Cinco noveldenses exploran el Mar Rojo en Egipto

El 16 de junio era la fecha señalada, todos la esperábamos con suma impaciencia desde hacía meses, nos íbamos al Mar Rojo a pasar una semana buceando. El Mar Rojo está considerado como la Meca de los buceadores, lo mejor de lo mejor. A las siete y media de la mañana, con un cierto hormigueo en el estómago por la emoción de la aventura, nos encontramos con el grupo de Alicante que se uniría a nosotros en el puesto de Cruz Roja de la carretera nacional y después de una breve parada para desayunar a mitad de camino cogimos un primer avión que nos llevó a El Cairo y otro a continuación que nos dejó en Sharm el Sheikh. Los vuelos transcurrieron sin novedad y todo el mundo aprovechó para dormir pensando en que nos esperaban siete intensos días de buceo a todas horas. (Vicent Pina)

(Galería de imágenes)

Egipto tiene una extensión de 1.001.449 km. cuadrados. Tiene tres fronteras, al este con el Mar Rojo, al sur con Sudán y al norte con el Mar Mediterráneo. El Mar Rojo es el mar tropical más cercano a Europa, sus aguas cristalinas favorecen la práctica del buceo. Su transparencia 40/50 metros se debe a que ningún agente fluvial desemboca en él. Hay pocas lluvias en la zona y existe una elevada evaporación. Las características únicas de este mar favorecen la biología marina: 1.248 especies de peces diferentes. 250 especies endémicas del M. Rojo. 400 especies de coral. 20 especies endémicas de este mar.

Las perspectivas eran realmente buenas. El barco que nos llevó a bordo durante los siete días “ El Oceam Dream” tiene treinta y dos metros de eslora y ocho de manga. Con cuatro cubiertas repartidas en “parte seca” y “parte húmeda”. Siempre tenemos que ir descalzos y nunca, bajo ningún motivo se puede entrar en la parte seca con un bañador mojado o los pies húmedos. Estas normas son sencillas y fáciles de cumplir.

La llegada al barco trajo consigo el desembalar los equipos de buceo y el guardar las grandes maletas en un pequeño armario de la tercera cubierta. Nos encontrábamos con la ilusión de los niños cuando desembalan su mochila a la llegada a un campamento de verano. Cada jacket quedaría montado en una botella de aluminio junto con su respectivo regulador y el globo señalizador sobre un banco de madera en el que nos equiparíamos. Del chaleco de buceo colgaría también la cámara y la linterna. El cinturón de plomos quedó debajo del banco, siempre a mano como el resto del equipo personal.

Una vez colocado el material de buceo en su sitio para los siete días, y comprobar el perfecto estado de todos y cada uno de los elementos, efectuamos la primera inmersión debajo del propio barco. Esta inmersión consistía en un chequeo personal para comprobar que la salinidad del Rojo es mucho mayor que la del Mediterráneo y se necesita un nuevo control sobre la cantidad de kilos de plomo necesarios para poder bajar a los fondos submarinos. De dos a tres piezas más de las que tienes por costumbre. Influye también que las botellas que usamos en España son de acero y pesan más que las del barco que son de aluminio y que una vez vacías te aumentan la flotabilidad por su propio peso. Aprovechamos para probar el globo señalizador que yo no había utilizado desde mi viaje a Maldivas, hace ya un montón de años. Todo funcionaba bien.

La cara de los buzos ya era más risueña, se hablaba más rápido y con un tono más alegre, no solo estábamos buceando, sino, que lo estábamos haciendo en el Mar Rojo.

El barco puso rumbo al Estrecho de Gubal y la última de las inmersiones del primer día fue la del Thistlegorm. Un barco hundido en la segunda guerra mundial, cargado con camiones, motocicletas Norton, sidecars, munición… Y que se hizo famoso por haberlo descubierto el Comandante Cousteau con su Calipso. Actualmente es toda una referencia de buceo y un gran reclamo para el Mar Rojo. Estábamos viendo imágenes dantescas que te trasportaban muchos años atrás en la historia.

La cosa prometía mucho. El cabo por el que íbamos bajando te llevaba directamente al centro del barco hundido. No perdías tiempo buscando. Antes de posarte en su cubierta tenía a un enorme mero impávido que te miraba sin moverse. Supongo que pensaría “¿dónde van estos locos a estas horas?” Antes de llegar a las bodegas con los camiones alineados y las cajas de las motos, Rosa, la mujer de Jose me señala una enorme tortuga que duerme detrás de un mamparo del barco. Aquello prometía. Estábamos en el pecio más importante del mundo del buceo, nuestros ojos miraban y admiraban unas criaturas que engrandecen la naturaleza marina.

Los terois volitans (pez león) perseguían a los escafandristas que llevaban sus linternas encendidas buscando ver mejor su comida. Navegamos por sus bodegas y el tiempo pasa inexorablemente. Nos faltan ojos para apreciar tanto barco. El aire de la botella se consume y nos toca iniciar el ascenso e ir a cenar. Esta noche todo son cámaras de fotografía que van de mano en mano enseñando las partes del pecio más espectaculares. Sólo esta inmersión ya justificaba el gasto del viaje.

Al día siguiente a las seis de la mañana había una segunda inmersión en el mismo barco. Con un poco de corriente y aguas más claras se pudo fotografiar lo que faltaba. No habría estado mal una tercera bajada, pero el Rojo es muy grande y hay mucho de lo que disfrutar.

El orden de trabajo diario esrito en una pequeña tablilla de plástico situada al lado del ordenador, era más o menos así:

Despertar a las 06.00h.
Briefing 1ª inmersión, 06.15h.
Desayuno, 09.00h.
Briefing 2ª inmersión, 10.15h.
Comida, 12.15h.
Briefing 3ª inmersión, 14.30h.
Merienda, 16.15h.
Briefing nocturna, 17.00h.
y cena,19.00h.

Los días se iban sucediendo y todas las buceadas tenían su encanto. El cansancio se iba notando y cada vez se hablaba más despacio, aunque la sonrisa no se iba de nuestros labios. Del Estrecho de Gubal, regresamos a Ras Mohamed ( Nacional Park) y encaminamos a Tirán. Buceamos en lugares míticos como En Small Crack, Ras Za´atar, Jackson Reef, Gordon Reef, Ras Katy y Sha´ab Abu Numas. En este último lugar vimos tres de los cuatro barcos hundidos.

Mención aparte tienen las inmersiones nocturnas. Nos tirábamos al agua en el crepúsculo y salíamos completamente de noche. Había muchísima vida. Las anguilas jardineras, las morenas cazando, los peces león tras la comida, los peces piedra se veían más, la bailarina española…Todas me gustaron y tuve la suerte de llevar de pareja mi amigo Jose que me iba fotografiando todo lo que encontraba. Preciosa fue la inmersión en la que él sacó a una morena de su cueva. Se la llevó un rato sobándola y acariciándola con delicadeza y ofreciéndome un espectáculo difícil de superar. Ahí quedó la grabación que muestra que es el mejor buzo después de Cousteau.

Desde la última cubierta del barco se podía apreciar la inmensidad del desierto. Parecía imposible que a continuación de tal sequedad y aridez se escondiera un mar tan lleno de vida. Cuando caía la noche nos reuníamos en una de las cubiertas del barco y nos relatábamos, serena y plácidamente, como si de una novela se tratara, todas las experiencias que habíamos tenido bajo las aguas cristalinas del “Rojo”
El arrecife de coral es una asociación compleja de organismos que forman una comunidad altamente estructurada. La formación de estos arrecifes requiere una temperatura superior a los veintidós grados centígrados. Los mejores están en le pacífico, en el Indico y en el Mar Rojo.

Hablar de los corales o de la vida que habita en ellos nos remite a la película buscando a Nemo, que lo explica mucho mejor de lo que lo haría yo. Mi modesta aportación son unas fotografías tanto propias como de mis amigos José y Rosa que sirven para motivar a los que tenemos que cuidar los mares (que somos todos) y a los que quieren aprender a bucear para que se ilusionen.

Desde aquí quiero dar las gracias a los otros diecinueve buzos que me acompañaron en este viaje y en especial a la gente de Novelda que continúan con la tradición de los buzos viejos que empezamos allá por 1976. Gracias Juan, gracias Andrés, gracias Anna, Gracias Xema y muy especialmente, gracias José.

Vicent Pina

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1 COMENTARIO

  1. Visent, este artículo y el reportaje son… una pasada, de verdad. Preciosas imágenes y muy detallada información.
    A propósito, recuerdo que hace unos 35 años, emitían una serie en TVE («Vacaciones en el mar») y tus crónicas se asemejan bastante. Casi también podríamos adjudicarte el título de alumno del comandante Cousteau, al que tanto nombras y que a veces, me parece al leerte, que es uno de sus inolvidables capítulos.
    Enhorabuena por todo. Y sigue deleitándonos con temas del mar. Son insustituibles para recordarnos de dónde venimos y por dónde el ser humano se comunicó a lo largo de los milenios, por el mar.
    Un abrazo, lobo de mar. Y también para Ana, a la que he visto en las fotografías. Supongo que bajo el agua, no pondrá en práctica sus conocomientos de preparar chocolate. Hasta la vista a todos. Un abrazo.

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