglesia de la Transfiguración.

En los días posteriores nos desplazamos hasta la región de Judea. Allí visitamos Jericó, una de las ciudades más antiguas del mundo, y el Monasterio del Monte de las Tentaciones, que nos ofreció unas vistas panorámicas del valle del Jordán y del Mar Muerto. Seguidamente, subimos hasta Qumrán para visitar los restos del monasterio esenio y ver las cuevas de los manuscritos.

A continuación, los peregrinos pudimos renovar en el Río Jordán las promesas del Bautismo. Este momento fue uno de los más especiales y espiritualmente más profundos de la peregrinación.
La siguiente parada fue Belén. En la Basílica de la Natividad, los peregrinos nos arrodillamos en adoración en el lugar donde Jesús nació en un pesebre. También pudimos explorar el campo de los Pastores. Tras visitar Belén, salimos hacia Aim Karem, lugar del nacimiento de San Juan Bautista y visitamos las iglesias del Precursor y de la Visitación.

Los siguientes días los pasamos en Jerusalén, desde las imponentes murallas de la Ciudad Vieja hasta la Vía Dolorosa, cada rincón respira historia y fe. Disfrutamos de la histórica Jerusalén y caminamos por las mismas calles que una vez recorrió Jesús. Especial fue la visita al Santo Sepulcro y la celebración allí de la Santa Misa que nos permitió conectarnos con los eventos centrales de la fe cristiana: la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús.

También en Jerusalén pudimos pasear por el Monte de los Olivos, cargado de recuerdos de la vida de Jesús a través de sus muchos santuarios: capilla de la Ascensión, Iglesia del Padrenuestro, Dominus Flevit, Iglesia de Getsemaní, Gruta del Prendimiento e Iglesia de la Tumba de la Virgen. También cruzamos la Puerta de San Esteban en la muralla y visitamos Santa Ana y la Piscina Probática. A continuación, nos trasladamos al Monte Sión y sus santuarios cristianos como el del Cenáculo.

Un momento muy esperado fue la realización del Vía Crucis a lo largo de la Vía Dolorosa. Cada una de las 14 estaciones nos brindó la oportunidad de reflexionar sobre los sufrimientos de Jesús y meditar sobre su sacrificio por la humanidad. A continuación, visitamos el Muro de las Lamentaciones, último vestigio del Templo de Jerusalén. Los peregrinos pudimos acercarnos y observar a personas de todas las edades y procedencias orando frente al muro. Aunque es un sitio judío, muchos visitantes de diferentes religiones también lo encuentran inspirador.

Tras nuestro paso por Jerusalén nos trasladamos hasta la frontera con Jordania. Allí pudimos subir hasta el Monte Nebo, lugar desde que Moisés vio la Tierra Prometida y celebrar la Santa Misa en ese lugar. Jordania nos tenía preparada una gran sorpresa, la visita a las ruinas arqueológicas de Jerash, allí nos sumergimos en la historia de la época romana en el Medio Oriente. Concluimos nuestra visita a Jordania visitando Petra y sus famosas construcciones excavadas en roca. Todos quedamos maravillados por la belleza de este lugar único.

Una parte significativa de la peregrinación fue el tiempo dedicado a la oración y la meditación. Las misas celebradas en sitios históricos cobraron un significado especial al estar rodeados de la atmósfera y la historia que los rodeaba. Agradecemos a Don José Manuel y a Don Eduardo su acompañamiento y guía espiritual. Además, esta peregrinación ha fortalecido lazos de unión entre los peregrinos, compartiendo experiencias únicas y recuerdos imborrables que contribuyeron a crear un sentido de comunidad sólido.

Hemos regresado enriquecidos espiritualmente y con la huella imborrable de Tierra Santa en nuestros corazones.»

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