Anhelo de democracia
Todos estaremos de acuerdo en que cada persona, cada individuo, y por tanto cada noveldense, es distinta al resto. Faltaría más. Sin embargo, es nuestra condición de ciudadanos en una sociedad democrática lo que nos iguala en derechos y deberes con el resto. O, por lo menos, así debería ser.
Es sabido que nuestra Constitución establece la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, algo de lo que debemos congratularnos, aprovechando su aniversario cada 6 de diciembre. Pero al mismo tiempo creo que deberíamos preguntarnos ¿realmente somos todos iguales ante la ley?
Pongamos algunos ejemplos para reflexionar al respecto:
Nuestro país tiene miles de aforados, personas que no rinden cuentas ante la justicia en igualdad de condiciones al resto. Hay muchos más aforados que en el resto de países de nuestro entorno, donde no existen o, si los hay, son casos excepcionales. Nuestra alcaldesa fue aforada y utilizó este privilegio para alargar su procesamiento por corrupción en el caso Gürtel. Ahora bien, fue aforada hasta el momento en que dejó de interesarle. Justo cuando le tocaba sentarse en el banquillo dimitió como diputada autonómica y perdió su aforamiento. No obstante, hace unos días el Tribunal Supremo dio la razón a la Fiscalía Anticorrupción, que alertó de fraude en su dimisión como diputada.
Por otro lado, para ser igual ante la ley es esencial que el voto de cualquier ciudadano valga lo mismo, y en nuestro país esto no es así. Según a qué partido votes y en qué provincia lo hagas, el voto para elegir a tu representante en el Congreso y el Senado puede valer la tercera parte que el de otro ciudadano. En la Comunidad Valenciana, para elegir a tu representante en Les Corts, tu voto en Novelda vale la mitad que valdría si residieras en la provincia de Castellón.
Si fueses ciudadano vasco o navarro, merced a “privilegios históricos” tu sanidad y la educación de tus hijos sería mucho mejor. No sólo porque allí se gestione mejor, sino porque su financiación es mucho mejor; y cuando se trata de repartir el dinero, si a alguien le das más, ya sabes que a otro le tienes que dar menos. Ése es nuestro caso.
Estos son sólo tres ejemplos de los muchos que demuestran lo lejos que estamos de conseguir la pretendida igualdad en derechos y deberes.
Por eso, cuando desde UPyD defendemos una reforma constitucional lo hacemos para que se nos trate a todos por igual, sin depender del lugar en el que vives o de si eres rico o poderoso. Cuando reclamamos una reforma constitucional hablamos de esto, de que nuestro voto valga lo mismo vivamos donde vivamos y votemos a quien votemos; de que se financien los servicios básicos con igualdad y sin privilegios; de que nos garanticen una educación y una sanidad iguales para todos y de que nos juzguen a todos por igual.
Porque sin igualdad no podemos hablar de una verdadera democracia.
En una Partitocracia en la que el ciudadano vota al partido que quiere que le represente tienes razón, geográficamente, no todos los votos valen lo mismo. Pero en una Democracia en la que el ciudadano vota – elige a la persona, entonces todos los votos valen lo mismo, y el ganador representará a su distrito electoral. A sus electores (le hayan votado o no) ¿Qué ganamos los demócratas con tu reforma de la Constitución?